SOCIEDAD › MANGERI DECLARó QUE LA CAUSA ES UN ARMADO EN SU CONTRA Y ACUSó HASTA AL PROPIO JUEZ

El encargado culpa a todos, menos a él

En su primera declaración como imputado, el portero dijo que es inocente, insistió en que fue víctima de un apriete de la policía y también de la fiscal. Sentado frente al juez, lo acusó de haberle plantado las pruebas de ADN. Y se negó a contestar preguntas.

 Por Raúl Kollmann

El encargado Jorge Mangeri dijo que no vio a Angeles Rawson el 10 junio, día del asesinato, que no tuvo nada que ver con el crimen de la chica y que lo apretaron, sucesivamente, una vez la Policía Federal en la calle, luego dos efectivos de Homicidios dentro de la fiscalía, a continuación la propia fiscal y todo lo redondeó el juez, según su versión, plantándole los estudios de ADN. Es decir que fue víctima de un complot muy amplio para achacarle el homicidio. Como adelantó Página/12 en exclusiva, Mangeri no aceptó responder preguntas, algo que le hubiera sido muy difícil sin entrar en numerosas contradicciones y en notorios vacíos.

La declaración de Mangeri se centró en dos elementos:

  • No vio a Angeles aquel lunes, dijo que había abandonado el hall a las 9.30, antes de la hora que la chica volvió de la clase de gimnasia, y sostuvo que tampoco vio a Dominga, empleada doméstica de la familia de la adolescente, pese a que la tarjeta SUBE documenta que llegó a las 8.45. En su primera declaración, la que ahora está invalidada porque se le tomó como testigo, Mangeri afirmó que vio llegar a Dominga. Ahora afirmó lo contrario. En resumen, el encargado no dijo nada de nada sobre lo ocurrido el día de la desaparición de Angeles.

  • El segundo eje de su declaración de ayer fue acusar a todos los protagonistas del expediente de apretarlo, intimidarlo y sembrar pruebas falsas en la causa. En este terreno cambió casi todo lo que dijo en su declaración como testigo y hasta obvió el hecho más grave que denunció aquella vez: había dicho que el viernes 14 de junio, antes de que fuera a declarar, lo picanearon –después dijo que no fue picana, sino que lo quemaron– dentro de un patrullero en el mismo atardecer en que lo llevaron a declarar. Esta vez aseguró que lo llamaron por teléfono a su celular y lo pasaron a buscar en un patrullero, pero que luego lo sometieron a una especie de tortura psicológica dentro de la misma fiscalía, en la que lo dejaron solo con dos hombres de la Policía Federal. Esos efectivos lo convencieron de que se autoincriminara señalándole que de lo contrario iría presa su esposa, que estaba –y está– enferma.

Mangeri admite que confesó aquella noche, pero que lo hizo sometido a este apriete. También repitió que fue intimidado en la calle por dos ocupantes de un Polo oscuro –antes dijo que fue uno solo–, que lo pararon y sin bajarse del auto lo increparon: “Hijo de puta, hacete cargo, si no va a ser peor”. En su declaración como testigo dijo que eso ocurrió el miércoles a la mañana, cuando estaba baldeando en el edificio de enfrente donde también trabaja; esta vez rectificó: fue el jueves a la madrugada, cuando estaba yendo a una clínica. En su declaración original afirmó que el único ocupante del Polo le dijo “te conviene ir a declarar” y esgrimió una pistola y un cuchillo. Ahora eran dos, no había cuchillo y le dijeron algo muy distinto.

Sin duda, el momento culminante de la declaración de Mangeri fue cuando embistió contra una de las principales pruebas en su contra. Dijo: “No sé por qué hay ADN mío debajo de las uñas de Angeles. Nunca tuve contacto físico con ella. Ni ese día ni en ningún momento. Creo que usted (por el juez) o alguno de sus auxiliares armaron esta causa y plantaron mi ADN debajo de las uñas de Angeles”.

–¿Pero usted me está imputando a mí? –reaccionó el magistrado.

