SOCIEDAD › OPINION

Universalizar el tratamiento

Por Emilia Herranz *

A lo largo de los últimos años, los pacientes que viven con VIH/sida en los países desarrollados han podido beneficiarse con un tratamiento eficaz contra el virus basado en una triterapia antirretroviral. Mientras tanto, la misma enfermedad sigue acabando con la vida de millones de personas en los países más pobres. Hoy, estos países cuentan con cuarenta y dos millones de personas con VIH/sida y sólo 400.000 de los seis millones que ya se encuentran en una fase avanzada de la enfermedad están recibiendo la terapia que les permite seguir con vida.
En Africa subsahariana, la región que cuenta con más casos, sólo recibe antirretrovirales el 1 por ciento de los pacientes que lo necesitan; 6500 adultos y niños mueren cada día por falta de acceso a medicamentos que existen, pero que económicamente no son asequibles ni para ellos ni para sus gobiernos. Una situación parecida encontramos en algunos países de “renta media”, por ejemplo en América latina: muchos de sus ciudadanos viven bajo el umbral de la pobreza y mueren de sida por falta de acceso a medicamentos.
La experiencia de los últimos tres años nos permite identificar algunos factores “clave” que facilitan la tarea de aumentar el número de pacientes bajo tratamiento. En primer lugar, es preciso adaptarse a los recursos del sistema de salud de cada país. Por ejemplo, se intenta descentralizar una parte de las actividades a los centros de salud periféricos, más accesibles para muchas personas que los hospitales. En segundo lugar, se eligen los medicamentos que comportan menos restricciones en términos de alimentación y de conservación y se privilegian las combinaciones de tres fármacos en un único comprimido para facilitar la adhesión del paciente a la terapia. Sin embargo, una razón de fondo es el hecho de que los medicamentos se proporcionen gratuitamente a los pacientes. Esta observación se confirma por la experiencia de Brasil, cuyo gobierno se comprometió exitosamente a proporcionar terapia antirretroviral en el marco de su Plan Nacional del Sida. Hace pocos días el gobierno sudafricano anunció un plan parecido para sus ciudadanos que viven con VIH/sida.
Es imprescindible que los países que viven la tragedia de estas muertes evitables tomen todas las medidas para utilizar legalmente los medicamentos de calidad más baratos disponibles en el mercado internacional. Para lograrlo, deben crear leyes nacionales que faciliten los mecanismos jurídicos previstos por los acuerdos multilaterales de la Organización Mundial del Comercio y defendidos en la declaración de Doha en noviembre de 2001, como la provisión de licencias obligatorias para fabricar o importar versiones genéricas de medicamentos que todavía están bajo patente. Este derecho se ve amenazado por las presiones de los países occidentales, que priorizan la protección de los intereses de su propia industria. Recientemente, en Ginebra, se acordó una solución al problema de los países que no tendrán suficiente capacidad de producción de genéricos después del 2005. La solución aprobada es administrativamente muy compleja y poco flexible, lo que probablemente no permitirá reaccionar en forma rápida a graves problemas de salud pública como el sida. Es legítimo cuestionarse hasta dónde puede llegar la protección de intereses económicos cuando está en juego la vida de millones de seres humanos.
Si la salud es un derecho humano básico, cada persona debe tener acceso a los medicamentos esenciales existentes, independientemente del nivel de desarrollo de su país. Si un gobierno no puede cumplir con esta responsabilidad, la comunidad internacional debe apoyarlo económica, técnica y políticamente a través de financiación, asesoría técnica y definición de una normativa jurídica internacional adecuada que sitúe el derecho a la vida por encima de cualquier otro interés. Es dramática la situación en la que se encuentran los niños con sida en países en desarrollo. La búsqueda de formulaciones farmacéuticas adaptadas a los niños de los países pobres ha quedado estancada. Debido a que estos niños no representan un valor económico para la sociedad, la inversión en sus terapias es todavía menor que en los adultos.
MSF apoya el objetivo del programa recién lanzado por la OMS, según el cual tres millones de pacientes tendrán que estar bajo tratamiento en 2005. Sin embargo, no podemos olvidar que tres millones corresponden a la mitad de las personas que todavía no tienen acceso al tratamiento que necesitan con urgencia. El 2005 no puede ser un punto final, sino una etapa necesaria hacia la universalización del tratamiento, que no es ni un sueño ni una utopía, sino una imprescindible responsabilidad colectiva.

* Presidenta de Médicos Sin Fronteras España.

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