SOCIEDAD › SARUSKY MILLER: LA COLECTIVIDAD JUDIA EN CUBA

“El general Roloff, tesorero de los mambises”

En la guerra de la independencia cubana (1885-1890), judíos norteamericanos, amigos de Martí, financiaron a los rebeldes, que a su vez tenían un general y un capitán de origen judío. El escritor y periodista cubano Jaime Sarusky Miller relata la vida de la colectividad judía en Cuba antes y después de la Revolución.

 Por Luis Bruschtein

El escritor y periodista cubano Jaime Sarusky Miller se especializó en el estudio de las comunidades de inmigrantes y minorías de su país y en especial de la colectividad judía. “Hubo un éxodo de judíos cubanos muy fuerte con la llegada de la Revolución –explica–, pero no fue por causa de tendencias antisemitas, sino por causas de tipo económico.” Por otro lado indica que, si bien la colectividad judía existe en Cuba desde la segunda década del siglo pasado, los primeros funcionarios de alto nivel fueron designados después de la Revolución y recuerda la participación de judíos en la lucha por la independencia de España. Habitante de una isla en la boca del Caribe, un lugar de paso entre Europa y América, Sarusky Miller ha investigado también sobre la historia de los suecos, de los chinos y de los mayas e inclusive de norteamericanos en Cuba.
–¿Cómo se interesó por el estudio de las comunidades inmigrantes que se instalaron en Cuba?
–Durante un viaje, en el año 1970, hice una escala en un pueblo de la zona oriental de Cuba y vi que el pueblo era como una especie de escenografía de un pueblo del oeste norteamericano, del Far West. Frente a la estación había una especie de bar saloon con puertas batientes, me puse a caminar y vi bungalows y una iglesita protestante toda de madera, fui al cementerio y vi las inscripciones con nombres anglosajones e incluso escandinavos y hasta finlandeses. Ese lugar se llama “Omaha”. Pero no está escrito como la capital de Nebraska, con “h”, sino con “j”: “Omaja”. Y entonces me interesé y me puse a investigar. La conclusión de esa investigación fue que se trataba de una colonia norteamericana que se había fundado a principios del siglo XX. Y luego, leyendo, buscando más información, encontré dos líneas en una obra documental sobre la historia de Cuba, donde se indicaba que cerca de esa zona, en la zona oriental, hubo colonias de escandinavos. Y me llamaba mucho la atención porque no era un hecho conocido. Allí me encontré con que había habido una colonia sueca y comencé a investigar y tuve la suerte de conocer a la familia de uno de los fundadores de esa colonia, que además había sido fotógrafo, así que había documentado gráficamente la historia de esa colonia.
–¿En qué año habían llegado los suecos?
–También a principios del siglo XX. Todo esto está relacionado con el tendido del ferrocarril en la zona este, oriental de Cuba.
–¿Eran trabajadores del ferrocarril?
–Hubo trabajadores del ferrocarril, pero la mayoría de ellos eran colonos que venían a afincarse y se asentaban en poblados a la vera del nuevo ferrocarril. Sobre todo eran inmigrantes suecos que habían migrado primero a Estados Unidos y luego habían llegado a Cuba, por razones de clima. Lo que es una ironía, porque en Cuba hace mucho más calor que en Estados Unidos y Suecia, pero también por cuestiones económicas, más que nada por la atracción de invertir en zonas donde las tierras eran muy baratas y muy fértiles. Comenzaron esas colonias en un lugar que se llama Bayate de Miranda. También establecieron colonias en otras zonas.
–¿Y cuántas personas eran?
–En esa colonia serían alrededor de 300 familias.
–¿Esa gente se fue quedando, integrándose a Cuba?
–Algunos se fueron integrando. Pero otros, como Cuba dependía fundamentalmente del azúcar, se fueron al producirse la caída del precio del azúcar en el precio mundial. También en la historia cubana hubo algunos momentos de violencia, de lucha entre partidos y todo eso determinó que de alguna manera mucha de esa gente partiera. Hasta los años ’60 hubo suecos viviendo allí.
