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Jueves, 8 de noviembre de 2007

TEATRO › A LOS 74 AÑOS, MURIO AYER EL ACTOR NORMAN ERLICH

Una vida tomada con mucho humor

Creador de múltiples espectáculos, famoso por sus unipersonales, fue uno de los grandes intérpretes judíos de la Argentina.

 Por Hilda Cabrera

La imagen de Norman Erlich fue asociada desde siempre a esa especial condición del judío consciente de las virtudes y defectos de la sociedad en que se halla inserto. Hijo de inmigrantes polacos, supo de la odisea de los antepasados, propios y ajenos, y llevó a escena El camino de un inmigrante, pieza de Norberto Krimker que condujo en el Teatro SHA. Erlich falleció ayer, a los 74 años, dejando huella de esas y otras inquietudes y pasiones, y de ese raro humor que ya en su juventud le permitió afianzarse como actor. Una cualidad que cultivó con perseverancia en sus numerosos shows, ofrecidos en teatros y espacios privados, puesto que –lo confesaba él mismo– se lo contrataba para eventos. Multiplicaba sus espectáculos y los ofrecía en más de una versión. Sucedió con Humorerlich (original de 1980), que presentó en el Café Literario de la Sociedad Hebraica Argentina (SHA) y en Clásica y Moderna, allí en el formato de café-concert.

Fiel a su origen, se insertó tempranamente en el teatro idish, sin desatender por ello al teatro en castellano ni a los clásicos universales y argentinos. Supo de la época en que cada comunidad era dueña de salas y centros culturales, de modo que experimentó el contagio de una línea de actuación que en algunos aspectos lo emparentaba con los grandes intérpretes judíos que visitaban la Argentina, como el admirado Iosef Buloff, el primero que estrenó en el país La muerte de un viajante, de Arthur Miller. Claro que en idish. Los años 1930 a 1950 fueron los de mayor enjundia: la comunidad contó con ocho teatros y un vasto repertorio de obras. Comedias, musicales y dramas eran interpretados por elencos estables. De éstos también formó parte Erlich. De ahí su debut en el Soleil y su labor junto a los consagrados de la época: Jacob Ben Ami, Maurice Schwartz, Iosef Buloff y Paul Burstein, provenientes de Estados Unidos y Europa.

Erlich recordaba a menudo aquel primer trabajo en el Soleil. Le habían asignado el papel de galán. Un rol imposible, pues “no podía convencer ni a las palomas de Plaza Congreso”, bromeaba. De ahí que, desnaturalizando el original, transformó las escenas amorosas en otras farsescas. Esa modificación resultó efectiva. El público se divirtió y Erlich quedó enmarcado como joven y promisorio actor cómico.

1972 fue el año de su “estreno en castellano” en el musical Pan criollo, una megaproducción de Carlos A. Petit, donde los cabeza de elenco eran los populares Luis Sandrini, Paulina Singerman y Raúl Ro-ssi. El próximo gran paso fue la creación de espectáculos, algunos escritos en colaboración. Ejemplo de este empuje fue Humorovich, unipersonal que llevó en gira. De ahí en adelante, su aporte a la revista porteña se hizo frecuente: actuó en Sexcitante (con Susana Giménez, Juan Carlos Calabró y Osvaldo Pacheco) y La mujer del año, también con Giménez. Y lo convocaron para otro megaespectáculo, donde compartía cartel con el cómico Mario Sánchez y la actriz Georgina Barbarossa. Tuvo además a su cargo un importante rol en Un dúo inolvidable (The sunshine Boys), del estadounidense Neil Simon, junto a Santiago Bal y Daniel Miglioranza.

No cejó en su pasión por los unipersonales, y estrenó Según se mire, Porque se me canta y Puro cuento. En 1980 actuó en varias ciudades israelíes, y en 1994 inició sus presentaciones en España. Dos años más tarde se destacó en una pieza del autor judío inglés Lionel Goldstein, Socios en el amor, donde su compañero de elenco era Juan Manuel Tenuta. Por este espectáculo, dirigido por Daniel Miglioranza, fue nominado como mejor actor de comedia en 1997.

Erlich se apegó al teatro en épocas difíciles, y armó shows a medida. Esto, cuando no era contratado en espectáculos de gran despliegue, como Pum, obra de 1998, escrita y dirigida por Hugo Moser, que interpretó junto a Osvaldo Laport y Norma y Mimí Pons. En septiembre de 2000 estrenó Haga clic, otro unipersonal del cual era autor. Lo presentó en el Café Literario de la Sociedad Hebraica, y tiempo después en el Templo Menorah, de Miami Beach, y la Sala del Círculo, de Montevideo. Solía decir que su especialidad era el unipersonal, porque en éste podía reflejar, a modo de símbolo, “la soledad del artista frente a las circunstancias adversas”. Sus giras por América latina, Estados Unidos, España e Israel no le impidieron realizar tareas en el cine y la televisión, donde se inició en 1978. Actuó en ciclos populares, como Casi una pareja, con libro de Abel Santa Cruz; Porcelandia y Saben quién vino a cenar (con Jorge Porcel); y Calabromas, con Juan Carlos Calabró. También en La revista de los viernes (un intento por trasladar la revista porteña a la tevé); y Señoras y señores. Logró, incluso, producir un programa a su medida: El show de Norman Erlich. En 1998, grabó Cohen versus Rossi, junto a Alfredo Alcón, Pepe Soriano, Gabriela Acher y Roberto Carnaghi; y Mi ex, con Rodolfo Bebán. Sus aportes al cine fueron numerosos, incluyendo mediometrajes, como Réquiem para un viernes a la noche, versión fílmica de la sentida pieza teatral de Germán Rozenmacher.

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Norman Erlich supo ganarse el cariño del público en más de medio siglo de carrera artística.
Imagen: Télam
 
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