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Domingo, 31 de julio de 2005

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La Serenísima versus el resto del mercado

La historia del aumento de las retenciones a las exportaciones de leche

 Por Susana Díaz


Pascual Mastellone, de La Serenísima, defendió esta semana las retenciones a las exportaciones lácteas decididas por el Gobierno, en principio, para contener los aumentos de precios impuestos días antes por firmas como, precisamente, La Serenísima. En declaraciones radiales el empresario sostuvo dos cosas: que las retenciones estaban bien, las calificó de “razonables”, y que los aumentos de precios de su empresa eran “definitivos”. Las declaraciones seguramente sorprendieron a algunos observadores, quienes, como se dijo, habían considerado que el principal objetivo de la decisión del Ministerio de Economía era contener las remarcaciones de las usinas. Es posible que el análisis del funcionamiento y la posición de los distintos actores al interior de la cadena de valor láctea explique las razones de las declaraciones de Mastellone, que no sólo provocaron inicial sorpresa sino también la protesta de 400 tamberos frente a la sede de una de las plantas de La Serenísima en la provincia de Córdoba.

Dos semanas atrás, antes de que fueran decididas las retenciones, Cash describió la posición de los distintos actores en la cadena de valor y frente al posible gravamen. En pocas palabras, las usinas habían transmitido al Gobierno que los aumentos en los costos de salarios, energía y materia prima debían trasladarse necesariamente a los valores pagados por los consumidores, los que deberían ajustarse en al menos el 3 por ciento. Sin circunloquios también transmitieron a los tamberos, que si esto no fuese posible ellos serían la variable de ajuste, es decir, que “se verían obligados” a pagar menos por la leche en la puerta del tambo. La discusión entre los productores y las usinas tenían por detrás la tácita aceptación del poder oligopsónico de las firmas elaboradoras, realidad considerada inexacta por trabajos de investigación de universidades privadas. Resulta lógico, entonces, que los tamberos, que no son exportadores, hayan dejado de lado intereses contradictorios sumándose al reclamo por, primero, evitar el impuesto y después, por anularlo.

¿Pero por qué Mastellone se manifestó a favor de las retenciones? Porque a pesar del fuerte aumento de las exportaciones lácteas en los últimos dos años, el mercado interno sigue demandando alrededor del 70 por ciento de la producción local y La Serenísima trabaja especialmente con esta porción del mercado. La gran demanda de leche para abastecer las plantas de elaboración de algunos quesos y leche en polvo para la exportación estaba influyendo en la provisión de materia prima para el mercado local. En concreto, empresas fuertemente exportadoras, con ingresos en dólares, como SanCor, Molfino, Nestlé y Williner, entre otras, estaban presionando por la demanda local de leche. La competencia se reflejaba obviamente en los precios, un problema para firmas que, como La Serenísima, competían con ingresos en pesos. Al desalentar en el margen las exportaciones, las retenciones limitarán este problema, evitando que el costo de la materia prima continúe encareciéndose. Los tamberos temen incluso una reducción. Vale recordar que La Serenísima también exporta una pequeña parte de su producción. Por eso su sugerencia original a Economía era que en vez de retenciones se establecieran cupos de exportación. Mientras tanto, será necesario esperar si efectivamente las retenciones operarán sobre los precios pagados por los consumidores. Las usinas, a juzgar por las declaraciones de sus directivos, ya tienen la respuesta.

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