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Martes, 5 de agosto de 2014

TEATRO › SEBASTIáN SUñé Y LA OBRA TEATRAL ROD MUBI (O EL VIAJE DE RODOLFO)

El viaje como metáfora de transformación

La pieza se presenta como el relato de un recorrido que el protagonista, su novia y tres amigos realizan por el norte argentino. Con reminiscencias del viaje de Ulises en el poema homérico, incluye un cambio de rumbo que obliga al “héroe” (o antihéroe) a tomar decisiones.

 Por Paula Sabatés

Para Sebastián Suñé escribir la historia de un viaje era casi una condición. Nacido en Córdoba hace 33 años, fue un cambio de lugar lo que a él le cambió la vida. A los 20 viajó a Buenos Aires para estudiar actuación y, en esa pasión, a la que considera un oficio, se encontró consigo mismo. No es extraño, entonces, que se identifique tanto con Rod, personaje central de Rod Mubi (o el viaje de Rodolfo), obra que actualmente tiene en cartel. Con un título que parodia al género road movie (“película de carretera”, en su traducción literal), la pieza se presenta como el relato de un viaje que el protagonista, su novia, y tres amigos realizan por el norte argentino. Con reminiscencias del viaje de Ulises en el poema homérico, un imprevisto en medio del camino y una aparición inimaginada cambian el rumbo de la historia y obligan al “héroe” a tomar decisiones.

La puesta de Suñé, también director de la pieza, recrea con ingenio y pocos recursos una ruta perdida del norte del país. La única escenografía es el motorhome con el que se trasladan los viajeros (se trata de la segunda obra –la otra es Priscilla, la reina del desierto, también en cartel– que utiliza este recurso en escena) y las transiciones entre día y noche se resuelven con simples cambios de luces. Con las actuaciones de Nacho Bozzolo (que hace una gran interpretación del personaje central), Laila Duschatzky, Rodrigo Lico Lorente, Cecilia Meijide, Pedro Pena y Paula Staffolani, la propuesta, según el director, “no necesita mucho, porque lo simple es metáfora de transformación”.

“La historia de Rod Mubi surge de un sueño que tuve toda mi vida, el de agarrar un motorhome e irme al norte con amigos. Cuando ya me había animado a escribir, un amigo me dijo que por qué no unía mis dos sueños, el de escribir y viajar, y hacía una obra sobre eso. Así surgió la obra”, cuenta a Página/12 el director y dramaturgo, que se confiesa fanático de las películas de viajes. “Me encantan historias como la de Into the wild, en las que el hombre urbano sale al encuentro de la naturaleza y en ese camino se descubre a sí mismo.”

–La obra tiene muchos puntos en común con Priscilla, la reina del desierto: un viaje por un lugar árido, un vehículo que se rompe, un “héroe” que se encuentra consigo mismo y amigos homosexuales que se llevan mal entre sí. ¿La película o la obra influyeron?

–No conscientemente. Vi la película hace muchos años y en ese momento me fascinó por el tema y por su propuesta visual, pero no pensé en ella cuando escribía. Hace poco una amiga actriz empezó a trabajar en la versión que se está haciendo en teatro y cuando la vi casi me muero. Pensé que mi obra iba a quedar como re plagio. Evidentemente algo de la película había quedado en mi inconsciente, pero no me di cuenta hasta que vi esa función. Después otra amiga me comentó que en la obra Pangea, que todavía no pude ir a ver, también se habla de un viaje que modifica a la protagonista y eso me tranquilizó. Se ve que está pasando algo en el teatro que muchos hablamos de eso.

–Como otros escritores y dramaturgos, usted concibe al viaje como metáfora de transformación. Algo muy homérico...

–A mí la Ilíada y la Odisea me marcaron muchísimo. Desde chico estoy muy familiarizado con todos los mitos griegos. La Odisea directamente me obsesionó. De hecho, Rod lee en escena un ejemplar de ese libro. Tengo colgada en mi habitación una frase que dice: “Rico en saber y en vida, como has vuelto, comprendes ya qué significan las Itacas”. Rod no sabe cuáles son las suyas, pero aun así las desea profundamente y es en ese viaje, que no sale como él quiere, cuando aparecen sus nortes. Me recuerda a mi historia. Yo nunca pensé que iba a tener la posibilidad de venirme a Buenos Aires a estudiar actuación. Pero cuando uno se anima aparece el camino.

–De todos modos, Rod aparece, por lo menos al principio, como un antihéroe, dominado por su novia y sin mucha actitud. En eso no se parece mucho a Ulises...

–Sí, totalmente. Yo lo veo como esas películas en las que no podés creer que el más tarado o tibio termine salvando al resto o convirtiéndose en héroe. Pero antihéroe y todo, Rod toma decisiones y creo que eso lo lleva al cambio. En eso también me recuerda a mí. Yo siempre hice las cosas como había que hacerlas. Me vine a Buenos Aires y estudié en la EMAD. Tuve varios trabajos, pero cuando luego de una larga temporada en el teatro oficial me quedé sin contrato, me desesperé. Y una compañera me dijo que era hora de que empezáramos a hacer lo propio. Entonces aposté más a lo autodidacta y escribí Delia, mi primera obra. Y ahora, con este nuevo trabajo, me termino de dar cuenta de que las cosas van surgiendo solas por el simple hecho de hacerlas.

–En esta obra, como en su trabajo anterior, utiliza mucho el humor. ¿Por qué lo elige?

–Es algo que me viene de familia. Siempre nos decimos las cosas riéndonos o con un chiste o una humorada atrás, porque así podemos decirnos muchas verdades juntas sin que sean tan duras. También me marcó mucho una experiencia actoral que tuve. Fue cuando hice Las mujeres sabias, en el Teatro Alvear. Fue una obra que estuvo en cartel un año entero y en la que en todas las funciones la platea se reía a carcajadas. Para mí fue muy fuerte, nunca había pasado por algo así. Siempre había estado en trabajos más solemnes. Me di cuenta de que es mucho más complejo de lo que uno cree. Cuesta encontrar la estructura del humor en la escritura, primero, y luego a los intérpretes que puedan decir ese texto, porque es un registro delicado al que no están tan acostumbrados todos los actores. Pero cuando sucede, cuando todo eso se da, es maravilloso.

* Rod Mubi se ve los sábados a las 20 en Beckett Teatro, Guardia Vieja 3556.

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La obra de Sebastián Suñé se puede ver los sábados en Beckett Teatro.
 
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