SOCIEDAD › DETIENEN A UN JEFE DE LA BIBLIOTECA NACIONAL FRANCESA

El lobo que cuidaba libros

Era el encargado de conservar valiosos manuscritos e impresos históricos. A su cuidado estaba la Biblia de Gutenberg. Está acusado de robar obras que hasta se subastaron en Christie’s.

 Por Eduardo Febbro

Incidente poco común en los legendarios y tranquilos corredores de la Biblioteca Nacional Francesa (BNF), un grupo de agentes pertenecientes a la Brigada de Represión de la Delincuencia irrumpió hace unos días en los locales de la sacrosanta biblioteca para arrestar a Michel Garel, el jefe del departamento de manuscritos de la BNF. Acusado por un juez de “robo agravado”, Garel robó y mutiló cinco manuscritos, principalmente textos religiosos de los siglos XIII, XIV y XV, y está detrás de la desaparición de centenas de otras obras. Hasta el día de su detención, Garel era un reconocido especialista que, desde 1980, dirigía el fondo de los manuscritos hebreos de la biblioteca. La policía francesa empezó a investigar las desapariciones a partir de febrero pasado, cuando una carta anónima llegó a la dirección del establecimiento para denunciar ciertas anomalías en las colecciones de libros antiguos y, especialmente, el remate de un manuscrito de gran valor. Los responsables no ignoraban la misteriosa ausencia de centenas de documentos pero, hasta ese entonces, habían guardado silencio. El robo y el posterior remate de una Biblia del siglo XV fue la gota que hizo reaccionar a los expertos. Según reconoció un responsable de la BNF, “la investigación atañe las desapariciones registradas desde 1991. La cifra es impresionante y nada tiene que ver con la hipótesis de investigadores aislados que habrían robado los libros en el curso de las consultas”.
Constituido desde el siglo XIV por decisión del rey Charles V el sabio, el fondo de manuscritos hebreos está considerado como uno de los más ricos del mundo. Consta de 1400 obras provenientes de varias culturas: Yemen, Bizancio, Africa del Norte, Europa central, Francia, Alemania, Gran Bretaña. En un catálogo reciente elaborado por el mismo Michel Garel, el especialista había detallado los temas tratados en esos preciosos libros: “Biblia y comentarios, Talmud y derechos civiles y religiosos, teología, cábala, filosofía, ciencias y medicina, gramática, historia, poesía”. El fondo contiene desde la edición original de la primera Biblia impresa por Gutenberg, pasando por un tratado de medicina en hebreo impreso en Nápoles en 1491, un fragmento de la Torah impreso en Constantinopla en 1505 hasta una gramática publicada en Basilea en 1551 en cuya página derecha el texto está en latín y a la izquierda en hebreo.
El hecho de que el robo de los libros se haya vuelto público es inédito. Hasta ahora, a pesar de los casos similares constatados, siempre se prefirió mantener los escándalos dentro del círculo. El director del establecimiento, Jean-Noël Jeanneney, reconoce que “es posible que en la historia de la biblioteca se haya preferido no hablar demasiado de incidentes como éste. Pero yo no quiero esconder el polvo debajo de la alfombra”. Jeanneney derribó el muro de silencio que rodeaba la santidad dudosa de la biblioteca. La carta anónima advertía sobre la venta en la sede neoyorquina de Christie’s de un manuscrito hebreo del siglo XV rematado en el año 2000. La obra estaba compuesta por el Pentateuco, las Lecciones de los Profetas, las Lamentaciones y el Eclesiastés. El manuscrito había desaparecido ese mismo año. La rareza de la obra y el precio alcanzado, más de 300 mil dólares, condujeron a los responsables a plantearse de otra forma el “enigma” de la desaparición. En 1998, un trabajo comparativo entre los catálogos y lo que se encontraba realmente en los estantes permitió constatar que faltaban más de cien documentos.
Durante 1998, Michel Garel participó activamente en la búsqueda de los manuscritos faltantes. Según relatan sus colegas, Garel realizó un inventario preciso y consultó y advirtió a los especialistas. Sin resultado. Recién con la venta del manuscrito hebreo del siglo XV identificado como “el lote 52”, los responsables de la Biblioteca Nacional Francesa consiguieron una pista para llegar hasta la fuente de los robos. La obra fue comprada legalmente y salió del territorio francés con un permiso que cumplía con todos los requisitos. La policía siguió la pista hasta dar con el primer comprador del documento. No sin estupor, los investigadores descubrieron que el manuscrito estaba acompañado por un certificado de autenticidad “destinado a la venta de la obra” firmado por el mismísimo Michel Garel. Las verificaciones siguientes develaron el misterio. Cuando se comparó el documento real con el que se conservaba en microfilm los expertos notaron que el lote “52” de papel y el de microfilm eran casi los mismos. Sólo mediaba entre ambos un hábil y minucioso trabajo de maquillaje para disimular un poco sus orígenes.
Las sospechas se orientaron rápidamente hacia el jefe del departamento de manuscritos de la BNF. Su tren de vida no permitió encontrar ningún cambio fundamental, a no ser la compra de un departamento adquirido junto a su esposa, otra experta en la materia reconocida internacionalmente.
Advertido del hallazgo del documento “52”, Garel empezó a dar signos de una repentina agitación. Sin embargo, colmo de impunidad, el pasado 14 de mayo Garel se vistió con los ropajes de santo para participar en un coloquio europeo consagrado a “La cooperación internacional al servicio de la seguridad de las colecciones”. Pacientemente, Garel escuchó las intervenciones de los expertos: la responsable de la seguridad de Christie’s evocó los problemas que enfrentan las casas de remates con los libros robados, el director adjunto de la Oficina Central de lucha contra el tráfico de bienes culturales presentó un nuevo dispositivo de seguridad. El mismo Michel Garel no se privó de intervenir criticando las razones “diplomáticas” por las cuales los Estados devolvían a otros obras que, según él, pertenecían al patrimonio francés. Ante los asombrados oídos de un policía francés que lo seguía desde hacía varios meses, Garel calificó esas “restituciones diplomáticas” de “robo calificado”. Dos meses y medio después y tras haber reconocido el robo del manuscrito del siglo XV, Garel pasó a formar parte de esos “ladrones de bienes culturales”. La diferencia con los demás radica en que él estaba incrustado en el corazón del sistema. Más aún, debió ser su más celoso guardián.
El problema que se plantea ahora es saber cómo se puede recuperar el documento adquirido por un comprador de “buena fe” por 300 mil dólares. La Biblioteca Nacional Francesa no cuenta con los medios económicos para recuperar la obra a un precio semejante. Además, a fin de disimular las comparaciones con el original, la Biblia vendida en Nueva York en 2000 sufrió una importante serie de mutilaciones. La historia de Michel Garel recuerda la del conde Guillaume Libri. A mediados del siglo XIX, el conde, cuya misión consistía en realizar inspecciones en todas las bibliotecas de Francia, se tomó ciertas libertades con sus gustos personales. Denunciado como Garel mediante una carta anónima, el conde Guillaume Libri se había robado, entre otros tesoros, el manuscrito original de la Divina Comedia de Dante, dibujos y textos de Leonardo Da Vinci y textos de Calvino. El conde se escapó de París atravesando el Canal de la Mancha. Una vez en Gran Bretaña vendió su fabuloso tesoro y cuando alguien lo interpelaba por lo que de él se decía en Francia, Guillaume Libri decía: “Soy una víctima de la calumnia y de las revoluciones”.

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Michel Garel era el responsable de una valiosa colección de la Biblioteca Nacional Francesa.
 
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