SOCIEDAD › PROPUESTA PARA VEDAR LOS SIMBOLOS RELIGIOSOS EN LAS ESCUELAS

El velo de la discordia en Francia

Una comisión de “sabios” creada para darle fin a la polémica por el uso de los velos musulmanes en las escuelas propuso prohibir cualquier símbolo religioso en los colegios.

 Por Eduardo Febbro

La República francesa tiembla bajo un simple pañuelo, un foulard, como se dice en francés. El llamado “velo islámico” que suelen llevar las mujeres musulmanas ha sembrando una discordia a la vez política, social y religiosa cuyo epílogo desembocó en un informe de 68 páginas elaborado por una comisión durante tres meses que propone pura y simplemente que se adopte una ley que prohíba en las escuelas tanto el velo islámico como otros símbolos religiosos ostensibles, desde la kippa judía hasta las cruces cristianas.
La controversia se produce en un momento donde el debate sobre los valores laicos de Francia se mezcla con una repetida serie de agresiones raciales de todo tipo. Discriminaciones, insultos, incendios de escuelas y edificios religiosos, profanaciones de cementerios, improperios entre intelectuales árabes y judíos, cruce de espadas dignos de la Edad Media entre diferentes medios de comunicación escrita a propósito del Islam o el antisemitismo se han convertido en el “pan sagrado” de cada día. El tema de los “símbolos religiosos”, encarnado en el velo islámico, viene a completar un clima ya cargado que obligó a los poderes públicos a buscar una salida que asombra a los vecinos europeos de Francia: en lugar del multiculturalismo o el comunitarismo vigente en países como Gran Bretaña, Francia elige legislar para defender la laicidad.
El comité de sabios que entregó su informe sobre la laicidad –la Comisión Stasi, presidida por el mediador de la República, el centrista Bernard Stasi– recomendó la adopción de una ley mediante la cual se definan los valores de la laicidad y reintroduzca en las escuelas reglas de neutralidad religiosa. Los sabios proponen así que en las escuelas se prohíba la “ropa” o los signos religiosos ostensibles, pero permiten no obstante que se admita una serie de “símbolos discretos” como las medallas, las cruces pequeñas, las estrellas de David, manos de Fátima y hasta un Corán “pequeño”.
El presidente Jacques Chirac es el único que puede tomar la decisión de aceptar las recomendaciones o rechazarlas y, según anunció, lo hará respetando “los principios republicanos y la exigencia de unidad nacional”. Una encuesta de opinión efectuada el pasado fin de semana muestra que el 57 por ciento de la población quiere que se implemente una ley que prohíba el velo islámico en las escuelas. Aplicado desde 1905, el principio de laicidad se ve “amenazado” por la aparición del velo. En los últimos meses, el uso del velo por parte de las mujeres musulmanas introdujo un debate incendiario y dio lugar a una serie de enfrentamientos con claros ecos religiosos. El Ministerio de Interior reveló que a lo largo de 2003, 1250 niñas se presentaron en las escuelas públicas con el velo puesto y que cuatro de ellas fueron expulsadas de los establecimientos por negarse a sacárselo.
Los redactores del informe sobre la laicidad alegan que el “gran desafío” de la actualidad consiste en “dar un espacio a nuevas religiones y lograr la integración luchando contra las instrumentalizaciones político-religiosas” tan comunes en estos tiempos. A fin de no herir la sensibilidad de unos y otros, la Comisión Stasi recomienda que se adopten como días festivos en todas “las escuelas de la República” la fiesta judía del Yom Kippur y la musulmana Aid-El-Kebir. Los sabios también proponen la elaboración de una “Carta Magna de la laicidad”, en la cual se definan las obligaciones y los derechos de los ciudadanos franceses y se estipule el “estricto respeto” del principio de neutralidad para todos los funcionarios públicos.
El trabajo de la Comisión Stasi abarca otros sectores además de las escuelas: hospitales, educación, empresas, comedores o cárceles figuran en las 68 páginas de un informe que intenta poner punto final a una polémica que surgió en enero pasado y que no ha hecho sino ampliarse y derivarse con el correr de los meses y las provocaciones de todo tipo.
Es lícito reconocer que en muchos casos el uso del velo islámico u otras exigencias aparecieron más como provocación que como un signo de pertenencia confesional. Hace unos meses, varias mujeres musulmanas se presentaron en los hospitales exigiendo ser atendidas únicamente por mujeres. En este contexto, el informe preconiza que se amplíe la ley a los medios hospitalarios a fin de recordar a los enfermos que no se puede “rechazar al personal médico”.
Con todo, el tema central es la cuestión del velo y los problemas planteados por la integración de los musulmanes inmigrados y sus hijos. Aislados a menudo en sórdidos suburbios, rechazados por la sociedad, replegados en comunidades cerradas, los inmigrados musulmanes –en Francia hay 5 millones de musulmanes– y sus descendientes se enfrentan con una sociedad que en los últimos años les cerró la puerta de sus valores y sus privilegios. Lejos de ignorar estas realidades, la Comisión Stasi reconoce la existencia de conductas que “atentan contra la laicidad” y cuyas causas son “las dificultades de integración”, “las condiciones de vida en los suburbios”, “las discriminaciones” y también “la acción de grupos extremistas” que “ponen a prueba la resistencia de la República”.
Por esta razón, la cuestión del velo islámico es para los sabios un tema que atañe no ya a “la libertad de conciencia sino al orden público”. En suma, el texto intenta reforzar la laicidad, es decir, la universalidad de los valores de la República frente a las constantes tentaciones del “comunitarismo”. El velo islámico se percibe así como una de las “manifestaciones” más peligrosas de ese comunitarismo a menudo impulsado por grupos extremistas o impuesto por el núcleo familiar. “Vivir en común en una sociedad diversa” es la ambición principal del texto que el presidente deberá aprobar dentro de una semana. En 1905, cuando se adoptó la ley sobre la separación de la Iglesia y el Estado, el peso de la Iglesia Católica era considerable. Hoy, sin embargo, las cosas han cambiado y Francia cuenta con la comunidad judía y musulmana más importante de Europa. El discurso racista de la extrema derecha francesa, el impacto que tienen en la sociedad los conflictos armados que azotan al mundo árabe musulmán y las manifiestas injusticias que padecen muchos países árabes “castigados por Occidente”, así como el trabajo “profundo” de las redes fundamentalistas, desencadenaron una ola de reacciones a menudo radicales. Las tensiones comunitarias se reflejan plenamente en las escuelas francesas y el velo islámico no es más que el “objeto visible” de un antagonismo en perpetua gestación.
La Comisión Stasi intenta despejar algunas reglas del juego para vivir sin antagonismos destructores la “diversidad espiritual”. El peso del mundo y su corolario de injusticias y discriminaciones ha terminado por dinamitar en Francia el ya frágil territorio de la convivencia entre comunidades de distintos orígenes.

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