PSICOLOGíA › ACERCA DE LA OBRA DE CLARISE LISPECTOR

“Ella era su propia equivocación”

 Por Natalia Neo Poblet *

“Escribir es intentar comprender, es intentar reproducir lo irreproducible, es sentir hasta el final el sentimiento que de otro modo permanecería apenas vago y sofocante. Escribir es también bendecir una vida que no fue bendecida”, escribió Clarice Lispector. “Sólo cuando nos olvidamos de todos nuestros conocimientos comenzamos a saber”, escribió también. La escritura de Clarice Lispector implica un vaciamiento del sentido dado, para disponer de otra significación. Por ejemplo, su libro Un soplo de vida comienza así: “Soñé que jugaba con mi reflejo. Pero mi reflejo no estaba en un espejo, sino que reflejaba otra persona que no era yo. ¿Fue por ese sueño que inventé a Angela como mi reflejo?”

Clarice hace un juego similar de tres en su libro La hora de la estrella. Crea a Rodrigo como narrador para que cuente la historia de Macabea, siendo Clarice la autora implícita. Aquí también produce un desdoblamiento, espejándose entre los tres.

La escritura de Clarice rompe el espejo, la imagen virtual, lo simétrico. Se entrega al lenguaje, haciendo del lenguaje una experiencia. En La pasión según G.H., escribe: “El mundo me miraba de nuevo. (...) El resto era el modo en que poco a poco me había transformando en la persona que tiene mi nombre. Y terminé siendo mi nombre. Es suficiente ver en el cuero de mis valijas las iniciales G.H.”.

En dos de sus libros, La manzana en la oscuridad y La hora de la estrella, los protagonistas tienen serias dificultades con el lenguaje. Por un lado está Martim, el protagonista del primero, que comete un crimen y se fuga. Entra a caminar entre las piedras y le habla a un pájaro: “‘Ya no sé hablar’. Sólo después pareció entender lo que había dicho, y entonces miró cara a cara al sol. ‘He perdido el lenguaje de los otros’”. Y Macabea, la protagonista de La hora de la estrella, quien es puro resto, puro desecho, dice: “Ella creía que lácrima en vez de lágrima era un error del hombre de la radio. Nunca se le hubiera ocurrido que existiera otra lengua”.

Clarice nos muestra la injerencia que el lenguaje tiene en el sujeto. Cada personaje que crea tiene su propia lengua, y deja entrever cómo el lenguaje y el personaje se van hilando y construyendo uno al otro. En una entrevista Clarice dijo: “Mi primera lengua fue el portugués. ¿Si hablo ruso? No, no, absolutamente... tengo la lengua presa”. Su primera lengua es la portuguesa, ya que llegó a Brasil a sus quince meses. Su segunda lengua es el ruso, la de sus padres, quienes no se lo han enseñado, y su tercera lengua es ésa de la que está presa. Leo este estar presa como esa noción tan clara que tenía Clarice sobre cómo el lenguaje es intrínseco y fundamental para el armado de un sujeto. Entiende cómo frente a lo universal del lenguaje cada sujeto acarrea su lalengua, eso que Lacan llamó lalangue, que lo hace ser singular.

En La pasión según G.H., escribe: “Perdí algo que me era esencial, y que ya no lo es más. No me es necesario, como si hubiese perdido una tercera pierna que hasta ahora me imposibilitaba caminar pero que hacía de mí un trípode estable. Perdí esa tercera pierna. Y volví a ser una persona que nunca fui. Volví a tener lo que nunca tuve: sólo dos piernas. Sé que es sólo con dos piernas que puedo caminar. Pero la ausencia inútil de la tercera me hace falta y me asusta, era ella la que hacía de mí algo encontrable por mí misma y sin ni siquiera tener que buscarme”.

En otro de sus libros, La araña, está Virginia, una niña a la que le gusta equivocarse. “Tenía una extrema sensibilidad. Algo como un imposible se deslizaba en su verdad, ella era como su propia equivocación. Sentíase extraña y preciosa, tan voluptuosamente vacilante y extraña como si hoy fuera el día de mañana. Y no sabía corregirse, dejaba que su equivocación renaciera cada mañana por un impulso que se equilibraba en una fatalidad imponderable.”

* Texto extractado del artículo “¿Qué escribe?”, incluido en La máquina des-escribir. Psicoanálisis. Escritura. Escritores, de Natalia Neo Poblet y Guido Irirt (compiladores), de reciente aparición (ed. Letra Viva).

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