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Viernes, 16 de julio de 2010

CHICOS › PAPANDO MOSCAS Y LA BOMBA DE TIEMPO TRABAJAN EN VACACIONES (DE INVIERNO)

“Es un público cruelmente honesto”

Así definen a sus espectadores los integrantes de dos de los mejores grupos que en estos días de fiaca y frío hacen espectáculos para niños en la ciudad. “La soltura que tienen los pibes nos encanta porque dependemos mucho de esa energía”, dicen.

 Por Sebastián Ackerman

Gustavo Libedinsky y Mabel Salerno, de Papando Moscas, y Santiago Vázquez, de La Bomba de Tiempo.
Imagen: Daniel Dabove.

Sobre el escenario, se sienten como niños que juegan con sus juguetes preferidos, y sin embargo son profesionales con años de experiencia. Pero ése es uno de los motivos que los hace distintos en lo suyo: Gustavo Libedinsky y Mabel Salerno, de Papando Moscas, y Santiago Vázquez, de La Bomba de Tiempo, acuerdan en que disfrutar cuando tocan es, un poco, volver a divertirse como cuando eran chicos. “A esta altura, es una parte de nuestra vida que se instaló. Se puede decir que se vuelve a ser chico porque estás jugando... No soy un chico, pero por suerte pudimos encontrar ese espacio para desarrollarlo, y es un espacio que hoy es cotidiano”, afirman Libedinsky y Salerno, y Vázquez tiene la sensación de que “el ser adulto, en realidad, es una forma de complejizar y construir una estructura que es cada vez más intrincada, pero que tiene como esencia el chico de cada uno. Sus sensaciones más esenciales de la vida vienen de cuando uno es chiquito”, comparten los tres, que en estas vacaciones de invierno presentan sus espectáculos para toda la familia.

Los comienzos de ambos grupos los llevaron a recorrer caminos diferentes: mientras a Papando Moscas los senderos artísticos lo llevaron a profundizar en el segmento “para toda la familia”, a la Bomba de Tiempo lo alejó un poco, más por cuestiones horarias que por propio interés. “Lo nuestro surgió un poco por casualidad –confiesa Libedinsky–, a raíz de que alguien escuchó un disco que habíamos hecho para una escuela. Una cosa fue llevando a la otra, y surgió como una necesidad expresiva”, y cuenta que ese primer show fue “prácticamente improvisado, con un puñado de canciones, que tuvieron muy buena respuesta y nosotros nos divertimos mucho. Y nos volvieron a convocar... Entonces, paramos la pelota y le dimos forma al proyecto de espectáculo en sí, no sólo las canciones”, explica sobre el nacimiento del grupo, que sigue presentando sus espectáculos con actuaciones que dan pie a las canciones, o viceversa.

Por su parte, Vázquez dice que La Bomba, en sus orígenes, tenía como modelos a fenómenos populares como las scolas de Río y las murgas de Uruguay, ya que “el tipo de fenómeno que se genera busca un lugar de encuentro alrededor de la música. En la primera etapa de La Bomba venían personas de cualquier edad, papás con sus nenes de dos, tres años, hasta gente de ochenta. Esa es para mí la esencia de La Bomba como proyecto. Y un poco extrañamos esa presencia de nenes y adolescentes”, por eso hacen un show en el horario “para todas las edades”, con los detalles correspondientes, como la no venta de alcohol o un poco menos de volumen. “No es un espectáculo para niños ni una función de La Bomba para chicos. Es una función normal, en ciertas condiciones que nos posibilitan que vengan los chicos. Es abrir La Bomba a un público que es parte del proyecto de La Bomba: un espectáculo para todas las edades”, apuesta.

–¿Qué particularidades tiene el público infantil?

Gustavo Libedinsky: –Es un público cruelmente honesto. No van a cuidar las formas para quedar bien: si no te creen, si no les gusta lo que hacés, se dan vuelta, te bardean, se van. Los perdés. En ese sentido, tienen una conexión muy fuerte con lo que pasa sobre el escenario. Eso a nosotros nos gusta, nos hace bien. La expresión, la soltura y la frescura que tienen los pibes nos encanta porque dependemos mucho de la energía y de la onda que ellos traen para desempeñar lo nuestro. No hay dos shows iguales, a pesar de que la lista de temas sea la misma, y el recorrido del espectáculo es el mismo.