–¿Hay muchos cubanos con apellidos suecos?
–Se mantienen algunos, como por ejemplo el de esta familia que todavía está en Cuba, con hijos, nietos y bisnietos cubanos, de apellido Niström, y descendientes de otras familias.
–¿Usted decía que la colectividad judía se origina con la llegada de Colón?
–Bueno, lo que sucede es que con Colón vienen ciento y tantos judíos conversos, o judíos que los libraban de la Inquisición con la condición de que se sumaran a la aventura del descubrimiento.
–¿Y esos primeros judíos en América se quedaron en Cuba o en Santo Domingo?
–Algunos se quedaron en Cuba, pero la mayoría regresó. Incluso quien introduce el tabaco en Europa fue un judío que había vivido en Cuba, de nombre Louis Marx, que fue el primer terrateniente en Cuba. Y hubo otros que también de alguna manera se convirtieron en pioneros del comercio entre las Indias y Europa.
–¿Quedaron descendientes de esas personas en la actualidad?
–No, casi todas ellas regresaron cuando se enriquecieron. Hubo una dinastía que creo que fueron cuatro o cinco generaciones de Díaz Pimienta, sefaradíes. Este señor Díaz Pimienta se casó con una negra y tuvieron descendencia a lo largo de cinco generaciones y todos se llamaban Francisco Díaz Pimienta, una familia donde hubo de todo, desde armadores de barcos hasta contrabandistas. Ya no quedan descendientes de esa familia. Yo conozco a un Pimienta que es escritor y repentista, como le llamamos en Cuba, pero no estoy seguro de que tenga algún vínculo.
–¿Cuándo se produjo la mayor afluencia de judíos a Cuba?
–Las dos afluencias, la sefaradí, de alrededor de 1917, cuando emigraron cuatro mil sefaradíes de Marruecos. A fines del XIX y principios del XX hubo una gran afluencia de judíos norteamericanos, alrededor de cinco mil, que formaron una colonia en Cuba, donde se estableció la primera sinagoga y el primer cementerio. Antes no llegaban porque estaba prohibido por la metrópoli española que los judíos emigraran a las colonias y sólo a partir de 1886 se les permite emigrar.
–¿En qué lugar se afincan cuando llegan?
–Muchos se afincaron en La Habana Vieja, y de alguna manera formaron su gueto, pero no porque fueran obligados sino porque ellos se concentraron allí. Muchos, como mi propia familia, fueron comerciantes en distintas provincias. La mayoría llegaba prácticamente sin un centavo en el bolsillo y comenzaba distintos tipos de trabajo como zapateros, sastres, o mi propio padre, que comenzó haciendo reparaciones en las líneas del ferrocarril.
–¿Esa parte de La Habana vieja tomó un aspecto característico por la presencia de la colectividad judía?
–Allí se establecieron al inicio las sinagogas. Luego prosperaron y las sinagogas se levantaron en el Vedado o en Centro Habana, en distintos puntos. En algún momento hubo alrededor de cinco sinagogas en La Habana Vieja, ahora quedan tres. Una del ritual ortodoxo, que está en La Habana Vieja, y las otras dos están en el Vedado, una sefaradí y la otra asquenazi, aunque en realidad después del éxodo las diferencias se hicieron mucho menores y la gente asiste a una u otra en forma indistinta.
–¿Los miembros de la colectividad judía en Cuba tuvieron incidencia en la vida cultural y política del país?
–Claro, hubo importantes artistas, como Santú Darié, que era de origen rumano. Era escultor, algunas de sus obras están en lugares muy públicos, como el Hospital Hermanos Ameijeiras, que está en un lugar alto de la ciudad, y también en parques públicos y en el Teatro Nacional. Y también hubo judíos muy importantes, como Erich Kleiber, que dirigió la orquesta de La Habana durante muchos años, y Ludwig Shajowitz, que fue director de teatro.
–¿Y en el plano de la política?
