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Lunes, 21 de junio de 2010

CHICOS › A LA CARTA, EL NUEVO ESPECTáCULO DE CARACACHUMBA

El desafío de seguir creciendo

Marina Sauber y Florencia Steinhardt dicen que aunque llevan adelante una banda con 17 años de trayectoria, sus shows reflejan transformaciones ocurridas en lo que significa “ser chicos”. “Pensamos en un producto artístico que estimule y que forme sin ser didáctico.”

 Por Sebastián Ackerman

En la sala vacía, con la escenografía armada, Marina Sauber y Florencia Steinhardt se sienten como en su casa. Acaban de terminar una función para escuelas y jardines y están felices. Todavía se escuchan las voces de los chicos por los pasillos del teatro y ellas se sientan en las butacas para charlar con Página/12 sobre A la carta, el nuevo espectáculo de Caracachumba, en el que títeres, clowns, juegos de palabras, folklore, candombe, salsa, milonga, tango y guiños con el público siguen siendo la marca del grupo. “Hay versiones que por momentos hasta te diría que pasaron a ser cosas totalmente nuevas”, adelanta Sauber. “No es lo mismo tomar un tema del último espectáculo, que está más cerca de lo que ahora tenemos ganas de hacer, que uno que estrenamos hace diez años. Tomamos ese tema con una estética de lo que hacemos hoy, a nivel musical, claro, pero también a nivel visual, escenográfico. Así, todo cambia de tal manera que casi podemos decir que es un “espectáculo nuevo”, cuentan sobre cómo se armó A la carta, que se presenta los sábados, domingos y feriados a las 16.30 en el Teatro Metropolitan (Av. Corrientes 1343).

Trabajar para una platea en donde la mayoría son chicos es una decisión del grupo, que apunta a trabajos de calidad para los más bajitos, aunque Steinhardt asegura que tienen “un público adulto muy seguidor, nos dicen que vienen ellos y de paso traen a los chicos”. Además, ese trabajo también da sus frutos en lo personal: “Estar arriba del escenario es muy placentero, sobre todo cuando uno siente que lo que hace ahí arriba es bien recibido por el público”, se entusiasma y sigue: “Que los chicos la pasan bien, se ríen, disfrutan, uno lo siente desde el escenario. Cuando expresan lo que vivieron en la función es muy gratificante y es lo que hace que uno se dé cuenta de que tiene que seguir”, señala. Sauber destaca, en tanto, que se entusiasman haciendo la música que quieren. “Si bien es para chicos, no es música menor, sino que es aquella que nos permite desarrollarnos como artistas. La necesidad es expresar a través de la música lo que uno quiere realizar”, dice. Todos sus temas son presentados en vivo.

Ambas son docentes y trabajan con chicos en otros ámbitos, además de Caracachumba. Tanto tiempo teniendo a los chicos en sus cabezas, ¿se sienten grandes trabajando para chicos? ¿O chicas que trabajan como grandes? “Grandes que trabajamos para chicos, sin duda”, afirma Steinhardt entre risas. “Son cabezas de adultos pensando en los chicos, con un profundo conocimiento y respeto por el chico. No necesariamente ser docentes o pedagogas lleva a hacer algo en el escenario. Se da que uno tiene ganas de conectarse con los chicos desde un lugar distinto a la docencia. Lo artístico y lo formativo institucional son mundos completamente diferentes”, explica, y Sauber agrega: “Cualquier evento artístico interesante forma. Para nosotras no es el objetivo principal, pero sí pensamos en hacer un producto artístico que estimule y que forme, sin ser didáctico. Un espectáculo artístico de calidad es formativo”, subraya.

Esa relación que mantienen en diferentes espacios hace que también estén al tanto de las transformaciones que se producen en lo que significa “ser chicos”. “Cambia el mundo y uno se acomoda. Los chicos están permanentemente actualizados, entonces uno tiene que adaptarse”, señala Steinhardt. Sauber especifica que no es sólo una cuestión de adaptación, sino que “también nos desarrollamos, por suerte. No seguimos a los chicos, sino que vamos creciendo y tecnologizándonos junto con ellos. Si bien cantamos y tocamos en vivo, hay cuestiones desde lo tecnológico, del sonido y lo visual que vamos incorporando a nuestros espectáculos”, ejemplifica.

Steinhardt cree que las características de los shows de Caracachumba tienen que ver con que la televisión y la informática ya estimulan de una manera específica a los niños, por lo que “en el teatro tiene que haber algo distinto, hay una energía puesta para eso, para que pase visualmente, desde el concepto del espectáculo”, argumenta.

Las que hoy entretienen a los más chicos también estuvieron alguna vez del otro lado, con la ilusión de ser ellas las que disfrutaban de un show o de un disco. “Era otra vida”, bromea Sauber, y asegura que, para ambas, María Elena Walsh fue un modelo. “No había nada visual, sino que era escuchar el disco y volver a ponerlo, y volver a ponerlo. Sí lo iba a ver a Pipo Pescador, y recuerdo algo innovador, que era participar con los padres: subirme arriba de mi papá y hacer de hamaca o de canguro. Lo recuerdo como si fuera hoy. Entonces, esto de hacer participar a los padres con los chicos es algo que lo recuerdo con mucho cariño y que lo hacemos nosotros también”, compara. Steinhardt cuenta el relato de una persona que fue con sus hijos al teatro por primera vez, a ver a Caracachumba: “Cuando llegaron a la casa jugaron al juego de la silla toda la tarde; los chicos no lo conocían, y él tampoco... Esta es la recepción de un hecho artístico, que estimula, que te sensibiliza, y uno no sabe qué cambios está produciendo en el espectador niño para cuando sea más grande. Eso se algo que no se puede saber. Y es fuerte eso, porque cuando recuerdo cosas que me impactaron cuando yo era chica, digo: pensar que yo también, a lo mejor desde acá, estoy produciendo esas marcas, un cambio que va a producirse en algún momento”, se ilusiona.

Desde Se me lengua la traba, el primer trabajo del grupo, pasaron ya diecisiete años en los que los espectáculos cambiaron de presentaciones sencillas de un recital a puestas en escena más elaboradas, con títeres, clowns, actores y mucho diálogo con el público. Y después de tanto tiempo sobre el escenario, ya los números dan para que algunos que en su momento los vieron en su rol de hijos, hoy lleven a sus propios chicos a los espectáculos de Caracachumba. “Algunos casos así ya tenemos”, confirma Sauber. “Aquellos que vienen como padres, y a su vez nos vieron de chicos, sienten una emoción muy especial. Uno no conoce esa historia y es muy fuerte también cuando te la cuentan. ¡Estamos viendo pasar generaciones! Los padres quieren transmitirles a sus hijos esas vivencias que tuvieron hace años. Así que, más allá de sentir el paso de los años, eso te estimula”, confiesa.

Steinhardt comparte esa alegría, pero marca una diferencia: “¡Para mí la sensación siempre es horrible!”, dice, y ambas ríen con complicidad. “Nos sentimos bien, jóvenes con energía. Pero si lo pienso bien... ¡es tremendo!”, concluye.

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En Caracachumba hay música, juegos, clowns y títeres. Se presentan en el Teatro Metropolitan.
 
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