SOCIEDAD › EL TESTIMONIO DE UNA EMPLEADA

“Iba al colegio si podía”

Juntar y ordenar los huevos en las 45 cajas diarias que exigía la empresa, remover el excremento de las gallinas y tirarle cal para mantenerlo seco, rociar desinfectantes para las moscas sin protección y hasta subirse a los techos podridos de los galpones para quitar las ramas, luego de una tormenta, con el riesgo de caerse y quebrarse como le ocurrió a su primo. Todas esas cosas cuenta Sara Valenzuela que hizo entre sus nueve y doce años en la granja Fernández de la empresa Nuesta Huella SA.

Ella misma lo contaba ayer frente al molino de la empresa para la que trabajaba cuando al esposo de su madre lo enviaban a hacer un reemplazo a otro galpón y “tenía que ayudarla para que no hiciera mucho esfuerzo estando embarazada”.

Entonces, Sara tenía nueve años y debía cursar el cuarto grado pero “iba al colegio cuando podía, si no faltaba para trabajar”. El caso de Sara no es único ni se terminó en 2008 cuando despidieron al esposo de su madre y a su abuelo que trabajaba en un galpón lindero. La Alameda cuenta con videos que registran que de trabajo infantil hay “generación 2008, 2009 y 2010”, aseguró Gustavo Vera, referente de la organización. Por eso, el Juzgado de Garantías Nº2 de Zárate-Campana, a cargo de la jueza Graciela Sione, está a punto de llevar a juicio la causa que investiga por “trabajo infantil” a la accionista principal de Nuestra Huella SA, Leticia Luace, y la presidenta, Alejandra López Camelo.

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