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Jueves, 7 de noviembre de 2013

DANZA › EDGARDO MERCADO Y SU COREOGRAFíA DE RECITACIONES, DE APERGHIS

Las palabras se pueden bailar

Todo empezó con unas formas geométricas en las partituras: a partir de allí y de una invitación del Tacec, el coreógrafo armó un espectáculo que combina música contemporánea, danza y un cuidado diseño plástico, que podrá verse desde hoy en Hasta Trilce.

 Por Carolina Prieto

Las ciencias duras y la danza no son irreconciliables para Edgardo Mercado. Estos mundos aparentemente distantes se articulan en sus obras, a veces en forma más explícita y otras más velada. Abordó la percepción del cuerpo y cuestiones vinculadas con el tiempo y con el espacio mediante el uso de nuevas tecnologías en Plano difuso y Argumentos a favor de la oscuridad; y la ley de gravedad en La gravedad de la cosa, con la Compañía de la Universidad Nacional del Litoral. Ahora presenta Recitaciones, un trabajo de música contemporánea, danza y un diseño plástico muy cuidado, en cuyo germen pesó su interés por las formas geométricas. La obra ganó en el 2011 el concurso coreográfico organizado por el Festival Tanz im August de Berlín y el IUNA, se estrenó en el Tacec (Centro de Experimentación y Creación del Teatro Argentino de La Plata) y puede verse hoy, mañana y el viernes 15 de noviembre a las 21 en Hasta Trilce (Maza 177).

El punto de partida fue una invitación de Martín Bauer, director de la sala experimental del teatro platense, para crear a partir de la música de un compositor contemporáneo. “Muchos coreógrafos trabajaron con Steve Reich y yo no quería repetirlo, ponerme en el mismo juego. Seguí escuchando otros compositores hasta que di con Georges Aperghis y sus Recitaciones. En un principio, más que la música me atraparon sus partituras con sus figuras trapezoidales y triángulos”, cuenta a Página/12 el artista que estudió Física y enseñó Matemáticas antes de dedicarse de lleno a la danza. Recitaciones no es exclusivamente una obra de danza contemporánea: a los nueve bailarines se suma una exquisita cantante que ejecuta la obra entera de Aperghis formada por catorce unidades, titulada Récitations pour voix seule (“Recitaciones para voz sola”), y un espacio armado con taburetes, atriles que funcionan como lupas agrandando ciertas partes del cuerpo y distintas tarimas. Un ámbito que remite a una sala de música aunque con aires futuristas y algo de laboratorio, que se completa con un vestuario en negro y gris y con pelucas platinadas de todos, incluidos los tres hombres del elenco. Allí resuenan las piezas creadas en 1978 por el compositor de origen griego y radicado en París. Una serie de fonemas, sílabas, sonidos guturales, secuencias con aires líricos y combinaciones de notas que exigen muchísimo a la intérprete, lanzada a un viaje hecho de aceleraciones, repeticiones, cortes, obstrucciones y trabas. Una serie de melodías asombrosas, absurdas, embriagadoras y cómicas. Los bailarines acompañan cada recitación, la intervienen con distintos tipos de juegos corporales y emocionales, desde pequeños gestos con rostro y manos hasta involucrar el cuerpo entero.

“La cantante lee todo el tiempo las partituras y es lo que está escrito lo que genera en ella determinados gestos y estado emocionales. Yo traté de tomar esta idea y trabajarla con los bailarines, empatar la propuesta musical desde el movimiento. Al principio, los bailarines son como personajes y luego van siendo más ellos, involucrando más partes del cuerpo. Hay un juego paródico que se va poniendo más denso”, explica el director. La sincronización entre la increíble voz de Cecilia Pastorino y los cuerpos atrae la atención; se acelera y complejiza mientras avanza el espectáculo. Al comienzo, los movimientos son acotados: brazos, pies, rostro, manos. Los atriles son en realidad lupas que amplifican y deforman los cuerpos, como mostrando aún más “cuáles son los músculos y las articulaciones involucradas en determinadas emociones”. Es que si la música genera gestos y estados emocionales en la cantante, el cuerpo de los bailarines –que sigue la música– también produce expresividad y emoción en ellos. En este baile hay estados de desequilibrio, cuerpos que se tambalean, caras desfiguradas, cabelleras que lejos de peinarse se desmadran hasta el agotamiento, velocidades que cortan la respiración.

“En los trabajos anteriores no me había metido con la gestualidad y las expresiones del rostro. Ahora lo hago de lleno”, compara. “La idea es mostrar los estados emocionales a los que llegan los intérpretes”, comenta Mercado. En este sentido, en la escena final, cantante y bailarina terminan exhaustas. La segunda sigue a la primera en su vertiginosa carrera vocal, hasta que se aquietan y parecen no dar más. En esta última recitación, la cantante abre al máximo la boca antes de emitir sonidos. ¿Toma aire? Todo lo contrario: “Aperghis le pide que largue todo el aire antes de cantar. Es un tête-a-tête entre ella y la bailarina que intenta seguir el ritmo acelerado y preciso de su voz. Pero llega un momento en que no puede seguirla”, confiesa. Y la cantante tampoco da más.

Mercado se formó con distintos maestros, integró Nucleodanza –la emblemática compañía de Susana Tambutti y Margarita Bali– y ganó becas de perfeccionamiento en Francia y Estados Unidos. En sus trabajos, el espacio escénico es el resultado de la búsqueda junto al equipo que lo acompaña en cada proceso. En este caso, las tarimas de diferentes formas y niveles remiten a la fragmentación de la música escrita por Aperghis. Consultado sobre las pelucas, cuenta que son una suerte de homenaje a la cantante francesa con la que estrenó la obra en La Plata, que era rubia. Un elemento que acentúa el carácter lúdico de la puesta. Como en un concierto de música, estas recitaciones danzadas tienen cortes entre cada una de ellas. “En un concierto hay interrupciones entre pieza y pieza o entre canción y canción. Acá también. Se reacomoda el espacio y también se reubican los intérpretes. Me interesó mantener ese espíritu porque es una intervención coreográfica y plástica de un concierto. Deja de ser una obra estrictamente musical o de danza. Me interesa jugar en los bordes, trabajar con hibridaciones y cruces”, aclara.

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Recitaciones ganó en 2011 el concurso coreográfico organizado por el Festival Tanz im August de Berlín.
 
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