SOCIEDAD › EN EL CASO GARCIA BELSUNCE SE BUSCA UN “PEREJIL”

En la guerra de las versiones

Se echó a correr una sospechosa versión que habla de un jardinero como supuesto asesino. Hoy la Bonaerense insistirá con la detención de dos familiares, pero el fiscal aún duda.

Por Raúl Kollmann
y Horacio Cecchi
En un clima de tensión entre el fiscal y los investigadores de la Bonaerense, empezaron a surgir teorías extrañas que suenan mucho a un intento de adjudicarle el crimen a un perejil, en este caso a un jardinero. Ayer empezaron a circular versiones, aunque sin confirmación alguna, según las cuales el fiscal tendría la teoría de que el asesino fue un hombre, ambidiestro, y que incluso los disparos salieron de un arma que era propiedad del matrimonio entre Carlos Carrascosa y María Marta García Belsunce y que el asesino le arrebató a la mujer en el marco de una pelea. En diálogo con este diario un allegado a la familia negó terminantemente que tuvieran arma alguna y sostuvieron que en el country Carmel, como en la mayoría de los countries, los jardineros tienen prohibido el acceso los domingos. En el día de hoy, la Bonaerense insistirá en la detención de al menos dos familiares de María Marta, a los que imputarían el encubrimiento del crimen. Hasta ahora, el fiscal Diego Molina Pico consideró que no hay elementos suficientes para hacer las detenciones.
La versión que se echó a rodar es la siguiente:
u Que María Marta tuvo un altercado muy fuerte con un jardinero hace un par de meses.
u Que el asesino, según pericias que no se explican, sería un hombre que habría disparado con ambas manos. El supuesto sospechoso sería el jardinero.
u Que el arma en verdad era propiedad del matrimonio Carrascosa y que el primer disparo lo hizo María Marta.
u En la pelea que sostuvo con el asesino, éste le arrebató la pistola y le disparó los otros cinco tiros.
De estos datos, hay al menos un elemento objetivo y comprobado que no encaja: en la cabeza de María Marta había cinco proyectiles y en el cuero cabelludo –según la autopsia– se ve claramente una muesca que indica que hubo un sexto disparo que le pegó a la víctima, pero no ingresó en la cabeza. Se sabe que las pistolas calibre 32 sólo tienen cupo para seis proyectiles en el cargador. O sea que la versión es fantasiosa o María Marta se disparó a sí misma en el marco de un forcejeo.
A esto habría que agregarle que un vocero familiar le dijo ayer a Página/12 que el matrimonio Carrascosa no tenía ningún arma en la casa y, agregó, “es una versión totalmente traída de los pelos. No entiendo de dónde sale”.
Respecto del jardinero, lo que no encaja es que el personal de maestranza tiene prohibido, por reglamento de consorcio, ingresar al country Carmel los domingos. Es cierto que puede haber excepciones, sólo con una autorización explícita, y no para entrar a realizar ningún trabajo, ya que la norma es que los sábados y domingos se evitan los ruidos o cualquier tipo de molestias, por lo que justamente se impide el ingreso de personal que no tenga que ver estrictamente con el esparcimiento. En Carmel se les da entrada, por ejemplo, sólo a los caddies y al personal de una especie de spa que existe en el country. Pero no a los jardineros.
Con estos datos a la vista, da toda la impresión de que la versión del jardinero sospechado parece tirada al ruedo porque le puede servir perfectamente a cualquier vecino del country para sacarse de encima el crimen de mayor impacto de los últimos meses. Desde el punto de vista de las evidencias, no hay nada que hasta ahora apunte para ese lado.
Lo que sí puede estar hoy nuevamente sobre el tapete es el tema del encubrimiento. En el último día hábil, el juez porteño Julio Lucini procesó al médico de la funeraria Sierra, Juan Carlos March, y a un gerente de la empresa por falsear la partida de defunción de María Marta. En esa causa no fue imputado el cuñado de la víctima, Guillermo Bártoli, porque la falsedad de documento público se aplica básicamente a quienestienen responsabilidad en la certificación de una muerte, el médico y la empresa funeraria. Pero al quedar claro que el certificado fue trucho -decía que María Marta murió de muerte natural y en la Capital Federal, no en Pilar–, quién lo gestionó –el cuñado Guillermo Bártoli– quedó señalado como la persona que puso en marcha la inhumación del cuerpo en base a una mentira. O sea que el fiscal Molina Pico podría imputarle el haber tapado el crimen. Justamente la Bonaerense viene insistiendo en pedir la detención de Bártoli y también del esposo de María Marta, Carlos Carrascosa por el delito de encubrimiento.

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El country volvió a ser escenario de contradictorias versiones sobre el crimen.
La que se echó a correr con lujo de detalles culpa a un jardinero peleado con la víctima.
 
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