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Jueves, 8 de noviembre de 2007

CINE › “BE WITH ME”, DE ERIC KHOO

¿Cómo filmar lo que no se puede ver?

Este pequeño gran film se inscribe en la ola del mejor cine asiático.

BE WITH ME

(Singapur, 2005)

Dirección: Eric Khoo.
Guión: Eric Khoo y Kim Hoh Wong.
Fotografía: Adrian Tan.
Música: Kevin Mathews y Christine Sham.
Intérpretes: Ng Sway Ah, Sanwan Bin Rais y Theresa Poh Lin Chan.

Estreno en versión DVD en los cines Arteplex Centro, Arteplex Belgrano y Duplex Caballito.


Hay que agradecerle a la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes haber descubierto este pequeño gran film proveniente de Singapur, un país prácticamente excluido del mapa cinematográfico mundial. No hay nada exótico ni folklórico; sin embargo, Be With Me es una película capaz de inscribirse de manera muy natural en la ola del mejor cine asiático contemporáneo. Si hubiera que buscarle una filiación, una raíz, se diría que el tercer largometraje de Eric Khoo (ver aparte) recuerda al cine de Tsai Ming-liang, por la composición de algunos planos, por su obstinado silencio, por sus historias de amor y soledad. Pero a diferencia de la obra de Tsai, el film de Khoo es menos audaz y, al mismo tiempo, más optimista: hay esperanza en Be With Me, algo que difícilmente pueda decirse de Vive l’amour o El río.

Tres historias (que en verdad son cuatro) forman la peculiar estructura de la película. La columna vertebral que sostiene todo el andamiaje narrativo y el núcleo que le da su sentido es –¡sorpresa!– un documental: la historia de Theresa Chan, una mujer de 63 años, ciega y sorda desde los 14 y que a pesar de habitar ese País de silencio y oscuridad (como alguna vez lo llamó Werner Herzog) vive sola, trabaja y escribe. Es su sentida autobiografía –primero tipiada en una vieja máquina de escribir, luego impresa a la manera de subtítulos sobre sus imágenes mudas– la que va impregnando las distintas ficciones que Eric Khoo construye a su alrededor.

No existe por parte del film el imperativo (tan fatigado ya) de que esas historias o sus personajes se crucen, por puro designio del guión. Alguna lo hará, otras no. Eso no tiene importancia. Pero tampoco –hay que reconocerlo– todas tienen el mismo interés o intensidad. La mejor es la de ese viejo almacenero viudo, que de alguna manera sigue conviviendo con la sombra de su esposa. Están también dos adolescentes, una probando sus primeras elecciones sexuales, la otra profundamente enamorada, ambas comunicándose a través de e-mails y mensajes de texto. Más obvia, demasiado dependiente del libreto, es la historia de un triste guardia de seguridad, que no sabe cómo abordar a la lejana mujer de sus sueños y le escribe cartas de amor que nunca se atreve a entregar.

Más allá de sus vaivenes narrativos, hay varias ideas interesantes en Be With Me. En principio su naturaleza anfibia, que le permite navegar simultáneamente, de manera muy espontánea, por el documental y la ficción. Luego, esa armonía entre lo viejo y lo nuevo que se da en la palabra escrita, protagonista de buena parte del film, en chateos, mensajes de texto, subtítulos o la tipografía irregular de la letra impresa sobre papel de una clásica Remington. Finalmente, aquellas que serían las preguntas centrales de Be With Me y que se relacionan con la historia de Theresa: ¿cómo ver aquello que no se ve? ¿Cómo poner en imágenes recuerdos, sentimientos, olores? ¿Cómo filmar conceptos abstractos? ¿Cómo filmar el destino, el tiempo, el amor?

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Una obra que navega simultáneamente por el documental y la ficción.
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