SOCIEDAD › ARNAUD BLIN Y GERARD CHALIAND, ESPECIALISTAS EN TERRORISMO

Una historia del terror

Asimétrico, esencialmente violento, muchas veces desorbitado, el terrorismo es la manera más crítica y criticable de hacer política. Sus raíces son mucho más profundas de lo que se cree: dos autores franceses acaban de publicar una historia del terrorismo que va de la Antigüedad clásica a las mañas de Osama bin Laden.

 Por Eduardo Febbro

Desde París

El siglo XX fue el siglo de las guerras, el siglo XXI será acaso el siglo del terrorismo. Desde los atentados de septiembre del 2001 y la cadena de actos terroristas que le siguió, el terrorismo no sólo modificó las estrategias mundiales y las relaciones de fuerzas entre las diversas regiones del mundo sino, también, el comportamiento de la gente. ¿Qué es entonces el terrorismo, cómo y cuando nació, cuál es su esencia y cuáles sus motivaciones profundas? Para responder a cada una de estas preguntas hace falta contar con una mirada retrospectiva inédita hasta hoy. Es ese precisamente el postulado del voluminoso libro que acaba de aparecer en Francia, Historia del Terrorismo, desde la Antigüedad hasta Al Qaida. Sus autores, Arnaud Blin y Gérard Chaliand, son dos reconocidos especialistas en la materia. El primero es un experto en Medio Oriente y en relaciones internacionales, director asociado del Instituto Diplomacia y Defensa. El segundo es un especialista mundial de los conflictos. A través de un trabajo magistral, ambos autores presentan la cuna y las evoluciones de una práctica que, desde la Antigüedad, ha desempeñado un papel a la vez marginal y central en el accidentado decurso de las sociedades humanas.
–¿Cuáles son los componentes históricos esenciales del fenómeno terrorista?
Blin: –La palabra terrorismo designaba una técnica empleada en el marco de una relación de fuerzas asimétricas, es decir, del débil frente al fuerte. El término terrorismo fue inventado durante el terror de Estado que imperó durante la Revolución Francesa, entre los años 1793 y 1784. En los hechos, el terrorismo protagonizado por grupúsculos que no pertenecen al Estado y el terrorismo de Estado son primos. Los medios empleados pueden ser distintos, pero los objetivos son los mismos. Se trata de aterrorizar a los individuos y a las sociedades en el marco de una lucha sin piedad por el poder. Basta con observar la experiencia de la Revolución soviética para darse cuenta de que el terrorismo de abajo puede transformarse rápidamente en un terrorismo de Estado o terrorismo de arriba. Si el término de terrorismo no aparece sino a finales del siglo XVIII, el fenómeno es tan antiguo como la lucha por el poder político. En todas las sociedades déspotas el terror es una de las técnicas de base empleadas por los dirigentes. En las guerras las técnicas terroristas son parte del arsenal de los estrategas. Los conquistadores mongoles fueron maestros en la materia. El conquistador mogol Tamerlan hacía construir gigantescas pirámides de cráneos en las islas que conquistaba a fin de aterrorizar a sus víctimas para que éstas se rindieran sin combatir. En Europa, en el curso del siglo XX, los estrategas utilizaron el terror contra las poblaciones civiles con medios técnicos ilimitados. El terrorismo es la forma más extrema de la guerra psicológica. Raymond Aron ya dio una definición muy adecuada cuando decía “una acción violenta se denomina terrorista cuando sus efectos psicológicos no tienen ninguna proporción alguna con los resultados físicos”. En suma, a lo largo de la historia las prácticas terroristas fueron empleadas en muchas sociedades. Dos ejemplos notorios son el de los Zelotes y el de la secta ismaelita de los asesinos. Ambos casos son importantes porque tuvieron como escenario tres regiones, la Palestina, Irán y Siria, es decir, las mismas donde hoy se encuentran los focos terroristas. La religión, que desde hace un cuarto de siglo volvió a aunarse al fenómeno terrorista, era uno de los motores de esos movimientos.
–¿Cuáles son las condiciones históricas que favorecieron la emergencia del terrorismo?
Blin: –Existen varias tendencias generales. En primer lugar nos damos cuenta de que los movimientos terroristas aparecen y desaparecen en el curso de los períodos donde se producen grandes transformaciones geopolíticas o crisis. Ese es el caso de los Zelotes, que surgieron cuando la política romana hacia Palestina cambió de rumbo, y el de la secta de los asesinos, que apareció cuando los turcos asentaron su poder en Medio Oriente y desapareció con el avance de los mongoles, que terminaron por barrer la secta. En el siglo XIX, la mayoría de los movimientos terroristas son el resultado del hundimiento de dos grandes imperios, el Otomano y el Austro-Húngaro. La desaparición de ambos imperios favoreció la creación de una multitud de movimientos independentistas en los Balcanes y en Medio Oriente. A finales del siglo XIX, la