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Domingo, 3 de agosto de 2003

BUENA MONEDA

Números y diagnóstico

 Por Alfredo Zaiat

LLas cifras de desocupación y pobreza difundidas por el Indec son lo que son: números. Un punto más arriba o más abajo no modifican el diagnóstico: la situación laboral y social es calamitosa. Si se asume como un problema ese deterioro nunca antes alcanzado a la mayoría de la población, las respuestas al desafío de recuperar la dignidad de aquellos que buscan trabajo o reciben un mendrugo por su labor podrían encontrarse si se inhibe la soberbia. La búsqueda de una salida a la crisis de la economía no pasa por abrir las puertas al aumento de tarifas o la rápida compensación a los bancos por efectos de la pesificación. Eso forma parte del libreto de los economistas-voceros del establishment, que suman esos reclamos en la bandera de la ausencia de un plan económico. Pero, a la vez, denostar el camino transitado en los ‘90, a sus ejecutores y a sus guerreros ideológicos de esa década nefasta no constituyen de por sí un programa. Para avanzar sobre la necesaria revisión de ese modelo, se requiere discutir y redefinir un nuevo régimen económico, que obviamente no se limita a un tipo de cambio más o menos alto. Los datos de desempleo y marginación permiten, dejando de lado la estéril competencia sobre las estadísticas, considerar que una nueva etapa económica recién se abrirá en la Argentina cuando se replantee el esquema de distribución de ingresos, cuya profunda desigualdad se ha consolidado a lo largo de los últimos casi treinta años.
Sin poner en el centro del debate la cuestión de la distribución, dejando en ese lugar al nuevo acuerdo con el FMI, la renegociación de la deuda en default o el nivel del dólar, constituye por omisión una definición de política económica. Y aunque no sea una música del agrado del flamante gobierno por ese camino no se desarma el modelo neoliberal que tanto repudia. Un régimen de distribución del ingreso se resume en cómo se reparte la torta. Pero en ese proceso, en este caso regresivo, intervienen varios factores, que con precisión están mencionados en un reciente documento del Instituto de Estudios y Formación –CTA– (El desmantelamiento del modelo neoliberal y la construcción de una alternativa). En el trabajo se indica que “la actual matriz distributiva se refiere a la profunda concentración de los mercados y del excedente económico; la relación entre –elevados– beneficios empresarios y –pulverizados– ingresos populares; la composición injusta de la recaudación y distorsiones del régimen de gastos, transferencias y subsidios; y una política monetaria subordinada a la estrategia cambiaria”.
En estos momentos la discusión económica está dominada por dos corrientes. La primera, abreviada en los gritos histéricos de la city, considera que con un dólar no muy alto se debe mantener los superávit comercial y fiscal, acompañado de reformas “estructurales” que favorezcan la generación de mayores excedentes para mejorar la capacidad de pago de la deuda. Compensaciones a los bancos y aumento de tarifas forman parte de ese “programa” económico. La otra vertiente, en la cual militan grupos extranjeros y locales exportadores, con ascendencia en el Palacio de Hacienda, apuntan a una prolongación de la reactivación, que ahora necesita un repunte del dólar como el verificado en la última semana, y a postergar lo más posible los pagos externos. La apuesta es que las exportaciones primarias, gastos en obra pública, la paulatina caída de la tasa de interés y la recuperación del crédito permitan reactivar el consumo de altos y medianos ingresos y la inversión.
“Esas dos opciones –dicen los economistas del IdEF– tienen en común no discutir el régimen económico y mantener inalterada la matriz distributiva de profunda desigualdad. En ambos casos, los ingresos de los asalariados se mantendrían en niveles próximos a los actuales, con diferencias, en unay otra alternativa, en cuanto a la desocupación, que continuaría siendo sin embargo, en ambos casos, muy elevada.”
Ante esa perspectiva, resultaría más productivo debatir el modelo económico antes que pelearse con las estadísticas del Indec.

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