BOCA BAILO SU DANZA TRIUNFAL EN TORNO DE LA LIBERTADORES
Una celebración copada
Más de 40 mil personas participaron del festejo boquense por la obtención de la Copa Libertadores de América. A la misma hora en que los pibes de la cuarta eran vapuleados por Central, los titulares recibían el afecto de la gente que le dio el clásico colorido a la Bombonera. Bianchi, Tevez y Guillermo fueron los más ovacionados. Los recuerdos a River fueron permanentes. Cantó Soledad, pero ningún canto estuvo por encima del “dale campeón”, que sonó de punta a punta.
Por Juan José Panno
Jaimito cumple años y el hombre de la casa, que es un tipo de plata muy atento a estos asuntos, contrata a un mago para amenizar la fiesta. El pibe no se engancha, sólo quiere hacer quilombo, gritar, cantar. Cuando el mago entra en escena, algunos de los invitados, niños educaditos, prestan atención y hasta aplauden en medio de la actuación; otros –el mismo pibe y sus amigos más caracterizados– siguen en lo suyo sin prestar atención al pobre mago que hace lo que puede.
Jaimito viene a ser es la barra brava de Boca; los niños educaditos, los de la platea; el hombre de la casa, Mauricio Macri y el mago, Soledad Pastorutti. La Sole se las arregló bastante bien para meter algunas canciones en el medio de los cantos de la “Doce” y cerró el breve recital a dúo con su hermana Natalia, ambas con camiseta de Boca. En el cronograma de presentación del show se anunciaba un recital en dos partes con un diálogo de la cantante con Ari Paluch en el medio. Pero no hubo ni diálogo ni segunda parte porque la Sole, pese a que había empezado a crear un poco de clima, optó por la honrosa retirada. Suele pasar en esta clase de festejos: cuando no participan activamente los hinchas y/o los jugadores, falta (o sobra, mejor dicho) algo. Conclusiones similares se pudieron sacar cuando Mauricio Macri apareció en las pantallas, para apropiarse de una parte de la Copa Libertadores. Todo muy armadito, como los spots en los que se candidatea para el gobierno de la ciudad con subliminales arcos de fútbol en el fondo. Rápido para los mandados en estas cuestiones mediáticas, Macri terminó su discurso agradeciendo que la Libertadores permita ir ahora a Japón y la gente le respondió con un canto que ya es un clásico: “El que no salta/ no va a Japón”.
El momento más impactante del acto no estaba en ningún libreto. Fue un gesto espontáneo de los hinchas que, ante el estadio a oscuras, prendieron los encendedores en los tres costados del estadio, al grito de “dale campeón, dale campeón”, momentos antes de la presentación de un video que se proyectó en tres pantallas gigantes ubicadas en los palcos, el cuarto costado de la cancha. Con imágenes en blanco y negro y después en color se sintetizaron los cinco títulos obtenidos por Boca en la Copa Libertadores, mezclando las atajadas de Gatti con las de Córdoba, los goles de Veglio con los de Tevez y la sonrisa del Toto Lorenzo con la de Carlos Bianchi. Armado de apuro, con poca gracia, el video intercaló declaraciones de Hugo Ibarra, Carlos Bianchi, Roberto Abbondanzieri, Guillermo Barros Schelotto y Carlos Tevez. No se entendió mucho lo que decían porque las palabras quedaban tapadas por los aplausos de reconocimiento. Lo que no le faltó al video fue una fugaz y maliciosa pasadita de la cámara por la camiseta de un suplente de Boca en el Morumbí con la inscripción “Sigan participando”.
Durante las dos horas y pico que transcurrieron desde el arranque hasta el final del acto, se cantó de todo. “Dale Boca” y “dale campeón”; “y llora, River, llora” y “un minuto de silencio”; “el que no salta es una gallina” y “las gallinas son así...”; “la Copa se mira y no se toca”; “y vamos, vamos los xeneizes”, “palo bonito” y “sí, sí, señores”. Las referencias a River también se expresaron desde la segunda bandeja del arco que da a Casa Amarilla con la exposición de varias banderas rojiblancas, trofeos de alguna batalla.
En la fiesta, que dentro de todo fue bastante sobria, prolija y entretenida, no faltaron fuegos artificiales en grandes cantidades. Eso sí: faltó el fuego sagrado que sólo puede dar la pelota, el fútbol propiamente dicho.