SOCIEDAD › DOS POLICIAS ACUSADOS DE ASALTAR Y BALEAR A UN JOVEN

Un robo en nombre de la ley

La Justicia detuvo a dos bonaerenses acusados de robar a un grupo de jóvenes en Wilde, con sus uniformes puestos. Uno de ellos se resistió y recibió un balazo en la cabeza. Está grave.

 Por Horacio Cecchi

Cuando en su carta pública, Su Giménez dijo no entender “que se le tenga más miedo a la policía que a los delincuentes”, desde distintos cenáculos administrativos despotricaron molestos. El Fantasma se encargó de confirmar las dudas de la diva y de muchos otros no tan conocidos. “El Fantasma” es el cabo primero Daniel Mansilla, del Comando de Patrullas de Monte Chingolo. El sábado pasado, junto con el agente Atilio Lescano, salió dispuesto a hacer respetar el uniforme. Se topó con cinco chicos que salían de un pool. Los amenazaron con sus armas y les quitaron las billeteras, según consta en la causa. Uno de ellos, Luis Tarragona, cuando vio que le sacaban la plata protestó. “El Fantasma” respondió pegándole un tiro en la nuca, de acuerdo al relato de otro del grupo. Los policías huyeron y al día siguiente se presentaron a trabajar como si nada. Fueron detenidos. Mansilla es conocido en el barrio por sus aprietes. Con la víctima en coma, Felipe Solá resolvió echar un manto sobre “El Fantasma” y su compinche y los suspendió en sus funciones. Los vecinos organizaron una marcha para reclamar al jefe del Comando “que limpiara la zona de policías borrachos y faloperos”. El comisario respondió: “Denme 15 días. Voy a ver si puedo hacer algo”.
Camino General Belgrano, sobre el límite entre Monte Chingolo y Wilde. Los vecinos conocen la zona como tierra de nadie. Están equivocados. En Fabián Onzari (ex Cadorna) y Camino General Belgrano, el 23 de julio del ‘95, un operativo de la 6ª de Lanús entró en la pizzería Cadorna, según dijeron, en la búsqueda de patoteros. Javier Rojas Pérez no era patotero sino músico. El agente Diego Centurión interpretó mal su actividad, lo tomó del pelo y lo mató de un tiro en la nuca. Lo condenaron a tres años.
La historia demuestra que la zona no es tierra de nadie sino que está custodiada por centuriones y fantasmas: apenas a dos cuadras, sobre Chilavert y el Camino, en la madrugada del sábado pasado, la vereda del pool Mustang fue escenario de otro hecho semejante.
Luis y otros cuatro amigos se habían reunido a cenar en su casa. Después, pasaron por un pequeño pool. Dos de ellos se abrieron del grupo y decidieron reencontrarse, más tarde, en el Mustang. Cuando se volvieron a ver allí, alrededor de las tres de la mañana, los dos que se habían apartado relataron una experiencia inolvidable: fueron asaltados por dos policías vestidos de uniforme. “Uno era el Fantasma”, dijo uno de ellos. Al cabo primero Daniel Mansilla, del grupo de choque Marea Azul y con destino en el Comando de Patrullas de Monte Chingolo, lo conocen en el barrio desde hace tiempo como “El Fantasma”, por su aptitud para aterrar con sus apariciones nocturnas.
Alrededor de las cuatro y media de la madrugada, los cinco amigos salieron del Mustang. “Caminamos por Chilavert hasta el Camino –dijo a Página/12 uno de ellos–. Cuando llegamos a la esquina vimos a los dos policías. Se nos vinieron corriendo como una tromba con las armas en la mano”. Los dos chicos de la experiencia previa corrieron cuando los reconocieron. Los otros tres, entre ellos Luis, no atinaron a responder. “¡De rodillas contra la pared!”, les gritó el Fantasma, mientras su coequiper, el agente Atilio Lescano hacía sus primeras armas en el ramo: según los jóvenes, les disparó a los dos que escapaban.
Controlados los tres amigos, los dos uniformados pasaron a cumplir con el trámite correspondiente. “No nos requisaron ni nos palparon –dijo uno de los chicos–. Directamente nos metieron las manos en los bolsillos para sacarnos las billeteras”.
“Luis tenía su documento en una billetera negra –recuerda su madre, Patricia Maristani, de espera desconsolada en el Hospital Fiorito–. Ahí tenía 600 pesos de su sueldo”. Según los jóvenes y otros testigos que se asomaron desde el bar y casas vecinas, cuando el Fantasma metió mano en la billetera, Luis reaccionó. “Ey, ése es mi sueldo”, dicen que dijo. Lo que siguió todavía no tiene otra explicación lógica que una acendrada sensación de impunidad: el Fantasma Mansilla pateó “en el culo a Luis –dijo el mismo testigo–, que se fue contra la pared. Luis le dijo ‘pará un poquito’ y ahí nomás el policía le pegó un tiro en la cabeza”.
Según el informe médico del Hospital Fiorito, Luis ingresó con traumatismo de cráneo con herida de bala, está conectado a un respirador artificial y su pronóstico es reservado. Allí llegó después de ser trasladado en ambulancia a la guardia del hospital vecinal de Lanús.
Entretanto, Mansilla y Lescano abandonaron la escena en colectivo: detuvieron con sus armas y uniformes al interno 38, de la línea 178, mientras eran perseguidos por uno de los amigos de Luis. Más tarde, se presentaron en su destino como si nada. “Nos mandamos una cagada”, le dijo Lescano a un superior, según reveló una fuente de la investigación a este diario. El caso llegó al fiscal de Lomas de Zamora, Andrés Devoto, que ordenó las detenciones y la inmediata pericia toxicológica. Los fueron a buscar al mismo Comando donde estaban en funciones.
Ayer, vecinos, familiares y amigos de la víctima realizaron una marcha desde el lugar del hecho hasta el Comando. Allí los recibió el comisario. “Nos pidió quince días de tiempo”, dijo uno de los vecinos.
–¿Para qué?
–Para limpiar la zona de policías borrachos y faloperos.
–¿Por qué tanto tiempo?
–Dijo que iba a ver si podía hacer algo.
“No merecen ser policías”, aseguró el gobernador Felipe Solá, dos días después del hecho, con Luis en coma y enterado por los medios. Ordenó que le acortaran la sábana al Fantasma y su coequiper: los dos policías fueran sumariados y suspendidos.

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Luis Tarragona está internado en el Hospital Fiorito, de Avellaneda, donde se encuentra en coma.
 
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