[cerrar]

Comparta esta nota con un amigo

E-Mail de su amigo
Su nombre
Su E-Mail

Uno sabía que “economía” significa, etimológicamente, administración del hogar, por las dos palabras griegas que componen ese término. Pero ese nombre parecía corresponder a un mundo primitivo, arcaico, porque la economía moderna era una suma de procesos y actividades que tenían lugar fuera de casa, en fábricas, bancos, comercios, cines y cantidad de otros lugares. Es obvio que desde hace bastantes años se fue volviendo posible realizar un creciente número de transacciones, consumos o diligencias sin salir a la calle. Esto no es ninguna novedad. Sin embargo, lo interesante de un artículo publicado por Victor Keegan en el diario británico The Guardian es que muestra cómo en estos tiempos el hogar ha vuelto a ser una unidad de producción, como lo era antes de la industrialización. Y desafía a los lectores escépticos a contar el número de motores eléctricos que tienen en casa, sin olvidar los micromotores del celular o de la cámara digital. Es fácil comprobar que cualquier vivienda razonablemente equipada y más o menos al día alberga decenas de motores, o quizá más de un centenar, muchos de los cuales le permiten producir bienes y servicios de los más diversos, haciendo las veces de lavandería, cinematógrafo, banco, supermercado (por las compras vía computadora), panadería (Keegan está chocho con una máquina panificadora que le regalaron), correo, imprenta, taller de revelado, quiosco de diarios y revistas, universidad, biblioteca y muchas cosas más. No es que la gente utilice a pleno las posibilidades abiertas por transformaciones como la revolución digital, pero incluso el más reticente tiene preparada su casa para funcionar como una factoría múltiple. Obviamente, el mismo proceso que permite hacer casi todo puertas adentro, con la consiguiente descentralización, vuelve más anacrónicas las gigantescas concentraciones urbanas, con sus enormes deseconomías. Así como un vecino de Adrogué tiene cada vez menos razones para ir a la ciudad, ¿cómo justificar que un tercio de la población argentina se hacine en el área metropolitana?