SOCIEDAD › FRANÇOIS, UN BELGA QUE VINO A CONOCER PORTEÑOS

“Acá es barato pero lujoso”

F. F. intenta ocultar su frustración detrás de una fachada de simpatía. Es la tercera noche que sale en Buenos Aires y todavía no pudo conocer a nadie, ni siquiera hablar con uno de los tantos muchachos que pueblan las discos gay de Buenos Aires. Lo mejor, piensa entonces, es teorizar sobre el fenómeno y en perfecto castellano dice: “Lo que pasa es que aquí hay mucha histeria. Lo mismo que ocurre cuando un chico se acerca a una chica y ella ni lo mira, pasa en las discos gay cuando te quieres acercar a un chico. No se puede ni hablar, todos piensan que sólo quieres sexo. Evidentemente, es un problema de la sociedad”, comenta este belga de 32 años, corredor de Bolsa en Bruselas, que llegó para pasar un par de días en el país y se quedó casi dos semanas.
Para él la elección fue sencilla. Con un buen trabajo, largas semanas de vacaciones pagas y cansado de recorrer siempre los mismos lugares, decidió probar Buenos Aires como un destino exótico para conocer y tomarse un pequeño descanso, impulsado por los valores irrisorios de los pasajes y el alojamiento. A la hora de definir el hospedaje, se conectó por Internet y eligió un Bed & Breakfast gay, por un lado para contar con buena información sobre el ambiente y por el otro para evitar comentarios que pueden ocurrir en hoteles tradicionales. “Si llevás a una chica a tu habitación está todo bien, ahora si entras con un muchacho sos un pervertido”, dice, dando cuenta de que la discriminación aún es fuerte incluso en algunos países de Europa.
Apenas llegó a Ezeiza y pudo superar el jet lag, quedó encantado y enseguida cambió aquella imagen que tenía de Buenos Aires, vinculada con los estereotipos típicos de una ciudad latinoamericana cercada por la violencia y la pobreza. “Se ve que los porteños tienen problemas, pero son sinceros y no quieren nada de uno. No es que te andan persiguiendo ofreciéndote amor a cambio de algún regalo o que te los lleves con vos a vivir a Europa”, explica F., quien de tanto viajar se ha acostumbrado a las continuas insinuaciones que soportan –y a la vez fomentan– muchos visitantes en algunos países del Lejano Oriente y Sudamérica, donde el turismo sexual es una de las principales industrias.
“A diferencia de otros países del Tercer Mundo, Argentina es barata, pero lujosa. Tiene arte, tiene cultura y tiene muy buena infraestructura. Pero de todas formas, tiene un gran problema. ¿De dónde sacaron esa costumbre de ir a bailar a las 3 de la mañana? ¿Qué hacen antes de esa hora, se miran las caras en sus casas?”, pregunta desconcertado sin entender una de las más tradicionales costumbres locales a la hora de la seducción y el narcisismo.

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