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Domingo, 20 de junio de 2004

INTERNACIONALES › DEL PETROLEO A LAS ELECCIONES

Instability, Inc.

Desde Osama bin Laden e Irak hasta John Kerry, mucho parece conspirar contra la renaciente economía norteamericana.

Por Claudio Uriarte

La inestabilidad está en aumento en Medio Oriente y no hará más que crecer. En Arabia Saudita, principal proveedor de petróleo de Occidente, el asesinato el viernes de un empleado de la empresa militar estadounidense Lockheed Martin se sumó a una escalada contra blancos extranjeros que viene desde mayo del año pasado y que las fuerzas de seguridad locales se muestran incapaces o renuentes de frenar. En Irak, segunda reserva petrolera del mundo, un sabotaje de la resistencia voló el único oleoducto que permanecía en operaciones y cortó con eso por varios días las ventas de petróleo iraquíes al exterior, que son vitales para sostener su destartalada economía. Se conjetura que estos ataques en Irak irán en aumento hasta que asuma el próximo gobierno local el 30 de junio; pero no se sabe por qué no van a seguir después, de frente a una fecha aún más importante, el 2 de noviembre, cuando Estados Unidos renueve sus propias autoridades, y un vuelco definitivo de las preferencias electorales de George W. Bush a John Kerry (como ya registran las últimas encuestas) pueda acelerar lo que la resistencia iraquí y los terroristas extranjeros en Irak esperan que sea un generalizado desbande. La mejor oportunidad de negocios en Medio Oriente de aquí a fin de año puede ser el montaje de una rápida y eficiente cadena de compañías de pompas fúnebres.
La lectura económica inmediata de este berenjenal es que el precio del petróleo, que hasta no hace mucho flotaba alegre y dulcemente en la cota de los 24-26 dólares por barril, está destinado por lo menos a permanecer en las vecindades de una cotización de 38 dólares. Es un precio comparable al de los dos shocks petroleros de la década del ‘70, pero está atemperado por la enorme magnitud de las reservas energéticas estadounidenses, por un mayor empleo de fuentes alternativas de energía al que existía en los ‘70 y por el hecho de que lo que determina estas fluctuaciones no es que haya una escasez de petróleo en el mercado (la OPEP está produciendo en torno al 88 por ciento de su capacidad, y acordó dos aumentos escalonados de su producción en su última cumbre de Beirut) sino un exceso de miedo. También influyen las previsiones de un aumento de la demanda por las economías de Estados Unidos y China. Pero las cosas claramente pueden salirse de madre. El peor escenario sería la caída de la Casa de Saud en Riad y su sustitución por un régimen fundamentalista, que no está interesado en vender petróleo sino lo contrario. Dicho de otro modo, los shocks de los 70 perseguían objetivos tanto económicos (aumentar las ganancias) como políticos (cortar el apoyo norteamericano a Israel); hoy, una conquista del poder por Osama bin Laden en Riad expulsaría a las petroleras occidentales y bajaría el ritmo de producción con dos objetivos principalmente religiosos: estrangular a las economías de los infieles y desconectar al territorio saudita de lo que se considera una influencia occidental perniciosa y violadora de los valores del Islam.
Pero hay más imponderables en juego. La Reserva Federal estadounidense está claramente ponderando la posibilidad de un aumento de la inflación, a lo que la suba del petróleo alimentaría de inmediato. Por eso parece cada vez más inminente una suba de la hoy inexistente tasa de interés (está en 1 por ciento, pegada a su límite técnico) en un cuarto de punto porcentual. La economía estadounidense claramente está recuperándose, generando los 300.000 empleos por mes que necesita para absorber las nuevas camadas de incorporados al mercado de trabajo; sin embargo, el electorado no responde en forma clásica, baja el pulgar a Bush y aumenta la inestabilidad. Y la inestabilidad es lo último que parece aconsejable hoy.

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