SOCIEDAD

Los misterios del robo al banco

Nadie sabe exactamente cuánto robaron el jefe de la banda hablaba como un militar y es llamativo que nadie percibiera que se cavaba semejante túnel. Los ladrones elegían qué cajas abrir, como si supieran de quiénes eran. La hipótesis del entregador y las pistas que sigue la policía.

 Por Raúl Kollmann

Un jefe que utiliza la frase “cinco barra cinco” y posiblemente sea militar. Relojes Rolex y joyas tiradas por el piso porque a los ladrones no les interesaron, sólo querían efectivo. Un túnel que rociaron con nafta. Una alarma que se habría disparado hace unos días. Cajas de seguridad abiertas y otras sin tocar, tal vez con una lógica que remite a la portación de apellido. La evaluación de lo que hizo la policía y las pistas que ahora se siguen. Estos son sólo algunos de los datos e interrogantes que dejó el novelesco asalto al Banco Río de San Isidro. Estas son las respuestas que dejó la investigación realizada por Página/12 en las 30 horas transcurridas desde el desenlace.

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¿Qué clase de banda perpetró el asalto al Banco Río de San Isidro?

–Más allá de que hayan construido el túnel, no es una banda de boqueteros común. Estamos ante una organización que, a diferencia de los boqueteros tradicionales, maneja armas pesadas y está preparada para utilizar la violencia. Esta banda verdaderamente entró al banco por la fuerza, de manera que tiene gente con alguna experiencia en robos de bancos y en el uso de armas. Mostraron disposición a usar la violencia porque en el túnel no sólo colocaron dos bombas-cazabobos, sino que lo regaron con combustible, lo que significa que tenían previsto, si los perseguían, incendiar el túnel y quemar a los perseguidores.

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¿Qué perfil parece tener el jefe de la banda?

–Los criminalistas consultados por este diario coinciden en que se trata de un hombre con antecedentes en una fuerza armada, de seguridad o inteligencia. El cálculo es que tiene unos 40 años y caminaba por el banco con un traje y el fusil FAL al hombro, siempre con la capucha puesta, como los demás integrantes de la banda. Todos ellos usaban también guantes. En un momento, el negociador policial le pregunta al jefe del grupo que estaba dentro del banco si lo escucha bien y el delincuente le contesta “cinco barra cinco”, típico del argot militar. En el caso del Banco de Crédito Argentino, robado por boqueteros en enero de 1997, los cerebros fueron ex integrantes de la SIDE de los años ’70. De los condenados, Joaquín Quino Pomponi revistó antes en el Batallón de Inteligencia 601 y luego en la SIDE, mientras que Norberto García también fue agente de la SIDE, según los funcionarios judiciales que trabajaron en el caso. La cabeza del grupo, el cerebro, nunca fue condenado aunque siempre circuló el nombre e incluso estuvo detenido, pero no se encontraron evidencias categóricas en su contra: es un sujeto que tuvo relevancia dentro de la Central de Inteligencia y participó en la célebre banda de Aníbal Gordon durante la dictadura. Por el nivel de planificación del golpe del viernes, el léxico que utilizaba el jefe del grupo y los tres meses aproximados que llevó la concreción del robo, las miradas apuntan a alguien que vistió uniforme o formó parte de la inteligencia.

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¿Cómo huyeron los ladrones?

–La clave del robo fue el túnel que construyeron a lo largo de dos o tres meses. La entrada a ese túnel fue hecha desde un desagüe pluvial que va hacia el río, pero que viene desde el lado de la Panamericana. El desagüe pluvial tiene un diámetro de 15 metros, es decir que por allí perfectamente puede pasar un camión. La lógica indica que huyeron hacia el lado de la Panamericana porque en esa dirección el agua todavía es relativamente baja. A la altura de donde construyeron el túnel, el agua llega a la cintura, es decir que los delincuentes salieron del banco por el túnel y después por el desagüe pluvial con el agua en la cintura. Avanzando hacia la Panamericana el agua baja más, en cambio, hacia el río iban a tener que nadar. El desagüe pluvial circula unos 15 metros bajo tierra y el interrogante es por dónde salieron a la superficie. La hipótesis principal es que emergieron en alguna de las llamadas tapas de inspección, en las que hay escaleras, porque de vez en cuando hay que entrar al desagüe a hacer limpieza. Es muy posible que allí hayan instalado una carpa con el nombre de un contratista y subieran y bajaran durante el proceso de construcción del túnel.

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¿Hubo un ingeniero o un arquitecto en la banda para construir el túnel?

