PSICOLOGíA › RELATO DE UNA EXPERIENCIA EN UN CLUB

Una psicoanalista entre futbolistas

 Por Marta Dávila *

Narraré mi experiencia como psicoanalista mujer en las divisiones inferiores de un club de fútbol masculino. El club cuenta con una población de más de trescientos niños y jóvenes que entrenan en las divisiones infantiles y juveniles del fútbol amateur, cuarenta de los cuales están alojados en la pensión del predio, por ser del interior del país. Respecto de los pensionados, cuyas edades oscilan entre los 12 y 18 años, viven separados de sus familias por meses y años.

Todos estos talentosos jóvenes se hallan preparándose y esforzándose hacia el logro de un objetivo claro: alcanzar la gloria algún día.

Tanto el director médico como los técnicos advertían que algunos chicos se sentían muy presionados, estaban tristes, se lesionaban a menudo y bajaban el rendimiento. Se necesitaba la ayuda de un especialista que concurriera tres veces por semana.

Era una apuesta fuerte la que habían hecho los dirigentes al requerir mis servicios. Este cargo, como habitualmente ocurre en los clubes, había sido ocupado previamente por un psicólogo deportivo de sexo masculino. Ahora, por primera vez, una psicoanalista mujer se ocuparía de la salud mental de los futbolistas, teniendo como meta el bienestar, más que el rendimiento deportivo.

Marcar un espacio terapéutico, desconocido para ellos, siendo yo la única mujer, en un grupo donde habitualmente impera el machismo, no iba a ser tarea fácil.

Tampoco sería fácil lograr aceptación y credibilidad dentro del conjunto de los directores técnicos y preparadores físicos, tan habituados a hablar en una jerga futbolística casi excluyente, desplegada entre “hombres” que comparten “el paño”. Tendría que comenzar, poco a poco, a comprender ese idioma.

Creo que tanto dirigentes como técnicos aceptaron gustosamente mi incorporación, aunque no entendían muy bien cómo podría desempeñarme y de qué manera desarrollaría mi tarea.

Recuerdo todavía aquella pregunta acerca de cómo haría para entrar a un vestuario si algún chico me necesitaba en el entretiempo de un partido. Aclaré que mi tarea sería contener y comprender al paciente en las sesiones previas, dado que lo que no se arregla con el trabajo psicoterapéutico mal podría resolverse en un minuto en un contexto inadecuado y estresante por naturaleza.

Así fui, poco a poco, determinando ciertas pautas sobre cuál sería mi función.

Yendo al trabajo en sí mismo, me preguntaba cómo haría para lograr una organización más o menos adecuada, siendo que el club cuenta con una población muy numerosa de jóvenes que concurren a entrenar, además de los que viven en el pensionado.

Mi confusión y preocupación iniciales estaban mezcladas con una cierta ansiedad que no sabía con quién compartir; me sentía sola, dado que a ninguna otra persona dentro del club le pasaban situaciones similares a las mías.

Las diferentes pruebas que fui haciendo me fueron orientando hacia un orden posible. Primero intenté reunirlos en grupo, para que pudieran explayarse sobre sus temores, angustias, sentimientos de frustración, etc. A poco de andar, me di cuenta de que esa posibilidad terminaba en fracaso, ya que los jóvenes, habituados a ser citados permanentemente a charlas informativas acerca de su rendimiento deportivo, confundían mi rol y no comprendían mi función. También observé que los deportistas son muy poco proclives a hablar en público y menos aún, a sincerarse delante de sus compañeros, pues, al predominar las ansiedades persecutorias, temen envidias, rivalidades y se ubican en una actitud de franco sometimiento para evitar cualquier malentendido.

Fueron los chicos mismos los que me sugirieron el camino a seguir, cuando comenzaron a pedirme entrevistas individuales: algo insólito, dado que no había sucedido con el psicólogo anterior.

Los motivos de consulta eran diversos: podía tratarse de estados depresivos por estar alejados de sus familias, temor a no tener oportunidades de ser titulares, bajo rendimiento, tendencia a lesionarse, desinterés en la escolaridad, depresión por haber perdido la titularidad, incompatibilidad con compañeros de cuarto, necesidad de rápido progreso para ayudar económicamente a sus padres, etcétera.

Me decían que podían confiar en mí, precisamente porque, al ser mujer y no ser del ambiente “futbolero”, no temían críticas respecto de su rendimiento deportivo, ni que hubiera preferencias por mejores o peores jugadores. Les hacía muy bien que habláramos de ellos y de sus sentimientos.

Hacía un par de meses que concurría al predio, cuando hube de citar a un joven pensionado de 13 años que todavía no conocía. Me sorprendí cuando, al acercarse, tuvo un gesto de estremecimiento que denotó emoción. Al preguntarle qué le había sucedido, me dijo que yo era tan parecida a su madre, que creyó que quien lo estaba esperando en la sala era ella misma y no la psicóloga que le habían mencionado. Dado que era un chico que hacía sólo algunos días que había ingresado y no conocía su historia, le comenté que seguramente me vería parecida porque recientemente se habría despedido de ella, a lo que me respondió que no, que hacía cuatro años que no la veía.

Ahí comprendí que ya no importaba cuán parecida era yo en la realidad exterior a su madre. Era una mujer-madre que lo estaba esperando.

Creo que este pequeño ejemplo sintetiza el tipo de transferencias que por lo general se despliegan en estos jóvenes y uno de los motivos de la confianza que me expresan.

Curiosamente, aunque comúnmente no se habla del rendimiento deportivo en las sesiones, la mayoría ha mostrado un progreso indiscutible.

Muchos de estos jóvenes que hoy atiendo alcanzarán la tan ansiada gloria algún día. Es justo reconocerlo, se la merecen. Han dedicado su infancia, su juventud y su talento, aportando el cuerpo y la psiquis, haciendo enormes sacrificios personales y familiares.

Es mi intención seguir trabajando psicoterapéuticamente con ellos, para que puedan tolerar el lucimiento y la fama, y no solamente paguen el precio por ello, con alteraciones de diversa índole, como ha sucedido con tantos deportistas.

Entonces, cuando el sueño se les haga realidad, que se encuentren lo mejor posible para disfrutarlo, sin necesidad de que se les convierta en una pesadilla.

* Psicóloga y psicoanalista. Miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Coordinadora del Departamento de Psicología de un club de fútbol de Primera División.

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Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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