SOCIEDAD

Un policía se llevó presa a una mujer y luego la violó

Una joven fue detenida sin motivo por efectivos de la 2ª de San Vicente, al sur del conurbano. De la seccional la llevaron al hospital para una revisión. Allí, un policía la metió en un baño y la violó. Cuando lo fueron a detener, se pegó un tiro. Quedó herido y está preso. En el barrio dicen que los atropellos policiales son moneda corriente.

 Por Carlos Rodríguez

Noelia Soledad, de 21 años, está sentada sobre un banco de madera en el comedor de su casa de Alejandro Korn, rodeada por más de una decena de personas, entre familiares y vecinos. Todos hablan y gesticulan, menos ella, que parece ausente, mínima si se la compara con la altura de la vivienda, de ladrillo sin revocar, con un techo elevado que no alcanza a ser iluminado por la única luz del ambiente. La historia que repudian todos y que Noelia le contó antes a Página/12, es terrible: ella fue violada, en el baño de un hospital, por un policía que horas después intentó suicidarse cuando sus pares lo fueron a detener en su domicilio (ver aparte). La denuncia de un hecho tan íntimo, tan atroz, que muchas veces se calla por el pudor de la víctima y su entorno, adquiere un inesperado cariz colectivo y público. Lo primero que se advierte es la bronca, que supera al dolor y derriba las trabas. Todos tienen para denunciar algún atropello policial anterior, pero la gota que rebasó el vaso es “lo que le pasó a Noelia”, como repiten unos y otros sin mencionar la palabra maldita. Su padre define el sentimiento general: “Lo que le hicieron es el crimen más terrible y no puede haber impunidad”.
El barrio La Esperanza, en Alejandro Korn, a pocos kilómetros de la quinta de San Vicente que fue de Juan Domingo Perón y que hoy cobija las reuniones del PJ bonaerense, es una zona de casas humildes y calles de tierra. El paisaje cambia abruptamente, a las pocas cuadras, donde comienzan las quintas más o menos fastuosas que ocupan manzanas enteras. “Acá vivimos los ‘negros’ y por eso pasa lo que nos pasa”, dice una de las vecinas, que advierte que “lo que le hicieron a Noelia le pudo pasar a cualquiera de nuestras hijas y por eso estamos acá”. La sórdida trama comenzó a las 3.30 del sábado en Vidal y General Paz, a metros de la bailanta “La Pompeya” y a pocas cuadras de la casa que Noelia comparte con sus padres, tíos y hermanos. Dos policías de la comisaría 2ª de San Vicente, entre ellos el acusado de violación, detuvieron a la joven y a un amigo suyo, Oscar Darío Martínez, de 21, a quien confundieron con un hombre que tiene el mismo nombre, pero 30 años y antecedentes penales.
A Martínez recién lo liberaron el lunes a la tarde y hasta lo sometieron a un reconocimiento en rueda de personas, cuando por la visible diferencia de edad estaba cantado que no era la persona buscada. A Noelia la dejaron ir de la comisaría el mismo sábado, pero le marcaron una herida difícil de cerrar. En la seccional, los jóvenes fueron separados. La chica quedó primero a cargo de una mujer policía, pero a los pocos minutos apareció el imputado, Miguel Angel Rodríguez, cabo primero, legajo 142.258. “Cuando me vio me empezó a hacer caras y me advirtió que tenía que hacer todo lo que él me dijera porque de lo contrario, de ahí no salía más.” La víctima, en un diálogo previo, telefónico, con este diario, relató lo ocurrido con increíble valentía. Después, en su casa, rodeada por sus allegados, pidió salir en las fotos, pero se mantuvo en silencio, ensimismada.
Cuando Noelia quedó a solas con Rodríguez, al retirarse la mujer policía, todo comenzó a complicarse. “Me quiso tocar, le dije ‘qué hacés’ y me repitió que tenía que hacer todo lo que él me pidiera. Hasta me decía ‘mi amor’.” La joven permaneció una media hora en un patio cerrado. Otro policía le tomó declaración y le preguntó “por un chico conocido que se había robado una garrafa”. Después, del supuesto robo se pasó a una presunta investigación por homicidio, del que responsabilizaban a Oscar Darío Martínez, el amigo de Noelia, a quien habían confundido con otro. Del relato de la joven y de su amigo surge que se trató de una detención al voleo, con una acusación volátil.