era de los atentados coincide con la Revolución Industrial, la aparición de las grandes ideologías, la guerra de secesión y la guerra franco prusiana. Los movimientos terroristas que surgieron entre la Primera y la Segunda Guerra mundial son la consecuencia de la Primera Guerra mundial y se alimentan con la rivalidad entre las potencias. Los movimientos de liberación nacional de la era de la descolonización sacaron provecho del debilitamiento de las potencias coloniales durante la Segunda Guerra mundial. Hoy sabemos que un movimiento como Al Qaida, nació en parte, de la rivalidad entre los Estados Unidos y la Unión Soviética en el curso de la guerra fría y se afirmó con el vacío geopolítico que quedó luego de la guerra fría. Globalmente, muy pocos de esos movimientos tuvieron éxito. Los que alcanzaron sus objetivos estratégicos lo hicieron sacando provecho de acontecimientos exteriores, que iban mucho más lejos del marco de sus luchas. El Ejército Republicano Irlandés obtuvo la independencia de Irlanda luego de la Primera Guerra Mundial frente a una Inglaterra cansada, sin voluntad para resistir. En los años ’50 y ’60, muchos movimientos insurreccionales se beneficiaron con el cansancio de los imperios coloniales como Inglaterra y Francia y asestaron golpes psicológicos lo suficientemente duros como para alcanzar una victoria política. Los movimientos que tienen éxito navegan en la dirección de la historia. Grupos como la ETA y los independentistas corsos están condenados al fracaso. Esa es una de las causas por las cuales los grupúsculos terroristas de los años ’70 fracasaron rápidamente. Los movimientos exitosos poseen una espesura social de la que los otros carecen. En la mayoría de los casos, los terroristas no suelen alcanzar sus objetivos. Sin embargo, el fracaso crónico no es una garantía de que el grupo terrorista desaparecerá. Lo riesgoso está en que cuanto más próximos se está del ocaso, más espectaculares serán las acciones que los grupos organizan.
–¿En qué momento de la historia contemporánea se sitúa el corte entre el terrorismo que hoy conocemos y el anterior?
Chaliand: –Nos hemos esforzado en borrar esa imagen según la cual el terrorismo es algo que practican los musulmanes. El terrorismo aparece en todas las culturas. De hecho, el terrorismo moderno comienza entre el año 1878-1880 con los populistas rusos. Fueron ellos quienes recurrieron de manera sistemática a los asesinatos y lo hicieron con un rigor moral que hoy no es ajeno. Cito como ejemplo a ese terrorista que aplazó su acción porque en la carroza no sólo viajaba el Zar sino también su mujer y sus hijos. Esas delicadezas desaparecen a finales del siglo XIX y a principios del XX con la irrupción de los anarquistas. Además, se trata de un fenómeno eminentemente occidental que afectó tanto a Europa como a los Estados Unidos. Luego, la utilización del terrorismo se extendió entre las dos guerras mundiales impulsada por los grupos de extrema derecha. Durante la Segunda Guerra Mundial, la resistencia también empleó tácticas terroristas. El terrorismo contemporáneo se inicia en 1968. Hasta ese entonces, los movimientos de liberación nacional se basaban más bien en técnicas de guerrilla o en una combinación de éstas y el terrorismo. No quiero decir que no se sirvieran de algunas técnicas terroristas sino que, en diferentes proporciones, no eran éstas las que los caracterizaban. En 1968 se plasma entonces el terrorismo contemporáneo con su rama latinoamericana en Brasil y otra en Uruguay con los Tupamaros. Estos grupos sacaron la conclusión de que la guerrilla a la cubana no funcionaba y que había que recurrir al terrorismo urbano. Lamentablemente, el análisis que hicieron los Tupamaros resultó falso. Influenciados por las ideas marxistas leninistas de la época, los Tupamaros pensaron que la democracia uruguaya no era lo suficientemente democrática porque era la democracia de una sola clase. Los Tupamaros apostaron a que recurriendo a la violencia se iba a desencadenar la represión y que esta misma represión mostraría a la masa que el Estado era fascista. Esa dinámica fue un fracaso y, luego de un período de euforia, lo único que provocaron fueron 12 años de dictadura militar. Paralelamente, los Tupamaros fueron imitados en el mundo occidental e industrial por numerosos grupos que se basaron en el mismo análisis aberrante: el Estado democrático no es democrático. La otra rama del terrorismo de 1968 es la Palestina. La primera acción remonta a ese año cuando los palestinos desviaron un avión de la compañía EL AL. Sea en América latina, en Europa o en el caso de los palestinos, el terrorismo fue un sustituto a la guerrilla que esos mismos grupos armados no podían asumir. No olvidemos que los palestinos se convirtieron en un movimiento armado en 1967, luego de la derrota de los árabes. Su meta era la reconquista de la Palestina a través de una guerra de guerrillas, de