–A nivel de la política, los primeros ministros judíos que hubo en Cuba fueron con la Revolución, son nombrados después de la Revolución. En el año ‘59, Enrique Ostulski fue ministro de Comunicaciones y actualmente sigue teniendo una responsabilidad muy importante en el gobierno. Y unos años después de Ostulski, Máximo Bergman, que fue ministro del Comercio Interior.
–¿En la historia de Cuba hubo episodios de discriminación antisemita?
–No, en general, la historia cubana está bastante limpia en ese aspecto. Pudo haber personas en particular que tuvieran una cierta actitud hostil, tal vez cuando alguien mencionaba su apellido, la persona que lo entrevistaba pusiera mala cara. Pero, en general, siempre fue un lugar donde los judíos pudieron establecerse como comerciantes o como industriales o fueron profesionales, sin que se produjeran problemas.
–¿Durante la guerra tampoco hubo coletazos del nazismo?
–La expresión política más aguda que se conozca fue una campaña contra el desembarco de los 975 judíos que iban en el barco “San Luis” en el año ’37 y a los que les impidieron desembarcar, por lo que ese barco regresó a Europa y la mayoría de ellos murió en los campos de concentración.
–¿Su destino original era Cuba?
–Fue más bien una operación de propaganda contra los judíos montada por Goebbels. Los expulsaron de Alemania e hicieron presiones para que no los dejaran desembarcar en ningún lado. Originalmente iban hacia Estados Unidos pero el secretario de Estado en esa época no simpatizaba nada con los judíos y les impidió desembarcar con excusas burocráticas. Pasaron por Cuba y tuvieron que regresar a Europa donde desembarcaron en Holanda y finalmente las dos terceras partes terminaron en campos de concentración, sólo se salvaron alrededor de 200 que lograron emigrar.
–¿En Cuba hubo campañas para que no los dejaran desembarcar allí?
–Sobre todo fue una campaña por parte del periódico El Diario de la Marina, muy influyente porque representaba los intereses de los españoles. De alguna manera había competencia entre el comercio español y el comercio judío. Lo que era la calle Muralla, en La Habana Vieja, estaba controlado por los españoles y competían con los comerciantes judíos. Pero esa competencia era secundaria en cuanto al ánimo de la sociedad. En realidad, en ese momento, el director del periódico, Pepín Rivero, expresaba la política de los fascistas españoles, que a su vez les hacían el juego a las políticas de los nazis. Había hostilidad con los judíos y esa campaña influyó fuertemente para que fueran devueltos a Europa los judíos del “San Luis”.
–¿Antes y durante la guerra hubo una afluencia importante?
–Durante la guerra llegaron cerca de 25 mil judíos a Cuba. Al finalizar, muchos regresaron a Europa, entre otros, muchos belgas que habían establecido la industria de la talla del diamante en Cuba, que fue muy próspera en esos años.
–¿En este momento cuántas personas integran la colectividad judía cubana?
–Son alrededor de 1500. Pero es una comunidad muy sui generis.
–¿Cómo llegó su familia a Cuba?
–Mi papá llegó en 1924 y mi mamá en 1927. Mi padre en aquel momento tuvo un comercio. Venía de Polonia, de un pueblito y mi madre era de Minsk, de Bielorrusia. Se conocieron en Cuba, se casaron, mi padre prosperó y pudo traer a seis de sus ocho hermanos, que a su vez se establecieron como comerciantes en distintos poblados de Cuba. Además, mi madre tenía dos hermanos que eran comerciantes en Cuba. Otro de los hermanos de ella vino a la Argentina. Tengo primos en este país. El apellido de parte de mi mamá aquí es Muler y en Cuba era Miller.
–¿Y por qué decidieron ir a Cuba?
–Creo que hay muchos casos. En esa época Estados Unidos era un punto muy atractivo para los inmigrantes. Hubo casos en que iban a Cuba como primer escalón para seguir a Estados Unidos. Pero muchos prosperaron en Cuba y se quedaron. En los años ’20, Estados Unidos concedía una cuota para inmigrantes de Polonia o Bielorrusia, pero ésta sólo valía para los que llegaban directamente de esos países y no para los que habían hecho escala en Cuba. Fue un problema para los inmigrantes en ese momento.