–No necesariamente. Es muy posible que el trabajo lo haya dirigido un maestro mayor de obras. En el caso del Banco de Crédito Argentino, donde construyeron un túnel de 70 metros, el que manejó todo fue Antonio Mandaradoni, que fue maestro mayor de obras en Estados Unidos. Lo que sorprende en el caso de San Isidro es la prolijidad. Por ejemplo, no dejaron ni una sola de las herramientas que usaron. Lo más probable es que las hayan tirado al desagüe pluvial y que la fuerza de las aguas las haya arrastrado hasta el río, pero no se descarta que el trabajo fuera tan prolijo que incluso se hayan llevado las herramientas para no dejar ninguna prueba. En una parte del túnel, que sube quince metros hasta llegar al banco, se hicieron 37 escalones con hierros doblados y hasta un lugar de descanso. Según una pericia inicial realizada por un arquitecto e incorporada a la causa que maneja el fiscal Jorge Apolo, la construcción del túnel demandó unos cuatro meses. El otro elemento que parece obvio es que contaban con planos, que sólo pudieron haberlos conseguido en el propio banco, en Aguas Argentinas, en la Municipalidad de San Isidro o en la compañía de gas. Sin los planos hubiera sido imposible llegar al lugar que llegaron con tanta precisión. El grado de planificación de la huida es llamativo: taparon la boca del túnel con un mueble, cerquita de la entrada dejaron dos bombas caseras, regaron el túnel con nafta y en el lugar en el que el túnel se conectaba con el desagüe pluvial colocaron una especie de puerta de metal, abulonada desde afuera, o sea que pusieron todo tipo de obstáculos a eventuales perseguidores.

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¿No hubo ningún alerta, ningún síntoma de lo que estaba pasando?

–Hay una testigo que manifiesta que hace unos días se disparó la alarma antisísmica del banco. Vinieron los encargados de seguridad, revisaron, y aparentemente diagnosticaron que fue una falla de la alarma, que se disparó por error. Si ese testimonio se confirma, reviendo ahora las cosas, la conclusión sería que la alarma se disparó en el momento clave de la construcción del túnel: el banco tiene una pared de concreto mezclado con hierros de aproximadamente 20 centímetros, que fue atravesada días antes del robo con una amoladora, o sea una herramienta eléctrica que produce mucho ruido y vibración. El túnel no llegó hasta el banco, sino que el trabajo que hicieron fue atravesar esa pared, la principal barrera, y dejar todo listo para que la ruptura final, de otra pared mucho más débil y de sólo 15 centímetros de espesor, se hiciera desde adentro del banco en el momento del robo. Así ocurrió. El viernes mismo, con una maza, abrieron el acceso al túnel desde una habitación del subsuelo, una especie de desván, al lado de donde están las cajas de seguridad de los clientes.

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¿Cómo es posible que nadie haya escuchado que construían el túnel?

–El desagüe pluvial va por debajo de la calle Perú y la profundidad es de unos 15 metros. Es posible que los tramos finales, los más cercanos a la superficie, los hayan hecho durante los fines de semana. Uno de los grandes problemas que afrontan siempre los boqueteros es qué hacen con la tierra y los escombros, pero en este caso está claro que los tiraban al desagüe pluvial.

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¿Cuánto robaron?

–Es imposible saberlo y lo más probable es que nunca se sepa. El Banco Río admite que del tesoro se llevaron 600.000 pesos, pero el grueso del botín salió de las 149 cajas de seguridad que abrieron y que pertenecen a los clientes. Se trata de un banco en el que tienen cajas ejecutivos de privatizadas y familias de muchos recursos. La versión es que un empresario, que estaba el viernes frente al banco, decía que en su caja tenía varios millones de dólares. El cálculo que en su momento hicieron la fiscal Mónica Cuñarro y el juez Adolfo Calvete, es que del Banco de Crédito Argentino, ubicado en otro barrio de gente acomodada, la Recoleta, se llevaron 25 millones de dólares. Un dato revela la magnitud del botín del viernes: en el suelo del sector de cajas de seguridad se encontraron relojes Rolex y joyas de oro que los delincuentes descartaron, es decir que se llevaron efectivo por mucho más valor y no les interesaron los efectos valiosos que, por otra parte, hubieran tenido que reducir en el mercado negro, con el consiguiente riesgo.

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¿Por qué no abrieron todas las cajas de seguridad de los clientes?

–No se sabe. Abrieron 149 de las 408 cajas. Una de las sospechas es que tenían en claro qué cajas abrir, tal vez por los apellidos de los titulares. Es posible que hayan contado con una lista y se guiaron por el poder económico que evaluaban que tenía cada titular de la caja de seguridad. En otras palabras, seleccionaron por portación de apellidos. Las cajas de la parte de arriba no las abrieron, porque aparentemente usaron un taladro que por razones de ángulo o por problemas con el cable no les permitía llegar allí. Las cajas están agrupadas en una especie de estructuras móviles. De las ocho estructuras, abrieron cajas en cuatro. También es posible que hayan juntado un botín enorme, tras lo cual, en virtud de lo que pesaba lo que se llevaban, desistieron de llevarse más. Debe recordarse que los ladrones debían atravesar el desagüe pluvial con el agua hasta la cintura. De todas maneras, se trata de especulaciones, porque sólo los delincuentes saben por qué abrieron unas cajas y no abrieron otras.

