SOCIEDAD

De incógnito desde Roma

 Por Alejandra Dandan

¿Cómo se le ocurrió al Vaticano mandar al obispo Emmanuel Milingo a la Argentina? Milingo salió de Roma a principios de octubre del año pasado, escondido en un avión de Alitalia. Llegó al aeropuerto de noche, escoltado por la policía y subió la escalinata del avión cuando los pasajeros estaban adentro. Se sentó en la primera fila, detrás del piloto y separado del resto del pasaje por una mampara. No sabía adónde iría. Es decir, sólo sabía que era un punto en Sudamérica donde vivía Emilio Donnelly, el obispo que viajaba sentado a su lado.
Desde aquel mes de octubre, Milingo vive con Donnelly y otros dos sacerdotes en una casa de una comunidad laica del pueblo de O’Higgins. Ni el obispo africano ni Donnelly tuvieron que ver con la elección del sitio. Un mes antes del viaje, el Vaticano les pidió a los responsables del Movimiento de los Focolares en Italia un sitio “alejado” donde enviar a Milingo para “su recuperación”. El sitio podía ser cualquiera pero tenía que ser inalcanzable para la prensa que lo seguía por todo el mundo. Y O’Higgins, para los italianos, era algo así: “Un lugar en medio de La Pampa perdido de Sudamérica”.
Allí está Milingo todavía. Pero pocos lo saben y pocos podrían reconocerlo. Durante estos meses fue una suerte de personaje incógnita hasta para la gente de la comunidad. Era el “padre Emmanuel”, si alguien preguntaba su nombre y estaba allí sólo de descanso.

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