–¿En la segunda generación hubo muchos estudiantes universitarios, profesionales?
–Sí, la generación que nació en Cuba, de cubanos, diría que la gran mayoría, se hizo profesional: médicos, ingenieros, arquitectos.
–En esos momentos, el movimiento estudiantil tenía mucha participación en la política...
–En distintos momentos fue así, incluso hubo un dirigente estudiantil judío, Max Lesnick, que todavía vive y está en Miami y desde allí defiende la Revolución. Es director de la revista Réplica. Era del Partido Ortodoxo, el mismo en el que militaba Fidel Castro. Lesnick tiene cerca de 70 años y sostiene una actitud verdaderamente muy valiente de defensa de Cuba allí en Miami, e incluso le han puesto bombas en su domicilio.
–Cuando llegó la Revolución, ¿cómo afectó a la colectividad judía?
–Me voy a remitir a un poco antes. En la guerra de independencia de Cuba contra España, la tercera guerra de Independencia de Cuba, entre 1885 y 1890, hubo judíos que participaron y contribuyeron a esa lucha. Por ejemplo, los hermanos Edward y Joseph Steimberg, judíos norteamericanos que eran amigos de José Martí. El general Carlos Roloff era judío y fue el tesorero general de los mambises, los rebeldes que luchaban contra España, al igual que el capitán Kaminsky. También hubo algunos judíos en las luchas contra Batista, como Ostulsky.
–¿Y cómo los afectó, con esos antecedentes, la llegada de la Revolución?
–En realidad lo que afectó fueron los cambios económicos, sobre todo cuando se produjo la nacionalización de los comercios particulares. Muchos de ellos, la gran mayoría emigra en ese momento. Algún historiador ha intentado ver detrás de eso alguna actitud antisemita del gobierno que provocó esa retirada. Pero no la hubo, no había un conflicto de religión sino un proceso de nacionalización. Fue una emigración muy fuerte. Luego, poco, a poco, la colectividad judía ha tratado de rescatarse a sí misma, aunque tiene características muy diferentes a las que tenía antes. En este momento, la gran mayoría de los matrimonios son mixtos, aunque eso sucede también en todo el mundo. En Cuba se da así como una forma de la colectividad hebrea de sobrevivir, porque al mismo tiempo se permiten algunas aperturas del rito ortodoxo, que era el predominante. Ahora predomina el rito conservador en dos de las tres sinagogas, no están separadas las mujeres de los hombres e incluso las mujeres jóvenes conducen el servicio religioso. Yo creo que si hubiera persistido el rito ortodoxo, difícilmente se hubiera podido mantener la colectividad judía en Cuba.
–En todas las colectividades judías, si antes la pertenencia estaba dada más por los rasgos culturales, en estos momentos se pone más el acento en el aspecto religioso...
–En general es así también en Cuba, aunque allí se trata de darles importancia a los aspectos culturales también, pero indudablemente que la religión mantiene esa cohesión, aunque yo diría que, de todos modos, de una manera precaria.
–¿Los judíos participan en las actividades de la sociedad cubana o se mantienen más bien cerrados?
–No, participan como cualquier cubano, y me animaría a decir que muchos buscan reencontrar sus raíces y encuentran una comunidad que los acoge. No es algo masivo, pero se da.
–La relación de la Iglesia Católica con el gobierno cubano tuvo altibajos y momentos de choques fuertes. ¿Pasó lo mismo con la religión judía?
–No hubo problemas de ese tipo. En algún momentos, por causas económicas, el Patronato, que era el centro de la vida judía en La Habana, también tuvo problemas porque al emigrar tantos miembros de la colectividad quedó en una situación bastante precaria. Es un edificio grande en el centro de La Habana. Ahora tuvo que alquilar algunas de sus dependencias a instituciones culturales y lo mismo sucedió con la institución sefaradí, que alguna vez le alquiló oficinas a la orquesta sinfónica. Los jóvenes,sobre todo, son los que mantienen la actividad social, cultural, sin dejar de ir al templo. Los mayores un poco al revés.

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