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¿Es cierto que contaron con la complicidad de alguien del banco?

–Ayer, el ministro León Arslanian afirmó en la conferencia de prensa que hubo un entregador y todos los criminalistas consultados por este diario insisten en que efectivamente tiene que haber alguien de adentro que haya ayudado a los ladrones. La prueba de más relevancia que mencionan es que después de la huida, la boca del túnel la taparon con un mueble, un archivador, relativamente pesado. Eso significaría que colaboró alguien que estuvo en el banco el viernes mismo. Los rehenes fueron agrupados en distintos grupos, dos mujeres por un lado, ocho personas en otro lugar, nueve en un tercer sitio y se analiza adónde ubicaron al resto. La investigación acerca de los empleados y de los clientes que estaban allí ese día se está encarando en profundidad. También habrá una mirada sobre todos los que trabajaron en los últimos tiempos en el banco, desde personal de seguridad hasta mantenimiento. Habrá que ver qué resultados da esa pesquisa.

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¿Cometió errores la policía el viernes?

–Con el resultado puesto, viendo las cosas después que ocurrieron, el principal error cometido es que no se dieron cuenta de que estaban ante una banda inusual, súper sofisticada, con un jefe que no hablaba en el idioma habitual de los ladrones de bancos, sino que tenía muy buen léxico. Además, en los casos anteriores, los delincuentes pedían alcohol, se los percibía bajo los efectos de drogas, mientras que esta vez sólo reclamaron Coca-Cola y se ve que no consumieron nada de nada. La estrategia de las policías, en la Argentina y el mundo, está orientada a preservar la vida de los rehenes, y en el esquema habitual la amenaza son ladrones de bajo nivel cultural, brutales, casi pibes-chorros. Y con ese esquema se movieron todos, el negociador, el fiscal y los jefes policiales. Lo que pasa es que los rehenes fueron sólo un artilugio, la negociación estaba destinada únicamente a ganar tiempo y los estrategas policiales no se dieron cuenta de que aquí había en juego otra cosa. Era igualmente muy difícil saberlo y es obvio que no había ningún antecedente de un golpe de este estilo. El cerco policial fue impecable, tuvieron a los medios alejados, y rodeando el banco no había miles de policías como en Villa Ramallo sino un grupo selecto con máximo entrenamiento y elementos ultrasofisticados. Por arriba, es decir en algún vehículo o por los techos, los ladrones no hubieran podido huir, pero los delincuentes tenían un plan asombroso, impactante, y burlaron el operativo. Para la Bonaerense es una derrota que sólo podrán revertir si finalmente encuentran a los sujetos y recuperan el botín. El tiempo les corre en contra.

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¿Hay conexión entre el robo al banco en San Isidro y el brutal enfrentamiento en San Martín donde murió un policía?

–Hasta el momento no hay ninguna evidencia de que ambos hechos estén conectados. Más bien sucede lo contrario. En el caso de San Martín hay un detenido, Ariel Osvaldo Mollar, de 28 años, domiciliado en José León Suárez, y lo increíble es que no tiene antecedentes ni policiales ni judiciales. Sin embargo, están identificados otros dos integrantes de la banda y ellos sí provienen del mundo de las organizaciones delictivas de cierto nivel. No sólo tienen antecedentes sino que salieron de la cárcel hace poco. Lo llamativo del caso de San Martín es que portaban un fusil M-16 que vale unos 15.000 pesos, un lanzagranadas y otros elementos, de manera que la inversión en armamento no bajó de los 30.000 pesos, aunque el rumor es que hay evidencias de una forma accesible en que consiguieron ese material. En principio, el perfil de los que actuaron en San Martín es distinto al de San Isidro y no aparecen las vinculaciones, pero no está dicha la última palabra, porque hasta el momento no se sabe exactamente cuál era el objetivo del viernes de la pesada banda de San Martín.

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¿Qué posibilidades hay de que detengan a los ladrones de San Isidro?

–Es difícil saberlo. En el caso del Banco de Crédito Argentino fueron condenados cuatro integrantes de la banda a ocho años de prisión. Todos están hoy en libertad condicional. Del botín no se recuperó prácticamente nada. Los investigadores tienen todas las esperanzas puestas en el análisis de los rehenes y de las demás personas que trabajan o han trabajado en la entidad, tanto bancarios como en materia de seguridad, limpieza, mantenimiento o lo que sea. También habrá que mirar con detenimiento los clientes más o menos recientes del banco que hayan alquilado cajas de seguridad. Y, por último, se buscará cualquier tipo de evidencia en el Volkswagen Gol que utilizaron los delincuentes para llegar hasta el banco. Fue robado el 6 de enero en Capital Federal, pero algún rastro puede haber quedado, aunque la organización mostró un grado de prolijidad, precisión y planeamiento que casi no registra antecedentes en la historia criminal argentina.

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Imagen: Télam
 
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