SOCIEDAD › OPINION

La impaciencia de los pacientes

 Por Juan Forn

Saberlo, lo sabemos de sobra. Pero es tal la impotencia que nos produce que terminamos mirando para otro lado. Nos ha pasado a todos, frente a las imágenes que exhiben la televisión y la calle: ese golpe en el plexo, ese estupor asfixiante ante la evidencia de que la salud ya no es un derecho garantizado por el Estado a todos los habitantes. Pedir salud no es pedir limosna. Dar salud no es beneficencia sino una obligación de todo Estado. Y no sólo una de tantas sino la primera y esencial. Si lo que da no alcanza –si es cierto que lo que tiene para dar no alcanza–, su obligación inmediata e imperativa es, como mínimo, declarar la emergencia sanitaria y ponerse a la cabeza de la redistribución de eso que a algunos les sobra y a otros les falta. Háganme un pequeño favor: vayan a sus botiquines, fíjense la cantidad de medicamentos que languidecen allí hasta su fecha de vencimiento. Mientras tanto, en este mismo momento, hay alguien que necesita ese medicamento y no tiene con qué comprarlo, y el Estado tampoco se lo da. La salud de esa persona corre peligro; la vida de esa persona corre peligro. Ya no sirve como excusa la impotencia: ahí mismo está el remedio, frente a nuestras narices. Es cierto: la obligación es del Estado. Y se trata de obligar al Estado a que haga frente a esa obligación. Pero cada uno de nosotros es el Estado, cuando el Estado se lava las manos. Redistribuir, aunque sea en esas proporciones mínimas -que esos medicamentos no venzan, que sirvan para algo más que para languidecer “por si acaso” en un botiquín, o en el maletín de un visitador médico, o en los cajones de un consultorio– ya es algo. Y algo es mejor que nada. A eso apunta la convocatoria del 12 de julio. No sólo a la redistribución de medicamentos (infinitesimal, en el mar de necesidad actual y ninguna novedad como iniciativa, ya que Caritas y la Red Solidaria lo están haciendo hace tiempo) sino a la toma de conciencia de esta emergencia sanitaria nacional. Ese es el corazón del reclamo: exigirle al Estado que cumpla con la primera y más esencial de sus obligaciones, que apele de verdad a todos los recursos de los que dispone (compra de insumos para hospitales antes que redescuentos para banqueros, fabricación de drogas genéricas en laboratorios estatales, redistribución de salud a través de una verdadera Ley de Salud) para hacer frente a esta situación inconcebible.

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