SOCIEDAD › UNA RECORRIDA (CON UNA MANO ATRAS Y OTRA ADELANTE) POR LA QUERANDI, LA PLAYA NUDISTA DE GESELL

Una playa para broncear hasta el alma

Es el segundo parador nudista de Argentina. Tiene 200 metros de playa pero creen que se extenderá hasta los dos kilómetros. Sus responsables, Miriam Rodríguez y Antonio Barboza, hablaron sobre el nudismo con Página/12, a calzón quitado.

 Por Carlos Rodríguez

Desde Villa Gesell

“Yo llegué con mucho miedo. Cuando entramos yo estaba vestida y todos los demás, desnudos. Algunos de ellos estaban con chicos. Todos me saludaron con naturalidad y buena onda. Cuando llegué al vestuario se me habían ido todas las dudas, me saqué toda la ropa y aunque al principio estuve sola, después se me acercaron varias mujeres, nos pusimos a conversar de un montón de cosas, como si fuéramos viejas amigas, y me olvidé de que yo también estaba desnuda.” Miriam Rodríguez le cuenta de ese modo, a Página/12, la forma en que se inició en la práctica del nudismo, llevada de la mano por su pareja, Antonio Barboza, quien corrobora su relato: “La fui a buscar porque pensé que estaba muy asustada, pero cuando llegué ya se había quitado la malla y estaba desnuda”. Ella hizo nudismo, por primera vez, en Moreno, en un lugar llamado Edén, mientras que él se había iniciado antes en una playa brasileña, a la que llegó con unos amigos circunstanciales, un grupo de ruidosos cordobeses, atraídos por la posibilidad de ver mujeres desnudas. “Hicimos un largo recorrido y cuando llegamos, atravesamos el límite de la playa nudista haciéndonos los distraídos. Un vigilador nos avisó tocando un pito y con señas nos indicó que, si queríamos entrar, teníamos que sacarnos la ropa. Seguimos avanzando y a la segunda advertencia, nos desnudamos.”

“En los primeros minutos, cuando empecé a caminar entre la gente que estaba desnuda, sentía la necesidad, no sé, de hundir la panza, de sacar los pechos, de sacar la cola, como si todos estuvieran pendientes de mi cuerpo. Después comencé a ver gente gorda, gente con físicos de todo tipo. Recién entonces me pude relajar y empecé a disfrutar de estar desnuda sin ningún tipo de complejo.” Miriam, que hizo nudismo por primera vez hace cerca de diez años, tiene una muy buena figura, que se adivina, incluso, cuando está vestida. Ella y su pareja son jóvenes “de buena presencia”, como dicen los clasificados, no tienen hijos y son los responsables de la Playa Querandí, el primer parador “con opción nudista” que fue inaugurado hace un mes en Villa Gesell, cuatro mil metros al sur de Mar Azul. La entrada está a la altura del kilómetro 429,5 de la Ruta 11. Es el segundo balneario nudista de la Argentina, después de la marplatense Playa Escondida.

La inauguración se hizo el 14 de diciembre y en el primer mes de existencia “ya pasaron unas 500 personas, de Buenos Aires, de Mar del Plata y muchas de Villa Gesell”. Miriam y Antonio aclaran que en la Playa Querandí “se puede estar desnudo o vestido, siempre y cuando se cumplan las normas de convivencia”. Miriam admite que, si les preguntan a los hombres y mujeres que practican el nudismo, la mayoría admitiría que “no quieren mezclarse con los ‘textiles’” como les llaman a los que andan con alguna prenda de vestir. “Es preferible que todos estemos desnudos, en la misma condición, pero tampoco queremos escondernos, porque no tenemos nada que ocultar. Por eso admitimos que haya gente vestida. Lo nuestro no tiene que ver con lo sexual.”

A pesar de que la suya fue una adaptación en tiempo record, Miriam reconoce que “sentirte a gusto puede tardar dos días o un año”. Para ingresar a la playa nudista no hay que llevar encima ningún papel ni llenar formulario alguno, salvo respetar las normas de convivencia. Admiten que, algunas veces, a las playas nudistas van “mirones”, que pueden estar vestidos o desnudos. “Se les nota por la actitud que tienen. El mirón se descubre enseguida porque no tiene la filosofía del nudista. Las reglas dicen que no podemos mirarnos de manera de poner nervioso al otro. El nudismo es algo natural, algo que se hace con respeto. Si hay un mirón, le decimos que se tiene que ir si no cambia su actitud.”

¿Qué pasa en una playa nudista si un hombre tiene una erección? El que contesta la pregunta es Antonio, quien actúa la respuesta, claro que, sin erección: “Los consejos que damos es que se cruce de piernas, que se tape con la toalla que llevamos a la playa o que se interne en el mar hasta que pase”. Miriam dice que nunca presenció un episodio de ese tipo. “El nudismo te saca todo ese modo ‘textil’ que te lleva a pensar que hay que vestirse de tal manera para gustar, que hay que ser delgada como una modelo. Cuando a vos te ven desnudo, después del primer momento, ya pasó todo. Es más erótico estar vestida como la chica de la foto.” Muestra una propaganda de la gaseosa más popular en la que una mujer resalta con su bikini un cuerpo que desborda cada centímetro de tela.

Antonio admite, en otro momento de la charla, que dentro del nudismo “hay distintas corrientes” y que una de ellas está emparentada con juegos sexuales, con intercambios de parejas. “Nosotros hacemos nudismo naturista, un nudismo familiar. El nuestro es un nudismo que admite la presencia de los chicos que vienen con sus padres. Hay otro tipo de nudismo que es para adultos. El dueño de esos lugares es el que pone las reglas. Lo que hacemos nosotros no tiene nada que ver con eso.” Para evitar confusiones que son “muy comunes”, Antonio aclara también que “naturista no significa vegetariano. Nosotros no comemos milanesas de soja”.

La playa de Villa Gesell cuenta con el respaldo de la Asociación Para Nudismo Naturista Argentina (Apanna), cuyo presidente es Carlos Molteni. La entidad fue la que acordó con la municipalidad de Villa Gesell, en marzo de 2008, la creación del balneario. La Playa Querandí tiene una extensión de 200 metros de ancho a la orilla del mar, pero podría ampliarse a los dos mil. En las primeras semanas, dada la difusión que tuvo el acto inaugural, algunos automovilistas, con camionetas 4X4, se internaban más allá de los límites dispuestos en la playa para garantizar la privacidad de los que practican nudismo. “Hubo algunos incidentes menores, algunos gritos, pero nada demasiado grave”, le dijo a este diario Florencia Brenner, abogada y artista plástica, fundadora de Apanna, quien comenzó a practicar el nudismo en las playas de Francia, con su marido. Los mirones motorizados se limitaban a expresar, a los gritos, algunas frases de mal gusto, pero la cosa está “bastante tranquila”, aseguran Miriam y Antonio. “En realidad, algunas veces, cuando me los crucé, estando yo vestida, esas personas agacharon la cabeza. Claro, unos minutos antes, estaban estirando el cuello hasta tener tortícolis, tratando de espiar tras las dunas.”

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Miriam y Antonio, sin nada que ocultar, respondieron todas las preguntas del cronista.
 
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