SOCIEDAD › LAS DOS MIRADAS SOBRE EL JUICIO

EL caso García Belsunce

Irene Hurtig, la hermana de María Marta, relató ayer su versión sobre los momentos posteriores a la muerte. Qué hizo ella, qué hizo el resto de la familia. Lo que se acordó y los olvidos. La pregunta que le hizo el fiscal. Página/12 presenta dos visiones contrapuestas sobre su testimonio.

TESTIMONIO CON OLVIDOS LLAMATIVOS

No sé, no recuerdo

Por Horacio Cecchi

“No lo recuerdo, pero tampoco lo niego. No lo sé. No me puedo acordar con los horarios.” Hasta ahí, los argumentos de Irene Hurtig durante la audiencia de ayer fueron calcados a los de su vecino-capaz-de-todo-salvo- durante-el-período-de-vigencia-del- accidente Nicolás Pachelo en la audiencia del día anterior. Más allá de que el relato de IH apeló a las lágrimas, que fue consistente donde le convenía y pasaron-cuatro-años- no-me-acuerdo dónde no, hubo un par de detalles interesantes a la hora de hacer un relato de la testigo tal como los presenció este cronista enviado al lugar de los hechos, esto es, a la sala de audiencias: en tres ocasiones se refirió en forma acusatoria al vecino (testigo y no imputado) Pachelo, y antes o después se victimizó ante el tribunal porque el fiscal sospechaba de ella siendo que ella es una “testigo y no imputada”. El otro dato interesante es que en los últimos diez minutos de declaración, IH transpiró y tosió y fue defendida por la querella que defiende como no había ocurrido hasta ese momento, y fue cuando no pudo explicar cómo en tres minutos, no siendo deportista, hizo lo que ni Ben Johnson colocado hubiera hecho en diez minutos (ver más abajo). Y, como si fuera poco, por primera vez situó a su marido procesado, Guillermo Bártoli, y a ella misma, dentro de la escena en un momento en que hasta ahora sólo habían sido ubicados Carrascosa y la Betty masajista.

Es cierto que IH no da el mismo rating que Pachelo, ni siquiera del lado de la Familia (ayer sobraban varios asientos), pero tuvo el apoyo de Guillermo Bártoli, que pasó a saludar fuera de escena (y fuera de audiencia porque está imputado), y con el apoyo de Carrascosa, que está dentro de escena y de audiencia por razones obvias.

Irene fue la primera testigo de la defensa. En cualquier juicio, después de los testigos de la fiscalía siguen los de la querella particular, pero en este juicio tan particular, la querella no presentó testigos. Sea porque no los encontró en su búsqueda de la verdad (frío, frío), o son los mismos que los de la defensa (caliente, caliente). Siguió entonces la defensa y, como se dijo, la primera fue Irene. En realidad, la declaración de Irene es clave, no sólo porque del grupo familiar más directo es la única no imputada (está obligada a decir la verdad como testigo) sino que por lo mismo es la única que tiene a mano la defensa dentro de la Familia para decir la propia versión supuestamente no interesada. De ese modo, la defensa le hizo preguntas referidas no sólo a ella sino a Bártoli, Horacito GB, papá Dino y hermano John. “Yo no vi el artefacto llamado pituto –dijo en un momento–, pero mi padre me dijo...”; “yo no escuché cuando..., pero Horacio me dijo”, “mi marido me dijo que...”; y “mi hermano John sospechaba de las zapatillas”. Al menos la mitad de su relato tuvo esa dirección, lo que la transformó en un testigo obviamente interesado, y que además testimonió por lo que supuestamente habían visto otros. Fue eficiente y convincente, y respondió en demasía, lo que dio un tono de entrenamiento de las preguntas, lo que es absolutamente legal (menos para Pachelo, obvio) pero no suena bien para la gente. Respondió cuestiones algo obvias, como: “¿En su familia hay alguien miembro del Cartel de Juárez?”. Dijo que no.

Denunció: “El fiscal me pidió la sangre y yo era testigo, igual la di, pero después de tener garantías”; “si veo en la prensa una acusación permanente me genera dudas”. Y la denuncia que impacta en el corazón de la justicia: “Soy una testigo y no corresponde ser atacada a través de los medios de comunicación”.

Ayer este diario recibió la versión de que Pachelo le iniciaría un juicio por plagio de ideas en declaraciones testimoniales, pero no pudo confirmarla.

Su declaración fue un éxito, o al menos un empate, hasta los últimos diez minutos, cuando dos preguntas la hicieron trastabillar y pedir socorro. IH había dicho que apenas se enteró subió al auto y fue a lo de MM. Llegó después de su marido. Subió las escaleras corriendo y cuando entró al cuarto vio a Carrascosa hablando por teléfono (eran más de las 19.07 y 58 segundos), a Betty masajista (también ventrílocua) haciendo respiración boca a boca y gritando por un médico, y GB golpeando el pecho de MM y gritando “¡vamos Gorda, vamos Gorda!”. Escuchó “médico” y después de bajar las escaleras salió corriendo (hay que imaginarla) tres cuadras hasta lo del “doc Zancolli”, donde tocó el timbre, esperó que abriera la mucama y le explicara que Zancolli no estaba. Corrió, corrió y corrió las tres cuadras de vuelta, llegó a lo de Carrascosa, subió de nuevo a toda velocidad, buscó el teléfono del doctor Cassagne que vive enfrente, marcó, sonó, sonó y sonó, cortó porque dedujo que no estaba. Buscó el teléfono de la guardia y llamó pidiendo una ambulancia. La guardia después de atenderla, cortó, buscó el teléfono de Emernord y llamó. Eran las 19.12. Al menos un minuto para el proceso de la llamada a la guardia y de la guardia a la ambulancia. A IH le quedan tres minutos y dos segundos para hacer todo lo que dijo que había hecho. No pudo explicarlo. La querella que busca la verdad pidió que la pregunta no se hiciera. No pudo.


