SOCIEDAD › LA INUNDACION EN SANTA FE PROVOCO NUEVE MUERTOS Y MAS DE CIEN MIL EVACUADOS

Las aguas bajan pero el drama sigue

Ayer salió el sol y el agua comenzó a bajar lentamente. Pero el drama producido por el inédito desborde del Salado crece cada vez más. Hay temores a los saqueos y críticas por la desorganización en la distribución de la ayuda. Reutemann dijo que la catástrofe era como “las Torres Gemelas”.

 Por Pedro Lipcovich

Nueve muertos y quién sabe cuántos bajo las aguas, y cien mil evacuados, y miles de caracolitos desconcertados. Los caracolitos son, según la espontánea metáfora de una voluntaria, los santafesinos que, a pie y cargados de lo que pudieron salvar, recorren las calles todavía secas. El agua empezó muy lentamente a bajar, después de que se dinamitaron los terraplenes que impedían su drenaje, pero “pasarán por lo menos diez días hasta que se retorne a una pseudonormalidad”, según el Instituto Nacional del Agua. El torrente que más se encrespaba ayer en Santa Fe era el de las críticas al “desorden” y “distribución inadecuada” de la ayuda a los evacuados por parte del gobierno provincial. Los saqueadores levantan los techos de las casas abandonadas para robar, por lo cual se mantiene el toque de queda nocturno para embarcaciones –que son hoy los únicos vehículos aptos en Santa Fe–. La inundación ha llegado también, como casi nunca, a la clase media, “gente que jamás pasó por una situación así y les da una vergüenza terrible tener que pedir”, comentó una voluntaria en un centro de evacuados. Las clases están suspendidas, la luz sigue cortada y los supermercados empezaron a racionar la venta de alimentos.
Hasta anoche, los muertos registrados eran nueve; otras tres personas estaban oficialmente desaparecidas y se temía que, cuando por fin bajen las aguas, se revele la presencia de más cadáveres. Una de las fallecidas tenía un año y medio y se llamaba Priscila Andino: murió de hipotermia, mientras la familia la llevaba a un centro de evacuación. Los otros muertos identificados son Carlos Carpes, de 59 años, Angel Gramajo, de 92, Julia Peirano, de 72, Amalia Oliva, de 63, Dora Benítez, de 85, y María Chamorro, de 80.
Edgardo Berli, ministro de Obras y Servicios Públicos de Santa Fe, afirmó ayer que “el agua está descendiendo lentamente” en la capital provincial, pero admitió que “falta para que los evacuados puedan regresar”. Explicó que la bajante se debe a la voladura de terraplenes de rutas y observó que “el agua entró por el norte, donde había pocos terraplenes porque eran lugares poco frecuentes de inundación”.
El Instituto Nacional del Agua advirtió ayer que el nivel del río “no comenzaría a descender antes del domingo” y que “por la magnitud del desastre el retorno a una condición de pseudonormalidad no va a producirse antes de los 10 días desde hoy”.
Según el gobierno provincial, “funcionan 115 centros oficiales donde hay alojadas 29.000 personas, pero otras 90.000 estarían autoevacuadas en casas de familiares o amigos”. Una tercera categoría, según comentó a este diario la docente Nélida Carbognani, voluntaria en un centro de atención, la de los que “parecen caracolitos, deambulando por la calle con sus pertenencias, los colchones a cuestas, los bolsos con ropa; no quieren ir a los centros y dan vueltas o se quedan a vivir en las plazas”.
Y llega otro grupo de evacuados: “Los hombres que se quedaron sobre los techos de sus casas, después que evacuaron a sus familias, para que no les robaran. Terminan por aceptar que los trasladen porque están muertos de frío, sin comida ni agua, tienen síntomas respiratorios y necesitan atención médica”, contó la voluntaria. Los saqueadores, en botes y lanchas, levantan los techos, ya debilitados por la correntada, para entrar. Ayer fueron detenidas “varias personas en actos de pillaje”, y rige el toque de queda para circular de noche con embarcaciones.
Entretanto, arreciaban las críticas a la organización de la ayuda a los damnificados. “Hay mucho desorden y responsabilidades de las autoridades comunales y provinciales: los alimentos no se distribuyen adecuadamente”, afirmó María Angélica Maonel, directora de la Escuela de Servicio Social. También denunció a “comerciantes inescrupulosos que venden el kilo de pan o el litro de leche a tres pesos”. Y el director de Cáritas Santa Fe, Aldo Lucrano, sostuvo que “hay mucho desorden en los centros de evacuados”. Una reunión de vecinos criticó al intendente Marcelo Alvarez, “que no lo hemos visto en ningún lugar de la ciudad”. El gobernador Carlos Reutemann sostuvo que “este fenómeno hídrico, en su magnitud, hay que compararlo con lo ocurrido en las Torres Gemelas de Nueva York”. El gobierno nacional otorgará a la provincia un fondo de 20 millones de pesos para la emergencia, y gestionará la activación de un crédito de 120 millones de dólares del Banco Mundial.
Una particularidad de esta inundación es que no sólo afectó a los pobres: zonas de clase media y hasta media alta resultaron anegados. La voluntaria Carbognani comentó que “recibimos mucha gente que jamás pasó por una situación así y les da una vergüenza terrible tener que pedir”, y señaló que “la mitad de los docentes de mi escuela lo perdieron todo”.
Anoche seguían anegado el centro de la ciudad, con hasta medio metro de agua; del estadio de Colón de Santa Fe sólo podían verse las tribunas. Los accesos a la ciudad estaban cortados y sólo se podía llegar desde Paraná. Las clases están suspendidas. La luz no se repuso. En cambio, por fortuna, sigue funcionando la red de agua potable. Pero los supermercados, por falta de existencias, ya están racionando la venta de alimentos.

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En las zonas inundadas hay toque de queda nocturno para las lanchas por el miedo a que se produzcan saqueos o robos a las casas.
 
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