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Viernes, 6 de diciembre de 2013

TEATRO › PARA HABLAR DEL PASO DEL TIEMPO, VINCENT COLIN TRABAJA CON ACTORES DE MAS DE 60 AÑOS

“Un viejo tiene una presencia muy fuerte”

En Taller Proust 2013, el director francés reunió a algunos de los intérpretes que habían estado bajo sus órdenes en Pequeño norte busca gran sur, que estrenó en los ’90 en Ushuaia. “Siempre parto de deseos; no hay necesidad de hacer teatro”, afirma.

 Por María Daniela Yaccar

La vida y el teatro a menudo se cruzan y son lo mismo. Vincent Colin, director francés, vino a la Argentina en 1990 y montó una obra en el viejo presidio de Ushuaia, que fue reabierto para la ocasión. Veinte años después, juntó a algunos de los actores que reunió en aquel entonces (y sumó nuevos) y está a punto de estrenar Taller Proust 2013, una puesta inspirada en El tiempo recobrado, de Marcel Proust (hoy y mañana a las 20 en Centro Cultural Borges, Junín 1930). Hay otros dos aspectos muy originales en relación con este trabajo: para hablar del paso del tiempo, Colin eligió a nueve actores de más de 60 años. Hay una mujer que pasa los 80. Y, por otra parte, ninguno de los integrantes del elenco es profesional.

Este experimento de Colin arrancó hace unos años. En 2005, en Francia, estrenó Sobre las alas del tiempo, con una quincena de octogenarios, y en 2011, El arte de ser abuelo, basado en poemas de Víctor Hugo. Fue en Vannes donde realizó su primera experiencia con adultos mayores. Publicó un aviso en el diario invitando a personas de más de 70 años para hacer una experiencia profesional de teatro. Recibió quince respuestas. Este hombre, que en el París de fines de los ’60 estudiaba Economía –para luego arrepentirse, claro–, se asustó, pensó que iba a ser muy complicado todo. Pero pronto cambió su punto de vista. “Recuerdo que le dije a un actor que se levantara de su sillón, que recorriera el escenario y se sentara en otro lado”, le cuenta a Página/12. El actor demoró cinco minutos. Y entonces Colin descubrió que eso también era teatro. Que no era una demora, que esa tardanza era válida y reflejaba una particularidad. “Cruzó el escenario muy distinto a como lo haría una persona joven”, concluye el director, que ha viajado por el mundo con sus obras y que suele generar teatro, también, con los paisajes y las personas que encuentra cuando viaja.

“Un viejo tiene una presencia muy fuerte”, reflexiona. “En su cuerpo pasaron los años.” Los actores que conoció en Vannes tuvieron mucho éxito. Giraron por Francia, tuvieron una temporada de un mes en París, “en un gran teatro, todas las noches”. “Al principio ellos no querían ni salir de su ciudad. Pero después se animaron. Luego, la cosa paró porque muchos murieron en ese período. Pero me quedó en la cabeza”, desliza Colin. El año pasado también estuvo en la Argentina y montó otra obra relacionada con Proust en el teatro El Popular. Algunos de los actores que se presentan en Taller Proust 2013 también actuaron en 2012. Lo harán con la Compagnie Vincent Colin.

–¿De dónde surge su interés por la Argentina?

–Me interesa la relación Norte-Sur. América latina me atrae desde siempre. Vine cinco veces a la Argentina. La obra que montamos en los ’90 en Ushuaia, con actores franceses y argentinos, se llama Pequeño norte busca gran sur, y habla de la fascinación del Norte por el Sur y viceversa. La hicimos en un lugar magnífico y también espantoso. Tuvo mucho éxito y al año siguiente la llevamos al Festival de Avignon. Esa obra reúne textos que van desde Verne hasta Darwin, que se quedó mucho tiempo en Tierra del Fuego, y habla de los aborígenes de esa zona.

–¿Y por qué hoy le interesa reflexionar sobre el paso del tiempo?

–La relación que tenemos con él cambió totalmente, por Internet y otras razones. Y también la salud nos modificó la percepción. En todos los países del mundo una parte de la población que es mayor goza de buena salud, pero no sabemos qué hacer con ella. Vemos a los adultos como un peso, una cosa, nos cuestan caro y son obsoletos. Elegí cambiar mi mirada y pensar que ser viejo no es una enfermedad y puede ser una cosa positiva. Además, envejezco yo también, como todo el mundo. En China también hablé de este tema. A ellos les interesa mucho y tienen un problema enorme. Quiero cambiar el concepto de vejez. Cuando volví a Buenos Aires quise reunir a mis compañeros de Pequeño norte... y elegí El tiempo recobrado. Ocurre en la casa de los príncipes Guermantes. Una fiesta reúne a la gente veinte años después.

–¿Qué efectos nota en los mayores cuando encaran la actividad teatral?

–Muchos están fuera del circuito porque casi todos son jubilados. Y, de repente, se ponen en actividad otra vez. Esto es una especie de revancha ante la jubilación. El teatro les da la obligación de ir hasta el final. No hago un taller para ocuparlos ni animarlos. Es mucho más. Y para ellos es una experiencia totalmente nueva.

–¿Por qué elige trabajar con no profesionales?

–Generalmente trabajo con profesionales, pero hay un montón de proyectos en los que mezclo profesionales y amateurs. El amateur tiene una presencia, un color y un carácter particulares. Trabajé en Africa y en Asia, donde no hay profesionales como en Europa. Estuve en muchos países del Sur. Para mí el teatro es un viaje, una manera de viajar. En Africa trabajé en el medio del desierto de Namibia. Hay una tribu en el lugar, y con ellos, con actores franceses y una orquesta francesa hicimos una obra. Siempre parto de deseos; no hay necesidad de hacer teatro.

–¿Cómo hicieron para llevar al teatro a un autor tan complejo como Proust?

–Es imposible hacer una adaptación. Hubo experiencias, pero siempre fueron fracasos. Es imposible porque la novela consiste en fragmentos de su vida. Lo único que queda de él son sus frases. Pesqué en el libro en función de lo que me imaginaba. Les mandé el texto a los autores para que se pudieran familiarizar. Y después en el taller cortamos, ponemos, sacamos. El trabajo es artesanal.

–Ha hecho muchas obras inspiradas en literatura de grandes autores, como Flaubert. ¿Por qué?

–Me parece un acto más completo. Monté algunas obras de teatro, pero sobre todo adaptaciones, novelas, textos filosóficos y reportajes. Hasta hice textos de Tocqueville. Hice un espectáculo inspirado en De la democracia en América, que se llamó igual, en el que mezclé el texto con hip hop y arte de Daniel Buren.

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“Elegí cambiar mi mirada y pensar que ser viejo no es una enfermedad”, afirma Colin.
Imagen: Jorge Larrosa
 
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