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Domingo, 9 de julio de 2006

GABRIEL PALMA: ECONOMISTA CHILENO DE LA UNIVERSIDAD DE CAMBRIDGE

“Diferenciarse de China, India y Brasil”

 Por Fernando Krakowiak

Gabriel Palma es un economista chileno, profesor de la Universidad de Cambridge y amplio conocedor de las economías asiáticas. Hace pocos días visitó la Argentina para participar en un seminario organizado por Cefid-Ar. Cash lo consultó sobre la industrialización asiática y las posibilidades de extrapolar esa experiencia a la Argentina.

Usted suele criticar el proceso de desindustrialización que atravesó América latina y lo contrapone a la industrialización asiática. ¿Ese es el camino a seguir?

–El Sudeste asiático no utilizó la reforma económica para hacer un cambio de modelo de crecimiento. Toda la estrategia de industrialización, cuyo modelo es el japonés, siguió igual, por eso han sido capaces de crecer mucho más rápido. Lo que hace Corea hoy en día es muy parecido a lo que hacía hace 20 años. Jamás abandonó la industrialización, ni se orientó a los productos primarios. En América latina, en cambio, las reformas modificaron el modelo de desarrollo.

La industrialización asiática se suele asociar con la ventaja que otorga la mano de obra barata.

–No es el caso. En los países asiáticos de la primera generación de crecimiento (Corea, Hong Kong, Taiwan y Singapur), los salarios reales duplican a los de la Argentina. En los de la segunda generación (Malasia y Tailandia), los salarios reales son similares a los de acá. Sólo la tercera generación asiática (China, India y Vietnam) se industrializa con salarios muchos más bajos que los de la Argentina y el resto de América latina.

¿Cuál fue la clave que permitió avanzar con la industrialización en Asia?

–El secreto es que nunca se basó en sus mercados locales. La estrategia asiática fue usar los mercados domésticos como una base de producción, pero desde un principio se obligó a las corporaciones a tener un contenido muy alto de exportación. Los niveles de inversión llegaron al 30 por ciento del Producto y hubo un cambio tecnológico muy fuerte. Por ejemplo, el acuerdo que tenía Hyundai con el gobierno coreano contemplaba acceso al crédito ilimitado, subsidios y mercado doméstico cautivo, lo que le garantizaba altos niveles de utilidad, pero la empresa tenía que cumplir metas exportadoras equivalentes a un tercio de su producción. Los países asiáticos nunca vieron el modelo sustitutivo de exportaciones y el modelo exportador como alternativos sino como complementarios.

¿Qué pasaba si una empresa no cumplía?

–Se le cortaba el subsidio. En América latina somos buenos para dar subsidios, pero somos incapaces de quitarlos cuando las empresas no cumplen las metas a las que están atados esos subsidios. En el caso del Sudeste asiático, la base de la política industrial es la capacidad de dar subsidios y, fundamentalmente, de quitárselos a aquellas corporaciones que no son capaces de cumplir las metas.

¿El Estado fue el encargado de decidir en qué sectores se impulsaría la industrialización?

–Absolutamente, y esos objetivos iban cambiando en el tiempo. Además había mucha política industrial micro. A Hyundai se le dio el mercado local y además no se permitió que otra empresa coreana, en este caso Daewoo, comenzara a producir autos hasta que pasaron 10 años. Así se le posibilitó a Hyundai adquirir un tamaño mínimo de escala para ser capaz de exportar un tercio de su producción.

En la Argentina, cuando se les pregunta a los responsables de la política industrial cuáles son los sectores clave para impulsar la industrialización, no hay una definición precisa.

–Si uno mira a China y a la India sabe exactamente cuál es el nicho que quieren ocupar en la economía global. China es la fábrica del mundo de los productos de mano de obra intensiva y la India quiere ser la oficina del mundo donde se hace el software y donde operan los call centers. El problema de la Argentina y también de Brasil es que el nicho no está claro. En Brasil pareciera ser el procesamiento de materias primas. No debería exportar fierros sino ser uno de los exportadores más grandes de acero. En el caso argentino es más complicado porque no es obvio cuál es el nicho de su industria manufacturera en la economía globalizada, y ése no es un problema menor porque para tener una política industrial hay que tener claro para dónde se está moviendo el país.

¿Cuál cree usted que debería ser el nicho de la Argentina?

–La respuesta no es independiente de los niveles de ahorro e inversión y del tipo de cambio que sea capaz de sostener.

Si usted pudiera manipular esas variables, ¿cuál sería la mejor estrategia industrial?

–La mejor estrategia es diferenciarse de China, India y Brasil. La Argentina tiene un gran capital humano y una economía de muy alto nivel de desarrollo tecnológico. Su nicho no es diferente del que podría ser el coreano o el malayo, con una industria manufacturera orientándose hacia la tecnología mediana y alta. El problema es que ese modelo necesita tasas de ahorro e inversión del 30 por ciento del Producto y políticas económicas keynesianas que permitan una cierta estabilidad en el largo plazo.

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Imagen: Leonardo Garcia
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