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El auge de las camionetas en el mundo

Las 4 por 4 son un producto típico de los años 90, y lo fueron en Argentina y en el mundo. Desarrollaron su demanda ganando espacio en ciudades donde crecían la lógica del control, la vigilancia, el caos y el pánico. Ciudades habitadas por caníbales. Alberto Wilensky, uno de los académicos de la UBA, especialista en marketing y director del Grupo Estratégico de Negocios, es uno de los que analizan la relación entre la fisonomía de las camionetas y sus articulaciones con la ciudad. “El lanzamiento de las 4 x 4 fue un modo de darle poder al sujeto urbano”, dice pensando ahora en el hábitat natural de estos vehículos que fueron pensados para safaris en el Africa o como herramienta de trabajo para zonas rurales o de montaña.
Aun así, sus fabricantes lograron rápidamente convertirlas en un producto relativamente masivo, accesible (de acuerdo al contexto) y popular. Asociaron su imagen al concepto de aventura y amputaron aquellos valores que la mantenían en el campo exclusivo del trabajo y la fatiga. “Ese fue el modelo que se importó acá –dice Wilensky–: el consumidor compró la camioneta y el imaginario que la rodeaba de exotismo y de peligro para ir de compras al supermercado, al colegio de los chicos y a Pinamar.” Por eso, dice, “desde la génesis nacieron cirqueras”.
Con ese concepto instalado, la apertura de fronteras para las importaciones hizo el resto. Hasta entonces, los nuevos modelos de autos europeos o americanos se hacían masivos acá recién después de 20 años. La apertura aceleró todo: las 4 x 4 llegaron al mismo tiempo que se lanzaban afuera, sin desfasaje. Creció la demanda y mientras tanto, sus usuarios cambiaban: “La ergonomía de estos autos –dice Wilensky– les daba una sensación de altura y de posicionamiento superior al promedio, un hecho fáctico con efectos subjetivos estudiado en Estados Unidos desde los años ‘50”. Montados en las dobles tracción, la tribu cuatro por cuatro vivía tan ancha como un Súper Yo: “El auto es para ellos la extensión del Yo sobre el mundo, sobre el gran Otro social”. Un Otro social peligroso desde entonces que arriba de esas máquinas parecía, de pronto, domesticado.
¿Qué es lo que cambió ahora? ¿Desapareció el peligro caníbal? ¿O las máquinas perdieron su plus de poder que fascinaba?
–No me creo alguien psicotizado –advierte nuevamente Pablo el de la Cherokee–: sí soy un tipo atento. Por eso cambié mis patrones: no salgo de noche, no vuelvo del campo y si salgo no voy en mi auto. En 15 días tengo un casamiento, yo al casamiento no voy en la camioneta, voy en radiotaxi.

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