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Viernes, 9 de agosto de 2013

TEATRO › DAMIAN DREIZIK Y SU UNIPERSONAL SISTEMA GARAGE

“El plagio está en el aire”

En la puesta que presenta todos los viernes a las 23 en el Centro Cultural de la Cooperación, el notable actor se mete en la piel de Raúl Ricoletti, conferencista nacido en la radio que ahora viene a presentar un libro con una curiosa doctrina teatral.

 Por Facundo Gari

Damián Dreizik tiene más caras que un cubo de Rubik. Y más combinaciones que toda la red de subtes porteños. No hace falta ser habitué del teatro para notarlo. Basta con haberse entregado a la globalización gestual de los emoticones, a la erosión de la frente que producen los monitores, para sentir que ese tipo de 47 años sobre el escenario está más cerca del eslabón perdido que cualquier otro contemporáneo. “El gesto es una posibilidad valiosa y difícil de lograr”, le dice a Página/12. “Las tecnologías se ponen en el medio de quienes gustamos expresarnos cara a cara, de quienes intentamos hacerlo bien. Me gusta jugar con la expresión, jugarme por lo expresivo y hasta pasarme de largo. Elijo ese riesgo antes que dejarme caer en una cosa lavada.” De ahí que al concebir Sistema Garage –el unipersonal que muestra los viernes a las 23 en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543)– haya optado por no utilizar pantallas, que fueron una primera idea para adornar la conferencia de Raúl Ricoletti, su personaje ahora teatral pero nacido en la radio. “Hay plasmas por todos lados”, resopla. Hubieran sobrado, ciertamente: en escena, el cuerpo del actor ya es HD.

Entonces, la puesta es lo que se dice “despojada”: un atril, una mesita con un par de ejemplares de la publicación que Ricoletti promociona y unas cortinas. Pero no hay despojo en absoluto: Dreizik de-sanda esa pampa escénica a caballo del movimiento. Se vuelve un narrador primal, un arquitecto de la imaginación de los espectadores, un guía turístico hacia Villa Gesell o un etnógrafo, en el interior de un monoblock. Se multiplica. Uno no sabe si se ríe por una intención humorística del autor o por el oscuro momento de felicidad que consigue. El lo aclara: “Intenté alejarme de la premisa de hacer reír, por ahí para lograrlo. Me gusta el teatro de actor, la posibilidad de que el otro vuele y la mirada lateral. Vengo de ahí”. Viene de Los Melli (dúo cómico junto a Carlos Belloso) y unipersonales “de culto” para tribunas que podían olerlo de tan cercanas; de videoclips masivos, películas independientes y programas televisivos asfixiados por el rating; de darle voz a “La llama que llama”, de guionar el film Pájaros volando y de divertir con sus criaturas a la audiencia de Day Tripper (FM Rock&Pop). Ahora se relame por la proximidad del estreno de otro “loco” largometraje de su pluma, del que prefiere no dar más pistas que: cuenta con actuaciones del Pibe Valderrama, Rubén Rada y Nicolás Vázquez y dirección de Néstor Montalbano. Hace años que los fanáticos aguardan la publicación de su novela “iniciática”, Choclo.

Fue en el programa radial que conduce Juan Di Natale que Ricoletti apareció por primera vez, como un maestro teatral chanta y pedante. Después Dreizik ampliaría un poco su universo en Cómico Stand Up, poniéndole cara en apariciones de quince minutos. Finalmente, optó por armar un espectáculo a su alrededor. “Me parecía que había un mundo ahí, algo de lo que quería hablar: el robo de ideas, de ese robo que no es robo, porque uno toma una idea, avanza y se desprende del maestro”, explica. En ese sentido, dice, Sistema Garage es sobre un parricidio. “El tema del plagio está en el aire: el método artístico, Stanislavski, evolución o robo, Borges. En los últimos años, Internet reavivó el debate porque conecta al mundo de una manera democrática. Entonces salen las discusiones sobre qué o quién es el autor. Son temas conflictivos e incómodos. Yo lo siento.”

Dirigida por Alfredo Allende, la pieza tiene forma de presentación editorial. El libro, llamado como la obra, resume la curiosa doctrina teatral de Ricoletti: un parangón entre “actor” y “automóvil”. Para contar su origen, el personaje recurre a su pasado como discípulo. Reseña que tomó prestadas las enseñanzas en “teatro del dolor” de su Miyagi personal para componer las que más tarde les ofrecería a sus propios alumnos. “No tengo onda con los autos, ni siquiera sé manejar. Pero lo pensé como un sistema alejado de lo teatral con el que, sin embargo, se pueden hacer asociaciones metafóricas. Están las velocidades, la reversa, la afinación y la combustión”, compara. Lo atrajo también que el coche sea “el fetiche de los siglos XX y XXI”, como le hace decir a su personaje. “Es sexo, casa, status... Tiene muchas implicancias socioculturales.”

Claro que el paralelo deviene en parodia. “Humor y delirio” mediante, Dreizik pone al sol los trapitos “del método artístico y del chamuyo” teatral, sin caer en una retórica de ghetto, pero abriendo un entrelíneas más ancho para quien esté, de una u otra manera, relacionado con las minucias del ambiente.

–¿Se las vio con muchos sanateros?

–Con algunos. Pero no los veo mal, me divierten. Me parece que el teatro da para eso. Muchas veces, yo mismo me siento un poco Ricoletti: soy actor, doy clases y me tocan los lugares patéticos que aparecen en la obra. Igual, no sé si la palabra es “sanateros”, porque hay grandes maestros de verdad. Como toda enseñanza artística, la del teatro no es dura, no es una ciencia, y por eso hay mucha subjetividad en juego. Si un tipo es malo o bueno, depende de cada uno. Actualmente se diversificó todo, pero entre los ’70 y los ’80 los grandes maestros eran tres o cuatro tipos muy poderosos. Podían tirarte abajo una carrera. Ahora si te pasa, buscás otro. O seguís solo.

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“Las tecnologías se ponen en el medio de quienes gustamos expresarnos cara a cara”, dice Dreizik.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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