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Domingo, 1 de marzo de 2015

CULTURA › ENTREVISTA AL ESCRITOR Y GUIONISTA INGLES NEIL GAIMAN

“Amo contar historias para chicos”

Autor de títulos fundamentales de la narrativa fantástica de las últimas dos décadas como The Sandman, American Gods o Coraline, Gaiman está presentando El libro del cementerio, que fue adaptada para novela gráfica.

 Por Andrés Valenzuela

“Cuando era pequeño los cementerios me asustaban, especialmente de noche, y los esquivaba, pero ahora me fascinan y creo que son un modo de mirar al pasado.” La definición proviene del escritor y guionista inglés Neil Gaiman, autor de títulos fundamentales de la narrativa fantástica de las últimas dos décadas como The Sandman, American Gods o Coraline. “En un camposanto no sólo se visita a los muertos, ahí estamos ante un registro del pasado, como si fuera un archivo de la vida”, considera. La reflexión ocurre durante la entrevista exclusiva que brinda a Página/12 y se da a propósito del escenario central de su próximo lanzamiento en Argentina: El libro del cementerio. Originalmente una novela, fue publicada en 2008 y ganó los premios Hugo y Locus, y las medallas Newberry y Carnegie. Luego se convirtió en novela gráfica y esa es la versión que llegará a las librerías locales mañana. La adaptación consiste en dos volúmenes y el segundo aparecerá en abril, cerca de la Feria del Libro. La adaptación estuvo a cargo de Craig Russel, un dibujante con el que Gaiman trabajó en varias ocasiones y que fue responsable de la primera adaptación de Coraline, antes incluso de que llegara al cine y fuera nominada a los Premios Oscar, de la Academia norteamericana, en 2009.

–¿Por qué convertir El libro del cementerio en novela gráfica?

–En primer lugar porque amo las novelas gráficas. Son un vehículo maravilloso para contar historias. Y El libro del cementerio es una novela que podía haber sido muy bien una novela gráfica en primer lugar. Lo que sucedió fue que después de hacer Coraline, Craig Russel, que es un artista increíble y con quien ya había colaborado en The Sandman, tenía muchas ganas de convertirla en novela gráfica. El resultado de eso fue realmente hermoso. Así que después me preguntó si podía hacer lo mismo con El libro del cementerio.

–Resultó una obra extensa, de dos tomos y más de 350 páginas.

–Honestamente, a mí me había encantado su trabajo con Coraline, pero me pareció que esto iba a ser demasiado, era una historia muy larga y adaptarla podía tomar mucho tiempo, no iba a poder. Pero en su lucidez, lo que hizo Craig fue juntar a un montón de artistas de inquietudes y estilos similares y él dirigió la adaptación, pero distribuyó los capítulos entre ellos. Y el resultado fue grandioso.

El modo de trabajo que describe Gaiman es excepcional. Entre los dos tomos, la historia reúne una quincena de capítulos, además de un breve interludio. Y cada capítulo le toca a un dibujante distinto. Russel reunió dibujantes con líneas estéticas similares y enfoques de narrativa de historieta que se conjugan bien. Más allá de diferencias de trazo y de estilo, la lectura funciona especialmente porque el modo de narrar y componer las páginas de todos los involucrados mantiene un camino similar. De la adaptación participan grandes nombres, como Kevin Nowlan, