Domingo, 10 de febrero de 2008 | Hoy
NOTA DE TAPA
Por Claudio Scaletta
En la última década, las exportaciones con relación al Producto se duplicaron. Ello no provocó un cambio estructural en la inserción comercial del país en el mundo, pero sí tendencial. Si bien los Productos Primarios (PP), principalmente, y las Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA), en menor medida, crecieron en especial impulsados por el ciclo alcista de precios internacionales, las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) lo hicieron fundamentalmente en cantidades. Más allá de la persistencia de algunas debilidades, se trata de una diferencia cualitativa en la solidez de la expansión de los grandes rubros, así como de una respuesta directa a los estímulos del modelo económico post-convertibilidad.
Entre 1990 y 1999, la economía argentina exportó por un promedio anual de 18.647 millones de dólares. En el primer lustro (1990-1994), las ventas al exterior registraron un promedio de 13.104 millones de dólares anuales. En el segundo (1995-1999) dicho promedio fue de 24.189 millones. La diferencia cuantitativa es importante y queda oculta cuando sólo se considera el promedio de la década (ver Tabla 1).
En el medio no hubo cambios en el modelo económico, pero sí comenzó a evidenciarse el resultado del boom del agro y, en particular, de la naciente economía de la soja.
De acuerdo con información de la Bolsa de Chicago, el precio del maíz era en 1996 similar a los potentes valores alcanzados a fines de 2007, en pleno auge de la demanda para biocombustibles. El de la soja, en tanto, fue en 1996 igual al que la oleaginosa sólo volvería a alcanzar en 2004, valor que a su vez no se superaría hasta la carrera alcista de 2007. Para desgracia de la economía local, el viento de cola iniciado en 1992 se tornó menguante a partir de 1996. Y el piso de calma no llegó hasta 2001, año de inicio de la crisis (ver Tabla 2).
En el cuadro del balance comercial se observa también que una vez iniciado el régimen de tipo de cambio fijo, el saldo sólo fue apenas positivo durante los techos de las cotizaciones de las commodities agropecuarias de 1995-1996. Los tibios superávit reaparecerían recién en 2000 y 2001, pero esta vez como resultado directo del freno importador inducido por la recesión.
Está claro que para conocer los efectos del régimen de convertibilidad en la estructura económica no es en la columna de las exportaciones donde debe mirarse sino en la de los déficit comerciales crónicos que caracterizaron al período (Tabla 1). También, por supuesto, en el saldo de la cuenta corriente del balance de pagos, dimensión que no es tratada aquí. No obstante, más allá de los cambios de régimen se presentan algunas continuidades.
En los tres años que van de 2000 a 2002 el promedio anual exportado fue de 26.178 millones de dólares, un valor todavía por encima del promedio más alto de los ‘90. En el último lustro (2003-2007), dicho promedio saltó a 41.458 millones.
Durante los 18 años bajo análisis, las ventas al exterior muestran un crecimiento continuo y prácticamente sin fisuras. Con excepción de 1999, año de inicio de la contracción de la economía y también de un piso en la cotización de las commodities agrarias, y 2002, el cenit de la crisis, las exportaciones fueron siempre crecientes y bastante independientes de las turbulencias internas. La particularidad la brindan los dos saltos notables concomitantes a los dos ciclos alcistas de las cotizaciones de las commodities agrarias. Así, entre 1992 y 1997 se pasó de 12.235 millones exportados a 26.431 millones, una suba del 116 por ciento. Y entre 2002 y 2007 de 25.650 millones a prácticamente 56 mil millones, que implica un crecimiento del 118 por ciento.
Aunque los saltos muestren magnitudes similares, las diferencias son de grado. En 1997, las exportaciones representaban el 10 por ciento del PIB y en 2007 el doble, poco más del 20 por ciento. Un dato adicional es que la campaña agrícola 1996/1997 produjo 53 millones de toneladas, la 2006/2007; cerca de 95 millones de toneladas.
La evolución de la producción y los precios agrícolas resultan claves para comprender las tendencias principales de las exportaciones locales. Ello se vuelve evidente cuando se analiza el contenido de las ventas al exterior por producto.
Una primera aproximación se logra al observar la distribución de las exportaciones por grandes rubros en los últimos diez años. Los números de la Tabla 3 indican que salvo variaciones coyunturales la composición de las exportaciones no sufrió alteraciones en la década.
Los resultados de 2007 muestran que entre porotos, aceites y harinas (PP y MOA) el complejo sojero exportó 13.465 millones de dólares, 4635 millones más que el año pasado. El cerealero primario (maíz y trigo) 4206 millones, 1524 más que un año antes. Las petroleras exportaron más naftas y fuel oil; 1778 millones (+418), pero menos petróleo, gas, gasolinas y gasoil, 3672 millones
(-1462). El cobre (PP) representó 462 millones, las pieles y cueros, 1009 millones. Entre los productos alimenticios destacaron las carnes frescas y preparadas, con ventas externas por 1390 millones; la industria pesquera, con 1085 millones; los productos del complejo frutícola, 909 millones; los lácteos, 634 millones; vinos, 417 millones; y hortalizas y legumbres, con 404 millones.
Las MOI fueron encabezadas por la industria automotriz, con 5344 millones. El segundo lugar lo ocuparon los Productos químicos, desde los farmacéuticos hasta la petroquímica y la química básica, con 2951 millones y el tercero los Metales comunes y sus manufacturas, que sumaron exportaciones por 2825 millones y entre los que destacan tubos sin costura, laminados y aluminio. El cuarto lugar fue para las Máquinas, aparatos y materiales eléctricos, con 1974 millones, y el quinto para los plásticos, con 1205 millones. Entre las que tienen relevancia exportadora siguen: Papel, cartón y publicaciones, con 627 millones y Textiles y confecciones, con 329 millones. En todos los casos se trata de exportaciones que crecen mucho más en volúmenes que en precios. En 2007, por ejemplo, del 17 por ciento de crecimiento sólo 4 puntos se explicaron por precio.
La primera conclusión es la más evidente. Las ventas de productos primarios o de base primaria siguen manteniéndose en torno de los dos tercios del total.
La segunda es puramente cuantitativa: el total exportado duplica hoy, en términos absolutos, el de hace una década, aunque el crecimiento se explica más por el efecto precios que por el de las cantidades. Esta situación, acorde con el actual ciclo mundial de precios, es más evidente en los PP que en las MOA. Por el lado de la oferta esto significa dos cosas:
1. El fuerte desarrollo del sector agropecuario.
2. El importante crecimiento de los circuitos agroindustriales regionales.
La tercera conclusión es la menos inmediata si se miran las proporciones de la Tabla 3, pero es a la vez la más cualitativa y relevante. Mientras PP y en menor medida MOA crecieron fundamentalmente por precio, las MOI lo hicieron en especial en cantidades. En el supuesto de un desplome de los precios de las commodities, las proporciones de la Tabla 3 cambiarían de manera significativa a favor de las MOI. Y ello sin prescindir de la interdependencia sectorial.
Un dato asociado es que muchas de las actividades industriales son invisibles cuando se analiza la economía exclusivamente desde el sector externo. Un ejemplo es en los sectores clave en la dinámica del crecimiento del último lustro, la construcción, que es abastecida por algunas ramas medidas por el Estimador Mensual Industrial.
Pero que el balance de la evolución de las MOI sea positivo no significa que no se presenten algunas debilidades. Su sector principal es el automotor, cuyo crecimiento se explica en buena medida por la mayor demanda interna, pero también es el fruto de una industria transnacionalizada cuyas decisiones de producción y emplazamiento responden a las necesidades de aprovechar las ventajas de mercados protegidos. Esta transnacionalización es la que determina también la existencia de un balance comercial sectorial deficitario. En contrapartida se trata de una actividad con un fuerte efecto multiplicador intraindustrial que quizá pueda ser mejor aprovechado, por ejemplo aumentando el componente local de los vehículos.
La segunda debilidad reside en que a pesar del crecimiento industrial subsisten muchos sectores en los que se hizo poco para buscar mayores niveles de agregación de valor. Por ejemplo, se exportan alrededor de mil millones de dólares en cueros, pero sólo 166 en manufacturas de cuero y calzados. También muchos minerales, como el cobre, son exportados sin agregación de valor.
El balance de la industria es que en el último lustro mostró un cambio cualitativo que entraña una diferencia de solidez en la naturaleza del crecimiento sectorial. En esta solidez y crecimiento de las exportaciones industriales es donde se observa el efecto inducido en el último lustro por la existencia de un tipo de cambio multilateral competitivo, efecto que no será eterno.
Lo primero que llama la atención cuando se analiza el comportamiento de la industria en los últimos años es la expansión exportadora de las MOI, un indicativo de un crecimiento genuino y competitivo. Incluso, contra lo que suele escucharse, el crecimiento sigue siendo fuerte aun si se saca el rubro automotor. Hoy, la economía argentina exporta hasta zapatos. Es importante la siderurgia, como lo fue siempre, pero también crece fuerte la exportación de productos farmacéuticos y hasta textiles. No se trata sólo de encadenamientos internos en un mercado protegido, como podría haberse dicho en el pasado, sino de productos que compiten en el mundo. Debe tenerse en cuenta, además, que el crecimiento de las exportaciones industriales es genuino, no está basado en altos precios internacionales sino en mayores volúmenes reales. Y la Argentina no partió de una base exportadora con salarios asiáticos. En el nuevo patrón de especialización hay un valor agregado que va más allá de salarios bajos. Claro que falta mucho por hacer. En el sector cueros, si se agrega confección, podrían exportarse 5 mil millones de dólares. Es verdad que podrían desarrollarse sectores más dinámicos, pero eso no quiere decir que no deban desarrollarse todas las industrias, como ocurre en todos los países desarrollados.
Las MOI muestran un proceso de recuperación muy importante. No sólo hay un aumento de la oferta sino también de la competitividad. No sólo están exportando las grandes firmas sino que aparecen también muchas pymes exportadoras. Esto es bueno y es un cambio de tendencia, pero sin dudas se trata también de un proceso insuficiente. En principio seguimos pagando el precio de la desindustrialización del pasado, lo que retrasa el proceso. Pero por otro lado se evidencian algunas fallas de política. Cuando se mira el desarrollo de los países del Sudeste asiático, los casos más exitosos de industrialización tardía y con alta tecnología, se ve que allí existió un apoyo muy fuerte y explícito del Estado. Aquí en cambio comienzan a notarse algunas señales negativas. En particular en materia cambiaria. La revaluación de los últimos dos años ha sido de por lo menos el 30 por ciento. Esto empieza a notarse por el lado de las importaciones. Existe un debate acerca de si debe considerarse el tipo de cambio multilateral o con relación al dólar, pero la Argentina opera en el área del dólar y son los ingresos y costos en dólares las señales que miran los empresarios. No debe olvidarse que aquí muchos empresarios son también importadores. La decisión de dejar de producir es inmediata, la de producir depende de las señales de mediano plazo, las que están mostrando debilidades.
Cuando se mira la evolución actual de las MOI hay dos períodos diferenciados. El primer impulso de desarrollo se da en los ‘90 a partir del desarrollo del Mercosur y con el acceso diferenciado al mercado de Brasil. La segunda etapa dinámica es la actual, pero demora porque respondió a la necesidad de normalización de la economía después de la crisis en 2002 y 2003. El gran diferencial cambiario de los inicios llevó a exportaciones basadas en un alto componente de mano de obra. La lenta disminución de este diferencial, que puede entenderse como normalización de costos, obliga a avanzar hacia el desarrollo de una competitividad más genuina, algo que se observa en muchos sectores, aunque no en todos. En términos generales el dinamismo exportador es aceptable y el desafío es diversificarse hacia destinos que tengan un mayor valor agregado. En cuanto al debate por el tipo de cambio, el equilibrio es complejo. Todos los países que mostraron una industrialización tardía exitosa mantuvieron un tipo de cambio relativamente subvaluado. El punto de diferenciación es hasta qué nivel esto representa un apoyo al desarrollo de ventajas genuinas. O, por el contrario, puede conducir al desarrollo de sectores que sólo basen su competitividad en este factor.
En la última década las exportaciones con relación al Producto se duplicaron.
Ello no provocó un cambio estructural en la inserción comercial del país en el mundo, pero sí tendencial.
Los Productos Primarios y las Manufacturas de Origen Agropecuario crecieron fundamentalmente impulsados por el ciclo alcista de precios internacionales.
Las Manufacturas de Origen Industrial, en cambio, lo hicieron fundamentalmente en cantidades.
Las ventas de productos primarios o de base primaria siguen manteniéndose en torno de los dos tercios del total.
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