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Martes, 4 de enero de 2005

SALIDA DEL DEFAULT, SUPERáVIT FISCAL E IMPUESTOS

“Estamos corriendo una maratón”

¿Qué beneficios concretos va a traer la salida del default?
Federico Poli: Lo primero que yo digo es que mantener la propuesta básica en torno a la reestructuración de la deuda es central al funcionamiento de la economía argentina. Es central porque tiene que ver con cuánto excedente se transfiere al exterior y cuál es la carga impositiva que cae sobre las familias y las empresas. Acá cada vez que llegamos a una etapa de definición hay mar de fondo porque hay mucho dinero en juego.
¿Pero la vuelta del crédito depende de esa resolución? ¿Cuál va a ser el impacto real?
F. P.: La economía argentina se ha ido normalizando en los últimos meses, y uno de los asuntos que requiere de esa normalización es el de las relaciones financieras con el resto del mundo, que contamina un poco todo pero no implica que uno no pueda tener la performance que tuvimos. Desmitifiquemos que no se podía crecer, no se podía generar empleo ni nada si estábamos en default. Lo que es cierto es que tanto el Gobierno como la sociedad le dedican mucho tiempo y esfuerzo a este tema, que podrían ir a otras cosas y van a ir una vez que se resuelva. También se pueden destrabar algunas decisiones corporativas de inversión, puede aparecer algún financiamiento que hoy no está. Pero eso no quiere decir que el default sea la muerte y su salida sea la vida.
Sebastián Katz: Igual eso no significa que sea lo mismo que decir que la economía real haya estado al margen de la ruptura financiera. Lo que había era una deuda cuya carga inhibía las posibilidades de crecimiento de la economía. Al entrar en default se liberó potencialmente una masa de recursos del orden de los 4 mil millones de dólares de intereses anuales más los atrasos de capital, que igual siguió fluyendo hacia fuera vía fuga de capitales. Recién cuando se estabilizó la economía a mediados de 2002 se empezó a notar el impacto de esa mayor liquidez, y lo que ahora va a pasar es que la normalización de las relaciones financieras con el exterior va a volver a poner una carga exigente, pero una carga que nosotros consideramos dentro de la capacidad de pago del país. Por eso la propuesta de quita necesita ser tan agresiva. Y naturalmente hay muchos efectos positivos de tener relaciones financieras normales con el exterior.
Esa carga de la deuda es sobre la sociedad a través del superávit fiscal. ¿Ese excedente volverá a contabilizar el nivel record de 2004?
S. K.: Acá voy a robarle una idea al profesor Daniel Heymann: no estamos corriendo una carrera de cien metros sino una maratón; se está definiendo una propuesta de pago para los próximos treinta años. Así que hablar de un superávit del 5 o del 6 por ciento del PIB de para todo ese período es un mero ejercicio en una planilla de cálculos que no tiene ninguna sustentabilidad económica, política, social, y que no tiene historia ni registros ni racionalidad. Argentina tiene una propuesta que va convergiendo a un 2,2 por ciento con metas un poco más altas en los primeros años.
Ese nivel de superávit tampoco tiene precedentes en la historia argentina.
S. K.: A nosotros nos parece una meta exigente pero cumplible. Nos parece que el actual superávit del 5,9 por ciento del PIB de 2004 tiene elementos de transitoriedad como los precios internacionales, algunos impuestos que se mantienen por la emergencia. Si uno se propone alcanzar un 6 por ciento de superávit primario lo más probable es que obtenga cero, porque la economía se destruye vía expectativas y no se recauda nada. Está claro que se pueden obtener mucho mejores resultados con metas razonables. Y los beneficios que ha dado en ese período tener un elevado superávit fiscal están claros: autonomía de la política económica, mayor margen de maniobra para hacer política de ingresos. Hay algo que hemos aprendido después de tres décadas de mal manejo macroeconómico: la disciplina fiscal es un elemento clave.
¿Se estudia algún cambio importante en el sistema impositivo para este año?
F. P.: Hay algunos impuestos que el ministro ya ha definido como distorsivos y que lo ideal sería bajarlos a lo largo del tiempo, como el impuesto al cheque. Pero me gustaría discutir el tema de las retenciones a la exportación. Ojalá que las retenciones se queden, porque significan que existe un tipo de cambio real elevado. Ese impuesto es el complemento de ese tipo de cambio elevado. Queremos mantener este tipo de cambio real. Y otra cosa importante desde el punto de vista de la equidad es que este año, por primera vez, se logró que Ganancias tuviera la misma recaudación que el IVA.
S. K.: Si pudiésemos, la intención es avanzar en la eliminación del impuesto al cheque, pero el caso de las retenciones es distinto. Tal vez sean, como dijo Lavagna, un impuesto un poco tosco pero no distorsivo. Las retenciones gravan ganancias extraordinarias, así que si hay algo para trabajar es ver cómo hacemos para que la estructura del propio Impuesto a las Ganancias permita captarlas.
¿Las rebajas del IVA que se discutieron este año quedaron descartadas o se pueden reflotar?
S. K.: No lo podemos contestar nosotros. Todo lo que se acordó y se comprometió hasta el momento está volcado en el Presupuesto. Hoy por hoy la actual recaudación del IVA es necesaria para cerrar el esquema fiscal de la Nación.

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