una guerra popular, prolongada. Esa idea fracasó rápidamente y fue reemplazada por el terrorismo. En el año 1979 aparece un gran corte en la historia: allí vemos el triunfo de la revolución del Ayatollah Khomeini en Irán y la aparición en el primer plano del Islamismo y, en paralelo, la intervención soviética en Afganistán. Es en ese contexto que los Estados Unidos, Arabia Saudita y Pakistán van a servirse de los islamistas radicales de Afganistán contra los soviéticos. La idea consistió en sangrar al otro –los rusos–, hundirlo en una guerra que no puede ganar. Esa estrategia hizo que el santuario afgano se convirtiera en el lugar donde se formarán y entrenarán decenas de miles de musulmanes atraídos por el Islamismo. Ese movimiento, que al principio se cristalizó contra la Unión Soviética, sin ser anticomunista en la base, sus metas proclamadas eran el retorno al Islam de los primeros siglos, la lucha contra los regímenes árabes impíos –Arabia Saudita, Egipto–, cambiara sus orientaciones. En los años ’90, todo se transforma. En 1996 Bin Laden proclamó su declaración de guerra contra los cruzados, los judíos y, de manera general, Occidente. En suma, éste es el islamismo que cataliza hoy todo el problema del terrorismo.
–Muchos especialistas evocan con insistencia la amenaza de un nuevo terrorismo articulado en torno a acciones de destrucción masiva, es decir, con armas modernas. Una especulación semejante es coherente con la evolución del terrorismo.
Blin: –El terrorismo de destrucción de masa, que sea biológico, químico o nuclear, está en sus comienzos. Es caro, complicado en llevar a la práctica y, sobre todo, no es necesario. Como lo hemos constatado en 2001 y 2004, la alta tecnología no es indispensable para acentuar el efecto psicológico. Durante mucho tiempo, el terrorismo se contentó con las armas blancas. En materia técnica, la invención de la dinamita en el siglo XIX representa la innovación más importante que haya conocido el fenómeno terrorista. De alguna manera, la dinamita engendró al terrorismo moderno. En el XXI, el empleo de bombas en los atentados sigue el mismo principio establecido por los primeros anarquistas que colocaron bombas. El avión fue finalmente utilizado por los terroristas de Al Qaida. Pero hay que señalar que, en lo que atañe a la técnica, los terroristas están atrasados con respecto al Estado que combaten. Frente a los estados, los terroristas pierden la carrera armamentista. En este contexto, la lucha antiterrorista es tanto más difícil cuanto que los medios utilizados por los terroristas son simples. Esa es una de las lecciones que pueden sacarse de los atentados del 11 de septiembre y no es seguro que las autoridades hayan entendido el significado. En los Estados Unidos, una porción mayoritaria de los vastos presupuestos destinados a la lucha contra el terrorismo sirven aún hoy a estudiar las amenazas virtuales del terrorismo dedestrucción de masa. El terrorismo busca explotar la debilidad del Estado y la sociedad. Frente al terrorismo, las sociedades democráticas tienen muchas debilidades que se desprenden de sus propias fuerzas. Mientras que en el pasado los terroristas atacaban a la autoridad del Estado, los civiles se han convertido hoy en el blanco principal del terrorismo. El terrorismo es el precio que hoy pagan las sociedades democráticas e industrializadas.
–El terrorismo radical conoce hoy un auge escalofriante. ¿Puede pensarse que su estrategia tiene alguna posibilidad de éxito?
Blin: –Luego de los atentados del 11 de septiembre, los islamistas tienen la impresión de estar viviendo una epopeya, algo exaltante. Los islamistas de hoy piensan que hay una posibilidad de desembocar en la victoria, lo que es una idea falsa. Les va a hacer falta cierto tiempo para que se den cuenta –una o dos generaciones– de que el combate que protagonizan no conducirá ni al hundimiento de los regímenes que atacan y, menos aún, a poner a Occidente de rodillas. En definitiva, la pregunta es la siguiente: ¿por qué actúan así los islamistas?¿Es acaso la miseria, como se dice tan seguido? Creo que es una hipótesis absurda. Si fuera la miseria podríamos preguntarnos entonces por qué Africa subtropical, que es la región del planeta donde hay más miseria, no conoce el terrorismo. Pero en el mundo musulmán tradicional hay un sentimiento de frustración porque el nacionalismo no aportó los frutos esperados y también porque las experiencias socialistas fracasaron. La respuesta que los islamistas estiman haber encontrado no es la respuesta adecuada a la crisis que la modernidad impone a esas sociedades. Lo que los islamistas buscan entonces es recuperar una potencia perdida y estiman que es mediante el combate terrorista que la van a volver a tener. Pero creo que, frente a un adversario que desprecian, de esa manera no resolverán la crisis de las sociedades musulmanas.

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