–Sí –asintió Mangeri, moviendo también su cabeza en señal afirmativa.

La defensa del encargado trató de intervenir para rebajar la controversia, entre otras cosas porque en aquel momento –los días de la autopsia y la extracción de sangre–, el juez Ríos estaba de licencia, de manera que no intervino en ninguna de esas medidas.

Mangeri cambió entonces el enfoque: “Puede ser que haya sido un error en los estudios de ADN”, se rectificó.

Una característica asombrosa de la declaración de Mangeri fueron los términos que utilizó. “Se me imputa un hecho sobre el que no tengo responsabilidad”; “fui privado de mi libertad”; “una señora rubia que dijo ser fiscal”, todas frases que no dan con el perfil que su propia familia esbozó: la de un encargado con poca cultura y bonachón. La impresión que dejó ayer es de que venía con un libreto muy aprendido y una singular dureza, al punto que desafió al juez con llamativa frialdad.

Otro aspecto incongruente con la estrategia de la defensa es que nunca se hizo ninguna denuncia por apremios ilegales o torturas o por presiones de algún tipo. Se abrió una causa paralela, pero por iniciativa de una funcionaria del Ministerio de Seguridad, Cristina Caamaño, quien dijo que si alguien daba una versión como la de Mangeri debía investigarse el comportamiento de los policías. Ni al día de hoy se sumó la defensa de Mangeri a la denuncia y, en su momento, los médicos que analizaron las lesiones descartaron que fueran producto de picanas o quemaduras de cigarrillos. Por otra parte, el encargado afirma que los aprietes ocurrieron en la propia fiscalía –nunca estuvo detenido, por ejemplo, en una dependencia policial–, un ámbito muy chico, en el que los funcionarios judiciales están casi pegados uno al lado del otro.

Finalmente, Mangeri no dijo nada ni aceptó preguntas sobre una larga serie de indicios que hay en su contra: su visita al primo policía, la pérdida del celular, la pérdida de la tarjeta SUBE, las lesiones en su cuerpo, el pedido a los vecinos de que saquen la basura más temprano aquel día y una larga serie de contradicciones entre las distintas versiones que fue esgrimiendo.

La familia ofrece sacarse sangre

En uno de los tramos de su declaración de ayer, Jorge Mangeri insistió con la idea de que “ésta es una causa armada y usted (mirando al juez) no investiga el círculo íntimo de Angeles”. Pocos minutos más tarde, el padrastro, Sergio Opatowski, manifestó que toda su familia se ofrece voluntariamente a sacarse sangre para que se hagan los estudios de ADN que se requieran. Opatowski confirmó en la entrevista que le hizo C5N que dio autorización para que su hijo Axel –un menor de 17 años– declare la semana próxima. Eso sí, la fiscal Paula Asaro pedirá que se realice en Cámara Gesell. Axel estaba en la vivienda de Ravignani aquel 10 de junio, pero el testimonio de la doméstica lo ampara: Dominga sostuvo que el adolescente no fue al colegio, se quedó durmiendo, porque estaba afiebrado.

Las mayores expectativas están ahora puestas en el dictamen de la junta médica convocada por el juez que debe pronunciarse sobre aspectos clave del caso: cómo murió Angeles, cuándo y si hubo tentativa de abuso sexual o no. Todo indica que la junta señalará que hay indicios de que el crimen se produjo en el marco de una tentativa de abuso sexual.

Inspección en el edificio

Los camaristas que resolverán las apelaciones al procesamiento de Jorge Mangeri por el crimen de Angeles Rawson realizarán el martes una inspección ocular en el edificio de Ravignani 2360. Los miembros de la Sala VI de la Cámara Nacional de Apelaciones le pidieron al juez de la causa que “arbitre los medios” para la realización de la inspección. Marcelo Lucini, Mario Filozof y Matías Pinto accederán, dos días antes de la audiencia con las partes, al edificio donde vivía la víctima y trabajaba el sindicado victimario.

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La declaración de Mangeri generó gran expectativa periodística, aunque se preveía que no iba a decir nada nuevo en la causa.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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