ESPECTáCULOS › LA TELEVISACION, ENTRE LA
ALFOMBRA ROJA Y UNA TRADUCCION MUY POBRE

Una ceremonia en el freezer catódico

 Por Julián Gorodischer

Axel Kuschevatzky, desde la alfombra roja de TNT, encarnó una revancha de cinéfilo: proclive a numerar y a hacer historia, logró escapar a la herencia de Catalina Dlugi, Marley y hasta de Andy Kusnetzoff en temporadas anteriores y –acompañado de Ana María Montero, de la CNN– fue el contraste tajante de la rechoncha Star Jones, de E!, generosa en destinar halagos. El preshow se polarizó: la opción fue ver a las estrellas en diálogo con la Jones de E!, reemplazo domado de la ácida Joan Rivers, o conformarse con los segundones que consiguió TNT. Eso sí, compensados por la data excéntrica de Axel para amenizar. En la previa, la militante afroamericana Star Jones prodigó elogios, vistió de gala y recordó sus cenas con famosos; aduló a Jamie Foxx y a Morgan Freeman, y cotizó su vestido en 7 mil dólares. Anticipó el sino de la gala: ahora el Oscar se desespera por sumar el rating perdido y se multiculturaliza.
Consciente del poder negro y latino, tratando de recuperar a casi 7 millones de televidentes, E! lo entendió e hizo caer a la wasp Joan Rivers para refundar a estas panteras negras algo frívolas, mucho tiempo después. Los de TNT también calzaron perfecto en la tendencia: limitados a entrevistar a la colombiana Catalina Sandino Moreno (de María llena eres de gracia), o al productor blanco criado en Bolivia, compararon a Scarlett Johansson con Evita (Axel dixit). Y en la tensión por no conseguir estrellas pudo leerse un lugar en el mundo. “Leo, Leo, por aquí...”, reclamaron los presentadores a DiCaprio sin suerte, relegados a saludar a los protagonistas desde lejos o a enunciar el amor por Virginia Madsen, de Entre copas, de parte de Axel (en una performance típica de Andy Kusnetzoff). O se conformaron con el testimonio de las nietas de Alan Alda, nominado por El aviador. A su favor se dirá que Axel bombardeó con su pasión por el archivo y dejó fluir su opinión para rellenar los baches, mientras la productora rubia (ante cámaras) saludó desde lejos a Clint Eastwood.
Después llegó la alfombra roja “oficial”, producida por la organización, con un catálogo particular: entrevistas posadas en el parador, rubias y divinos entrevistando a las estrellas en el lugar “en el que hay que estar” (movilero Billy ¡Bush! dixit) y con única referencia a “valores” (humildad, perseverancia y agradecimiento) en variante espiritual del mundanismo anterior de la pasarela de looks. Todo para dar paso al aceleradísimo y flamante presentador, Chris Rock, con todo lo que hay que tener en la nueva era aggiornada: negro, estrella del popular Saturday Night Live, ex conductor de las entregas de MTV Movie Awards ahora que se impone captar a la franja joven con las canciones nominadas interpretadas por Beyoncé y dibujitos como el Edna Moda, la simpática diseñadora de Los Increíbles, entregando la estatuilla al Mejor Vestuario.
El subtitulado pésimo alcanzó a reproducir menos de la mitad de los discursos: el stand up comedy de Chris Rock no se llevó bien con los traductores. Pero la lista de errores no se detuvo ahí. Siguió en un combo que versionó a Los Increíbles como Los Incraiculos, redujo los apellidos a su inicial, decretó la falta de ortografía como norma y eliminó la mitad de las críticas y los chistes. El ritmo no dio respiro: una entrega tras otra, definidas por el conductor como “un autoservicio: llegue, reciba y baje rápido...”, sin tiempo para trasladarse de la butaca al micrófono ahora que los nominados de rubros menores lo reciben en la platea, y otros tantos esperan todos juntos en el escenario a que se decida un ganador y se descarte al resto. Eso sí: estas cámaras son más pudorosas que las del Martín Fierro, y no se detienen en el gesto de enojo o decepción, y dejan con las ganas de mirarle el ceño fruncido a Martin Scorsese cuando Clint Eastwood se lo arrebató. Sólo a unos pocos se les reservó el derecho a caminar por el hall en la nueva era de las jerarquías bien consolidadas, que distancia al star system de los rubros técnicos, evita pausas y traslados, y acredita, al menos, un claro beneficio: terminar una hora antes de lo previsto.

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