SOCIEDAD

Otro bonaerense prófugo con ayuda después de tirar una piedra 9 mm

Un sargento de la Bonaerense asesinó a un joven e inventó una explicación insólita que la Justicia no cuestionó. Está prófugo.

Por Diego Martínez

Justo cuando el policía asomó su nueve milímetros por el ventiluz una piedra impactó en su antebrazo derecho. De casualidad tenía el dedo índice en el gatillo. Sin querer se le disparó el arma y la bala dio justo en la nuca de un supuesto ladrón. Parece sólo una burla pero es aún peor: el relato de un asesino que con la protección de la Policía Bonaerense está prófugo desde septiembre. Según las pericias, el disparo se hizo desde una distancia menor a 50 centímetros y antes de morir el joven fue golpeado en la cara y los hombros. La víctima, Gerardo Daniel Barberán, tenía 20 años y trabajaba de mecánico con su padre. El victimario, Víctor Hugo Filippón, tiene 41 y hasta agosto fue sargento primero de la comisaría 1ª de Avellaneda.
El asesinato fue el 20 de enero del año pasado a las dos de la madrugada en la vereda de la casa del policía, en Jean Jaurés 1937 de Valentín Alsina. Según el parte de la comisaría 7ª Villa Industriales, el policía sintió ruidos, se asomó por una ventana del primer piso y vio tres personas, una sentada en su Ford Escort. Se identificó, dio la voz de alto, pero alguien que no vio le tiró una piedra que pegó en su antebrazo, “lo cual hace accionar” su arma. A las 4.30 llegaron el fiscal Andrés Martín Devoto y su secretario Alejandro Castro Olivera. El subcomisario González, a cargo de la 7ª, les relató que cuando Filippón vio “al sujeto que agonizaba” llamó por teléfono “a la ambulancia y a la comisaría”. Es más que probable que el orden no sea exacto: dos policías contaron que recién cuando llegaron al lugar pidieron una ambulancia, y el propio Filippón esa misma tarde omitió relatar ese llamado. Salvo que los tres hayan mentido, el asesino sólo llamó a su gente de confianza.
Devoto secuestró el arma y “una piedra de mediana dimensión”. Calificó la causa de homicidio culposo, “causa SI excarcelable”, según escribió. En el relato vespertino, Filippón hizo otro aporte memorable: “En ningún momento quiso disparar y si hubiese querido resulta imposible debido a que no existe ángulo, ya que no puede sacar la cabeza por dicho ventiluz”. Nadie le preguntó para qué asomó el arma si no podía ver a quién disparaba.
Al día siguiente, cuando la madre de Gerardo fue a denunciar su desaparición en la comisaría 9ª de Caraza, Lanús Oeste, “me basurearon, me preguntaron si mi hijo era mogólico que no sabía cuidarse solo”, contó. Un día después fueron a los tribunales de Lomas de Zamora a presentar un habeas corpus. Los recibió Olivera, el secretario del fiscal, que después de hacer memoria preguntó “qué zapatillas tenía”. Cuando el padre las describió dijo: “Me parece que hay algo, es muy parecido a usted (dirigiéndose a la madre), vaya al subsuelo que la van a llevar a la morgue”. Los padres de Gerardo y su hermana de 23 años tragaron saliva y bajaron solos los cuatro pisos. A la morgue sólo dejaron entrar al padre. “Gerardo estaba con otros cuerpos, ya en estado de descomposición, porque no había heladera”, relató. Cuando la madre fue a denunciar el asesinato a la comisaría 7ª, la recibieron con la misma sorpresa que el secretario: “¿Cómo se enteró?” Después le preguntaron si había denunciado la desaparición. “Sí, en la 9ª”, dijo la mujer. “Qué raro, esa mañana llevamos un informe a todas las comisarías de la zona denunciando la aparición de un NN y no nos dijeron nada”, le respondieron. Dos semanas después recibieron un llamado de la 9ª: “¿Y señora, encontró a su hijo? No vaya a ser cosa que lo estemos buscando y esté lo más pancho durmiendo en su casa”. Quien formuló la pregunta todavía atiende el teléfono en esa seccional.
La investigación durmió hasta mayo, cuando intervino el abogado Miguel Angel Iluchko. Recién entonces dos médicos certificaron que el disparo se efectuó desde una distancia “inferior a 50 centímetros”. Uno de ellos destacó “la cantidad de lesiones que presentó el cuerpo en su rostro y hombro, todas recientes al momento del examen” y puntualizó que “la que posee en el labio superior es producida por un elemento duro y de manera contundente o violenta”. Tras las declaraciones se recaratuló el caso como homicidio simple. El secretario Castro Olivera explicó a Página/12 que si bien el relato les pareció inverosímil no podían ordenar la detención del policía hasta no tener el resultado de las pericias. También comentó que Filippón es “un tipo querido, bien conceptuado, con muchos amigos en la bonaerense”. El 25 de septiembre se libró el pedido de captura. Cuando el titular de la 1ª de Avellaneda, comisario Angel Manino, recibió la orden para detener a su subordinado, rápido de reflejos advirtió: “Ayer pidió licencia”. “Según el expediente se lo buscó en Mar del Plata, Capital y Avellaneda, pero todo sugiere que lo buscan con muy poco énfasis”, destaca Iluchko, quien chequeó que al menos hasta noviembre Prefectura no había recibido la orden de detención.
La primera vez que los padres de Gerardo se animaron a pasar frente a la casa del asesino de su hijo, el conductor de una furgoneta los siguió mientras hablaba por handy. Luego recibieron varias amenazas telefónicas y el coche que el padre usa como remís fue seguido por autos con vidrios polarizados. A fines de diciembre, cuando consiguieron una foto de Filippón y empapelaron el barrio con afiches, desconocidos balearon el portón de su casa. Desde entonces tienen custodia policial permanente. Hoy se cumple el primer aniversario del asesinato de Gerardo.

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Los familiares pegaron afiches de denuncia contra Filippón.
 
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