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Viernes, 9 de agosto de 2013

CINE › VOYAGE VOYAGE, COPRODUCCION TRIPLE DIRIGIDA POR EL GALO EDOUARD DELUC

Franceses sueltos en tierra mendocina

El título sensiblero y la línea argumental podrían haber dado por resultado uno de esos forzados pastiches de postal turística. Y, sin embargo, el film funciona y ofrece varios buenos momentos, sobre todo por las características de sus personajes.

 Por Horacio Bernades

Casi al mismo tiempo, dos cineastas europeos se vieron atraídos por las rutas argentinas hasta el fin. En El muerto y ser feliz, el madrileño Javier Rebollo viajó de Buenos Aires a Salta, con José Sacristán como asesino a sueldo en estado terminal. La película se presentó en la última edición de San Sebastián, abrió el Festival de Mar del Plata en noviembre pasado y tiene pendiente su estreno local. Para su debut en el largometraje, el francés Edouard Deluc eligió un recorrido más acotado, lejos de las ambiciones de absurdo no del todo logradas de Rebollo, redondeando una road movie pequeña, modesta y crecientemente cálida. El título original es Mariage à Mendoza, a la que a algún genio del marketing se le ocurrió ponerle, para su distribución internacional, el nombre de una de las grandes torturas infligidas por el pop francés a los oídos del mundo, suponiendo tal vez que esos oídos temblarían de gozo al escucharlo.

Voyage Voyage (¡ay!) es la clase de película que Hollywood manufactura, empaqueta y vende, y en otras manos puede recobrar algo del orden de lo humano. Los hermanos Marcus y Antoine llegan a Buenos Aires para partir en unos días rumbo a Mendoza, donde asistirán al casamiento de un primo con rubia argentina. Marcus y Antoine, claro, no podrían ser más distintos. Antoine (Nicolas Duvauchelle, que a los treinta y pico actuó ya en películas de Jacques Rivette, Alain Resnais, Claire Denis y André Téchiné) es el “normal” de los dos, con profesión muy de clase media (es profesor de tecnología) y familia ídem. Con su metro noventa y pico, una desprolijidad a toda prueba, aire ido y anteojos culo de botella, Marcus (Philippe Rebbot, que colaboró en el guión) es, claro, el frikón, el piñón suelto, el loquito de la familia. Sucede que a Antoine su querida esposa acaba de dejarlo en la calle, por lo cual desembarca en Ezeiza en estado lamentable, mientras que Marcus resulta estar más loco de lo que se creía. Pero eso se sabrá bastante más adelante.

La parte argentina está representada por Gonzalo (Gustavo Kamenetzky), conserje de hotelito con una desgracia siempre a mano para contar, que de modo algo caprichoso se sumará al viaje de los franceses, y Gabriela (Paloma Contreras), hija de la nueva pareja de la ex esposa de Gonzalo, que harta de su madre biológica y padre postizo, tras un incidente de éstos con el trío se sumará al vetusto Fairlane de los amigos, en tren de aventura. Aventura que incluye un alto componente de coqueteo a dos puntas. Coproducida por la compañía del realizador Diego Lerman, fotografiada con savoir faire y planificada y editada con fluidez y coherencia, Voyage Voyage hace una finta elegante a los peores clichés de esta clase de emprendimientos: las postales turísticas, la mirada eurocéntrica, la forzada convivencia entre actores de uno y otro lado. En lugar de ello desarrolla, sin perder el medio tono, la imprevisibilidad del viaje.

Si Gonzalo funciona como puente entre Antoine y Marcus, es porque tiene algo de ambos. Parece el tipo más medio-pelo del mundo, una especie de taxista de a pie, pero a medida que el viaje avance se irá revelando como peligroso tiro al aire. Deluc sabe mantener un tono que contiene tanto la herida “normalidad” de Antoine como la torrentosa imprevisibilidad de Marcus, capaz de levantar polvo a primera hora de la mañana, envuelto en una bata raída y con el cepillo de dientes en la mano derecha, para correr a los que le robaron el Fairlane. Versión francesa del Cosmo Kramer de Michael Richards, el desarticulado y siempre ansioso Philippe Rebbot es una de esas presencias magnéticas a las que es imposible no seguir, de plano en plano. En minishort o sin él, Paloma Contreras está lo suficientemente sexy como para justificar que Marcus se desmaye literalmente al verla. Algo menos justificada parece la presencia del nouveau chansoniste Benjamín Biolay, apareciendo unos minutitos nomás, casi en tiempo de descuento, como primo casamentero.

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Los dos hermanos que llegan a Ezeiza parecen bien diferentes... pero al cabo no lo son tanto.
 
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