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Sábado, 18 de agosto de 2007

TEATRO › TST SAN TELMO

Una “Patria nueva” en un viejo barrio

Después de diez años cerrados al público, ayer reabrieron bajo su nueva denominación los legendarios Teatros de San Telmo.

 Por Hilda Cabrera

Un estudioso de la arquitectura teatral de Buenos Aires se lamentaba a comienzos de los años ‘90 de la transformación que desde la década anterior se operaba en las salas de teatro. No era ya el incendio, la demolición o el cierre sino la conversión de varias salas “en cines de exhibición de películas condicionadas, popularmente llamadas porno”. Lo constató por entonces el investigador y escenógrafo Leandro Hipólito Ragucci en una publicación de Funcun. Hoy el panorama es otro. Por eso se festeja cada año de permanencia –estos días los cuatro de El Búho, por ejemplo– y las reaperturas de teatros que hicieron historia. Un caso es el de Los Teatros de San Telmo. En realidad, el que hoy reabre sus puertas bajo la denominación de TST San Telmo –y después de diez años de cierre al público– es sólo uno de éstos, el de Cochabamba 370, situado en un sector del predio que ha funcionado con el nombre de Espacio Gie-sso, destinado a exploraciones en distintos campos del arte, como la música y las instalaciones interactivas. Pionero de la restauración de las antiguas “casas chorizo” de la zona, el arquitecto Osvaldo Gie-sso descubrió ya en los años ’60 que esas construcciones escondían espacios incomparables para la actividad artística y social: “Se tiraron paredes abajo y se taparon patios, logrando espacios escénicos muy pintorescos, actualizándolos con instalaciones de luces y sonido”, cuenta ahora, en este regreso de Los Teatros...

La obra elegida para inaugurar el TST es Patria nueva, pieza en un acto que Armando Discépolo (1887-1971) escribió en 1926. Describe un dramático desencuentro amoroso, característico del teatro “no grotesco” del autor, según la clasificación de algunos investigadores, entre otros la fundamental del fallecido Luis Ordaz. Dirigida por Néstor Romero –también docente de amplia trayectoria–, alienta críticas sobre el orden social de la época. Interpretada, entre otros, por Elena Petraglia y Daniel Figueiredo, retrata situaciones que –según el director– se conectan con hechos que también hoy se producen en Argentina: “Discépolo denunciaba en 1926 algo que sigue sucediendo en nuestro país –puntualiza– y que se ha convertido ya en parte de nuestra cultura: la entrega de sus recursos naturales”. Ese expolio se desarrolla en la obra a modo de contrapunto de una historia de amor que se sostiene firme ante las adversidades.

“Mi primer impulso fue rescatar una obra que se estrenó ochenta años atrás y que nos sigue mostrando la genialidad de Discépolo”, dice Romero, quien decidió “enfatizar dos aspectos en la puesta”. Uno es “la epopeya de amor”, que aquí transcurre en un ambiente rural de criollos y gringos y arrebata los ánimos de Emilia, Ramón y Manuel; y otro, el referido al descuido del territorio y el expolio de los recursos naturales. Los libros sobre historia teatral informan que Patria... fue uno de los estrenos de la compañía de Pascual Carcavallo y que se produjo el 19 de mayo de 1926, en el Teatro El Nacional, con la participación de figuras de la época, como la cancionista y actriz Libertad Lamarque y el actor Domingo Sapelli.

La actriz Elena Petraglia se muestra conforme con la elección de esta pieza “casi desconocida”, pues no hubo nuevas puestas, y con la posibilidad de trabajar junto a algunos integrantes de un equipo que recibió halagos y premios (también la actriz) a fines de la década del ’80, cuando el grupo llevó a escena una convocante pieza de Germán Rozenmacher, Réquiem para un viernes a la noche (otro montaje de Romero). “Todos hemos crecido, en todo sentido, y este trabajo es diferente”, apunta la actriz. Califica a los personajes de Patria... de “pasionales y duros”. Ellos son “los gallegos que vinieron a hacer la América y se afincaron en zonas rurales que se asemejaban a su propia tierra”. A su entender, la obra rompe con una reiteración en las obras de Discépolo: “La de situar a sus personajes en conventillos porteños”. La acompañan en este montaje del bahiense Romero –además de Figueiredo–, Jorge García Marino, Hernán Martínez, Luis Albano, Stefanía Sleiman, Marcelo Fernández, Martín Sayavedra, Andrés Raiano y Roberto Solano. De la música se ocupa Chango Farías Gómez; la escenografía es de Miguel Nigro, la iluminación de Jorge Merzari y el vestuario de Pablo Graciano (las funciones se ofrecerán los viernes y sábados a las 21 y los domingos a las 12.30).

Entusiasta de las artes plásticas, el arquitecto Giesso –quien fue director del Centro Cultural Recoleta entre 1983 y 1989, y, entre otras reinvenciones, el introductor del loft en Argentina– proyecta más y nuevos espectáculos, experimentos, encuentros y exposiciones vinculados con temas puntuales, por ejemplo el reciclaje de la basura. Respecto de la historia de Los Teatros de San Telmo, Giesso destaca la labor de sus socios en los años de la fundación. Esta se concretó en 1972, junto a la productora Julieta Ballvé y Juan Antonio Pérez Prado. Recuerda que el predio conformaba un territorio teatral junto a las salas ubicadas en Estados Unidos 343 y Carlos Calvo 319, y que por esos escenarios pasaron artistas relevantes como Inda Ledesma, Jorge Petraglia, Alicia Berdaxagar, Pablo Alarcón, Leonor Manso, Tina Serrano y, entre otros, Susú Pecoraro, Leal Rey y Hugo Kogan. Durante los años de dictadura militar, “algunos actores y directores que no podían trabajar en los teatros oficiales encontraron allí su lugar”, apunta Giesso, quien opina que en tiempos del gobierno de Raúl Alfonsín “esas salas se volvieron innecesarias”. Así fue que sólo quedó en pie –y hasta promediar los años ’90– la que ahora, con 120 nuevas butacas, se reabre bajo el nombre de TST San Telmo.

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Néstor Romero, Elena Petraglia y Osvaldo Giesso.
 
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