PSICOLOGíA › LOS QUE “RECLUTAN” PARA LA PROSTITUCION

“Vos para trabajar no servís”

Por M. G.

En las investigaciones realizadas encontré que, en la gran mayoría de los casos, las mujeres en prostitución provenían de familias donde se vivían situaciones de violencia. Transcribo el testimonio de una mujer a quien llamaré Lily: “Mis padres son testigos de Jehová. A mí y a mi hermana nos castigaban corporalmente. Empecé a estudiar un profesorado que ellos habían elegido para mí, pero a los ocho meses me rebelé y dejé de estudiar. Les planteé que quería ser una chica como las demás; tener un jean, los ojos un poco pintados, nada del otro mundo. Comenzaron las discusiones todos los días, ellos siempre metiendo a Dios en el medio. Al final, mi viejo me echó. Me hice un bolso y, cuando entré a la pieza de mi mamá, le dije: ‘No te olvides que soy tu hija’. Me contestó que me dejaba en manos de Dios. Viví un mes en un auto abandonado, por Flores, hasta que me rajaron los vecinos. Me alimentaba de la basura de las pizzerías. Una madrugada, en la estación Once, una prosti se sentó al lado mío y me dio una factura. Empecé a hablar con ella. Me llevó al hotel donde vivía. Ahí me hizo bañar, me dio de comer y dormí en una cama. A la semana, yiraba en la calle con ella. Me levantó la cana, estuve en el Departamento de Policía una semana. Mis viejos no aparecieron. Cuando por fin salí, me fui a laburar a un sauna”.
Lily sufrió distintos tipos de violencia de sus padres: y, cuando les planteó su anhelo de ser una chica como las demás, ellos consumaron uno de los actos más temidos para cualquier joven, la expulsión del hogar. La sociedad repite la violencia cuando no le permite permanecer en el único lugar que había conseguido y no la provee de algo mejor. Finalmente, la mujer que la ampara, ella misma en prostitución, le ofrece lo que ella tiene, su casa, su comida y su práctica. Esta fue la “posibilidad de elección” de Lily.
En casi todos los casos estudiados, estas mujeres realizaron sus “elecciones” ya desde la niñez, condicionadas por situaciones externas e internas. Es decisivo el enlace con el mundo de la prostitución mediante los reclutadores, personajes claves del ámbito del proxenetismo: la enorme mayoría de las mujeres llegaron a la situación de prostitución inducidas, cuando no obligadas, por ellos.
En algunos casos –se trata de chicas menores de edad–, el que inicia a la joven es el propio padre o la madre. En América latina hay un dicho atroz: “Donde hay hembras no hay hambre”. Se las hace cargo, desde tempranísima edad, de la enajenación total de su persona para conseguir el sustento de sus padres y de sus hermanos varones.
Otro tipo de reclutador se pone de novio con ella y, entre seducción y presión, le pide que “atienda a algún amigo” o la conecta con un prostíbulo.
La prostitución es abuso porque la mujer no elige libremente sino que llega a eso: a veces, para no morir de inanición; otras, porque se la convenció de que es para “lo único que sirve”; o bajo amenaza, o por manipulación del proxeneta, o por secuestro, o por mandato inconsciente. Por ejemplo, una de las madres de estas mujeres le había dicho a su hija: “Acá hace falta plata: hay que trabajar o hacer la calle, y vos para trabajar no servís”. Otra, modista de alta costura, desde que su hija era niña la vestía como a una de sus clientas ricas, y le decía: “Sos una muñequita de lujo para usar buena ropa y tomar champagne”. En estos casos las madres son sostenedoras inconscientes del paradigma patriarcal.

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