Más tarde, acompañados por dos policías, entre ellos el acusado de violación, los dos jóvenes fueron llevados al Hospital Rural de San Vicente, para un examen médico de rutina. En ese escenario ocurrió lo peor. Los dos detenidos fueron separados nuevamente y Noelia quedó a solas con Rodríguez. Primero la llevó al reconocimiento médico, del queparticiparon dos profesionales –un hombre y una mujer– cuyos nombres no fueron suministrados. “Me hicieron sacar la ropa, la remera y el pantalón. Quedé en ropa interior y los médicos permitieron que el policía estuviera presente. El agarró mi remera cuando me la saqué. No me revisaron, sólo miraron si tenía algún tatuaje y después me hicieron vestir.” Martínez ya estaba adentro del patrullero, listo para volver a la comisaría, pero el cabo Rodríguez llevó a Noelia en dirección opuesta a la salida.
“Caminamos por un pasillo largo y cuando pasamos por un baño, que era el de hombres, me agarró de un brazo y me hizo entrar. Me dijo que me sacara la ropa y como me negué, me sacó el pantalón por la fuerza. Se sacó el revólver, lo puso en el suelo y ahí pasó todo. Fue un rato y después me sacó y me dijo: ‘Vamos y no digas nada porque si no de acá no salís’.” Se fueron por la puerta de la maternidad y antes de subir de nuevo al patrullero, víctima y victimario se miraron a los ojos: “Yo agaché la cabeza porque él me hacía muecas, se reía, y hacía gestos como diciendo ‘no digas una palabra de lo que pasó’”.
Volvieron a la comisaría cerca de las 7 de la mañana del sábado. Noelia tuvo que soportar nuevos atropellos. El violador la quiso llevar al baño de la seccional, luego trató de convidarla con cigarrillos y después intentó conseguir una cita “en la estación de Alejandro Korn”. Noelia salió cerca de las 7.30, pero otro policía la corrió hasta la vereda y tuvo que volver para que le tomaran las huellas digitales. La retuvieron hasta las 9. En ese ínterin, Rodríguez le compró un alfajor. “Yo lo agarré porque tenía miedo, pero no lo comí, después se lo di a una prima.” Desde la comisaría no la dejaron hablar con su familia. “Me dijeron que iban a comunicarme y no lo hicieron, pero me advirtieron que tenía que decir que estaba ‘en casa de una amiga’.”
Su familia estaba preocupada y su tía, Zunilda Beatriz Ruiz, fue a la seccional 2ª para saber si sabían algo. Negaron la presencia de Noelia, y Rodríguez, “mientras tenía un chupetín en la boca”, le recordó a la chica que tenía que “callarse la boca”. Cuando finalmente salió, Noelia se encontró con su tía, en la vereda. La joven se cayó al piso “por los nervios”. Zunilda la vio “tan nerviosa” que le preguntó “si le había pasado algo”. Entonces “ella se quebró y contó todo”. La tía, acompañada por Julián, el padre de Natalia, fue otra vez a la comisaría. Cuando llegaron, Rodríguez ya se había retirado a su domicilio, en Burzaco, pero igual la comisaría se convirtió en un pandemónium. Zunilda comenzó a insultar a los policías y Julián, fuera de sí, arrojó contra el piso una máquina de escribir, que se hizo pedazos.
Cuando se formalizó la denuncia contra Rodríguez, el comisario Taborda, a cargo de la seccional, ordenó que lo fueran a buscar a su casa y poco después el imputado se pegó un tiro. Sufrió una herida grave, pero sigue vivo y es ahora acusado por la violación. En la casa de los padres de Noelia, los vecinos denunciaron atropellos policiales, detenciones arbitrarias y operativos intimidatorios. “Somos ‘negros’, por eso nos pasa lo que nos pasa”, insistió una de las vecinas. La denuncia por la violación fue presentada ante el fiscal de La Plata Tomás Alberto Morán e interviene el juez Guillermo Atencio. Noelia, su familia y sus vecinos esperan “que se haga justicia”.

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Los vecinos de San Vicente decidieron acompañar y apoyar la denuncia de Noelia Soledad.
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