“En una empresa con mil trabajadores, cada diez años, en promedio, un trabajador se suicidará y otros 20 lo habrán intentado; entre 200 y 300 sufrirán un serio problema de salud mental en algún momento”, advierte un documento de la OMS destinado a prevenir el suicidio en ámbitos laborales. Las recomendaciones se centran en dos aspectos: uno es “prevenir el estrés laboral”; el otro es “reducir el estigma y discriminación hacia las personas con problemas de salud mental”, lo cual permite que compañeros o jefes puedan acercarse a dialogar con el trabajador en peligro.

“Los empleadores pueden tomar importantes medidas para reducir la frecuencia del suicidio en los trabajadores”, destaca el documento “Prevención del suicidio. Un instrumento para el trabajo”, elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Una de estas medidas puede ser “reducir el estrés laboral”, que “ocurre cuando hay incompatibilidad entre las exigencias del ambiente laboral y los recursos y necesidades del trabajador”. Las consecuencias incluyen “agotamiento, depresión, lesiones, violencia en el lugar de trabajo y suicidio”. Los factores de estrés incluyen “horarios de trabajo incontrolables”, “incertidumbre sobre las tareas”, “malas relaciones entre los empleados, intimidación o acoso”, “falta de espacio”, “incertidumbre”, “reducción del personal”, “tareas monótonas o repetitivas”, “bajo salario que conduce a sobretiempo y trabajo a destajo” y “culturas organizacionales que promueven el estigma y la discriminación hacia las personas con problemas de salud mental”.

Claro que “hay ocupaciones intrínsecamente más estresantes” como “las que requieren altos niveles de contacto interpersonal con el público”, “los policías”, “los trabajadores en tareas repetitivas”, “los controladores de tráfico aéreo” y “los trabajadores de la salud”. “Las ocupaciones con altas tasas de suicidio incluyen a médicos, trabajadores químicos y farmacéuticos, debido en parte a la mayor disponibilidad de drogas letales” (ver recuadro).

El documento de la OMS destaca que los jefes y compañeros de trabajo pueden detectar e intervenir ante los factores de riesgo, que –junto con los que valen para la población general– incluyen “un cambio en las circunstancias de trabajo, tales como suspensión, jubilación temprana, descenso”, o bien “un evento serio y vergonzoso relacionado con el trabajo, tal como amonestación oficial o acción disciplinaria”. El texto sostiene que “las compañías, sin importar el tamaño, pueden tener políticas y programas que promuevan una fuerza de trabajo mentalmente saludable y prevengan las conductas suicidas”.

–Si lo hicieran, se equivocarían –contestó Débora Kestel, asesora regional de Salud Mental de la Organización Panamericana de la Salud–. Hay políticas y medidas que no implican costos adicionales. Una política muy importante en una empresa chica es incluir las cuestiones de salud mental como un problema más que alguien puede tener, no como algo que deba esconderse. En este marco, si un jefe o un compañero de trabajo notan algo en un trabajador, es más fácil que lo puedan conversar con él. Los efectos devastadores del estigma pueden ser más importantes en compañías chicas, donde todo el mundo se conoce. Y el estrés laboral también se da, y puede enfrentarse, en empresas pequeñas. Por otra parte, los problemas depresivos, que pueden llevar al suicidio, implican costos para la empresa, por días de trabajo perdidos y baja en la productividad. Ya en las empresas grandes se han señalado los riesgos de las reestructuraciones y cambios que no toman en cuenta la situación de los empleados.

El documento sobre ámbitos laborales forma parte de una serie de guías de la OMS dirigidas a la prevención del suicidio en distintas actividades, como las de profesionales de la salud, docentes y periodistas.