SOCIEDAD › PERIODOS DE PRUEBA ETERNOS, SALARIOS QUE NUNCA LLEGAN

Cuando nada es suficiente para el jefe

 Por Alejandra Dandan

En la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA acaban de terminar un reglamento para reformular el contrato de pasantías en empresas. Lo hicieron después de varios casos en los que los estudiantes eran convocados para supuestas especializaciones y terminaban atendiendo teléfonos durante un año entero. O pasaban una temporada de nueve meses esperando un contrato que nunca llegaba o un sueldo que jamás aparecía. Fuera de ese ambiente relativamente protegido de la universidad, los que buscan trabajo se encuentran con exigencias cada vez más insólitas. Y de acuerdo con las perspectivas, esta tendencia empeorará al compás de las condiciones económicas. Esta lógica no sólo afecta al campo de los desempleados o a quienes están contratados en condiciones irregulares. Afecta a todo el campo de trabajo. Por primera vez en la historia este año los investigadores de la UCA encontraron que bajó la ganancia real y nominal de los sectores de pleno empleo. Y esto aparece mientras se expande como una mancha el miedo al desempleo.
Lorena Santamaría está hace dos años buscando trabajo y es una de las mejor entrenadas en descifrar avisos truchos en los diarios, propuestas absurdas o contratos que nunca terminan en nada. En la delgada bolsa de empleo de Buenos Aires, sabe que abundan ofertas para promotoras de ventas, en especial de las empresas de celulares. “Cuando llegás te piden cosas insólitas –dice–: te ofrecen un básico de 130 pesos por mes y comisiones.” Hasta ahí la cosa no es peor a otras alternativas pero el problema, explica Lorena, son las comisiones. “Te las empiezan a dar si tenés una base de 60 celulares vendidos en un mes y encima te piden asistencia perfecta.”
Durante estos meses la entrevistaron supuestos empresarios de empresas microbarriales que para contratarla le exigían una calidad de inglés semejante a la del un cronista de The New York Times. O con amigos que estuvieron nueve meses en alguna productora de televisión esperando que alguna vez les paguen un sueldo. Uno de ellos era el novio de Carolina Dan, otra de las estudiantes de sociales con entrenamiento en escuchar historias del género entre sus compañeros. “Mi novio tenía que ir ocho horas dos día por semana, no le daban un café, no lo dejaban que se levante de la silla en esas ocho horas, no podía dejar de mirar los programas de televisión que le pedían que viese.” En ese tiempo, siempre esperó cobrar. Primero esperaba un sueldo o un contrato, después esperó que le paguen al menos los viáticos. Al final no esperó más y abandonó la silla, la tele y a la productora.
Entre ellos está también Marina, una de sus compañeras que ahora sí tiene trabajo en una agencia de publicidad, donde quería. Pero entró en los mismos términos. Estuvo un año entero yendo a trabajar sin cobrar nada, ni viáticos, ni básicos ni mínimos. Era una de las exigencias implícitas de la agencia.
Agustín Salvia es uno de los investigadores del Gino Germani, especialista en sociología del trabajo y parte del Departamento de Investigación Institucional de la UCA. Desde ese lugar acaba de terminar un informe en el que comprara la situación de empleo en el país entre el 98 y el 2002. Entre uno y otro momento, los empleados en las mejores condiciones pasaron del 36 al 29 por ciento. Durante los 90 este sector fue uno de los más estables, ahora, por primera vez, entre ellos aparece una pérdida real del salario (no sólo producto de la devaluación sino una reducción del sueldo). En términos generales sus sueldos pasaron de 1111 pesos a 812. Además, aquellos con empleo parcial, es decir, aquellos que están contratados en blanco pero que les gustaría cambiar de trabajo, pasaron de 19 a 16 por ciento. Y el trabajo de indigencia –aquellos que ganan menos de 1 peso la hora– pasaron de 8 a 12 por ciento. Con estos datos, el diagnóstico de la UCA es el siguiente: “Sólo 3 de cada 10 personas económicamente activas tienen empleo decente”, aquel que cumple todas las condiciones de formalidad. “Si se considera al empleo parcial como una forma de subocupación, son más de 10.500.000 las personas que a nivel urbano presentan algún problema de empleo es decir el 71,4 por ciento.” Y para Salvia la única forma de ocupación que registró un aumento real fue el trabajo de indigencia. Entre el 98 y el 2002 fue el 12 por ciento.

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