Mabel Salerno: –Uno tiene que adaptarse a la situación que está pasando en el momento. A pesar de que tenemos un guión, nosotros improvisamos en escena porque nos mantiene frescos y vivo al espectáculo. En ese sentido, vamos tomando esa energía que nos transmiten ellos.

Santiago Vázquez: –Como dice Gustavo, uno toma la energía del público como parte de lo que está sucediendo. Si no lo hacés, te va mal. Nos pasó en Santa Fe que tocamos para un montón de escuelas, fue buenísimo. De pronto, te pasabas treinta segundos de algo que deja de estar sucediendo y te lo hicieron notar. Por otro lado, La Bomba no es un espectáculo tradicional que debe ser mirado, sino que hacemos de polo magnético de algo más grande que lo que pasa en el escenario. Con los chicos la idea es ésa: que se encuentren ahí con otros nenes, con otra gente, y que sea como cuando van a una feria, a una manifestación, que es una situación fuera de lo normal: pasan otras cosas, hay mucha gente, hay tambores, nos hacemos señas. Hay muchas cosas que están pasando y muchas están fuera del escenario, y está buenísimo eso.

Trabajar para la platea infantil genera una conexión especial con los chicos, con ese espíritu lúdico que los caracteriza y que, a medida que pasan los años, de a poco va desapareciendo, sepultado por las obligaciones del mundo adulto. Para Libedinsky se sostiene si “te conectás con el juego, con darte esa libertad sin temor al ridículo. Tiene que ver con esa complicidad con el pibe, con decirle ‘esto que a vos te pasa, a mí también. No importa que vos seas chico y yo sea grande. Nuestros mundos conviven’”, define, y Salerno amplía: “Hay que mantener vivo al niño interior todo el tiempo. En realidad, uno trata de taparse todo el tiempo, a cuidarse. Y hay que salir... del agujero interior” (risas). Vázquez interrumpe y analiza que “los que por profesión tenemos la suerte de estar en contacto con lo lúdico, por ahí nos es más fácil. Es bastante usual ver a artistas que son como niños, porque viven esa energía cotidianamente. Igual, permanentemente está el desafío de seguir construyendo ese universo de grandes, donde hay que atravesar un montón de barreras y al mismo tiempo proteger y nutrir ese espacio de ser niño permanentemente”, plantea.

–¿Qué música los marcó de chicos?

M. S.: –Mi hermano escuchaba a Moris y yo decía “qué loco este tipo lo que dice”, sobre todo “De nada sirve”. Creo que tenía diez años y me pareció muy rara y todavía hoy lo recuerdo.

G. L.: –Yo de chiquito no me enganché mucho con las canciones infantiles de la época. Sí con programas de tele, como Titanes en el Ring y algo de Gaby, Fofó y Miliki. Lo primero que escuché que me abrió la cabeza, que me podía poner el disco muchísimas veces por día, fue Queen. Y de ahí empecé a escuchar rock, y un poco después el Negro Rada, que me abrió el panorama de las músicas latinas. Después, Prince me voló la cabeza. El rock nacional siempre me acompañó, algunas bandas sí, otras no. No vamos a entrar ahora en Soda vs. Los Redondos...

S. V.: –Pero decí la verdad...

G. L.: –Yo soy ricotero (risas), con un gran respeto y muy bien ganado, pero en los ’80 no me cabían.

S. V.: –Uno de los primeros recuerdos que tengo vinculados con música es de cuando yo tenía seis o siete años y vivía en España. Había un programa infantil muy aburrido. Malísimo era. Pero el arranque y el cierre del programa tenían una musiquita que era por lo que yo lo veía: estaba frente a la tele cuando arrancaba, en el medio me iba, hacía cosas, y al final volvía. Mucho después, descubrí que era el Arabesco, de Debussy. Muy linda. No era lo normal para ese programa... en realidad, no era lo normal para ningún programa de tele en España en ese momento. Era un color que me producía sensaciones nuevas, me quedaba un poco tonto...

* Papando Moscas presenta su nuevo espectáculo La hora de la pavada del 17 de julio al 1º de agosto a las 16 en La Trastienda (Balcarce 460), y La Bomba de Tiempo estará con Fernando Kabusaki y Mariana Baggio como invitados el 27 de julio a las 16.30 en el C. C. Konex (Sarmiento 3131).

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