EMOTIVA NARRACION DEL DIA FATAL

Un relato sólido

Por Raúl Kollmann

Como ya lo había hecho en sus dos declaraciones anteriores, Irene Hurtig, hermana de María Marta García Belsunce, reiteró –en forma emotiva y apasionada– todo lo que ocurrió aquel domingo 27 de octubre de 2002. Sostuvo que su cuñado estuvo viendo los partidos de fútbol en su casa y poco después de salir llamó desesperado avisando que MM había tenido un accidente. Que cinco minutos después llegó a la casa de MM para asistir a su hermana, cuando ya la masajista Beatriz Michelini estaba haciéndole respiración boca a boca –así lo declara la propia Michelini–, mientras su marido, Guillermo Bártoli, intentaba masajes al corazón y Carrascosa llamaba a OSDE para pedir la primera ambulancia. Ella misma corrió a buscar un médico del country (Eduardo Zancolli); después llamó a un odontólogo (Ezequiel Cassagne); luego llamó a la guardia para que pidieran una segunda ambulancia, se subió al auto para buscar otro médico (Jorge González Zuelgaray) y terminó trayendo a un estudiante de quinto año de Medicina (Diego Piazza). O sea que fueron convocadas dos ambulancias, tres médicos y un estudiante avanzado, una movida que no se condice con quien trata de tapar un crimen. Hurtig también reiteró que ninguno de los dos médicos de la ambulancia ni el estudiante Piazza, los únicos que estuvieron cerca de MM, hicieron mención de que aquello no fue un accidente, que podría haber balazos o que hubiera que llamar a la policía. “Lo único que veía era que MM tenía sangre en el pelo”, describió.

Aunque difícilmente tenga peso como prueba, Irene Hurtig contó en la audiencia la verdadera razón por la que la familia empezó a creer que el vecino Nicolás Pachelo tuvo relación con el asesinato. La hermana de MM relató que el abogado de Pachelo, Roberto Ribas, mantuvo dos reuniones con Horacio García Belsunce (h). La primera se produjo poco después de la autopsia, cuando ya se sabía que a MM la habían matado a balazos. Hurtig dijo que HGB (h) le preguntó a Ribas si un cliente suyo, de apellido Pachelo, podía tener que ver con el crimen. Ribas le contestó: “Si el arma tenía un cargador de ocho tiros, Pachelo le pegó ocho tiros”. La segunda reunión –siempre según lo declarado ayer por Hurtig– fue a pedido de Ribas. En ella le propuso un acuerdo. Que Pachelo admitía su participación en el robo, pero no en el homicidio.

Lo más probable es que este relato no tenga peso como prueba, porque evidentemente Ribas negará estos diálogos, pero vuelve a poner el acento en por qué la familia empezó a sospechar de Pachelo, un hombre a quien ya se sindicaba por varios robos en el country, al punto que se ordenó una vigilancia individual de la empresa de seguridad. Aquel domingo el guardia encargado de seguir a Pachelo no estaba. Como se sabe, tiempo después el vecino sospechado fue condenado por siete robos distintos, todos en casas.

Aunque nunca el fiscal Diego Molina Pico imputó a Hurtig de nada, parece evidente que hoy en día su estrategia pasa por sugerir que ella y su marido fueron los autores del crimen o por lo menos participaron de él. Por eso ayer casi su única pregunta estuvo referida a una cuestión de horarios. “Si usted llegó a la casa de MM en el momento en que se hacía la llamada a la primera ambulancia (19.07), luego corrió tres cuadras a buscar un médico, llamó a otro y después de eso se comunicó con la guardia para pedir la segunda ambulancia ¿cómo hizo para hacer todo eso en tres minutos?”, acusó el fiscal, quien sostuvo que la llamada a la segunda ambulancia fue a las 19.12 y deduciendo del cálculo un par de minutos que podría haber perdido la guardia hasta encontrar el teléfono de la empresa de emergencias. En ese punto, Hurtig le reiteró que ella no podía dar un minuto a minuto de aquel momento dramático. En la foja 63 de la causa consta la planilla informática de Emernor, la empresa de la segunda ambulancia. Allí dice que la llamada entró a las 19 horas, 18 minutos, 15 segundos. O sea doce minutos después de convocada la primera ambulancia. En ese tiempo, Hurtig sí habría tenido tiempo para correr las tres cuadras, llamar otro médico y luego comunicarse con la guardia.

Más allá de esta cuestión de horarios, hasta el momento el fiscal no exhibió evidencias de por qué Hurtig o Bártoli o Carrascosa habrían cometido el asesinato. No existen testimonios de ninguna pelea ni han sido vistos nunca con un arma ni en una situación violenta. Tampoco apareció una razón por la que una hermana de la víctima e incluso la madre y el padre de MM se pondrían del lado de Carrascosa si tuvieran una mínima duda de que hubiera perpetrado el crimen. ¿Qué madre y padre respaldan a un yerno sospechoso de matar a su hija?

A lo largo de casi toda su declaración, Hurtig describió en forma dramática lo que consideró injusticias y hostigamientos del fiscal. “Nunca me acusó judicialmente de nada y después lo veo en la televisión dando a entender que tuve que ver con el asesinato –declaró la hermana de MM–. Nos atacó y persiguió en todo momento. No quisimos sacarnos la sangre porque no lo veíamos buscando la verdad sino con el único objetivo de atacarnos. Cuando a la causa entraron otros tres fiscales y sentimos que teníamos garantías, nos sacamos la sangre y el ADN dio negativo.”

Compartir: 

Twitter

 
SOCIEDAD
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.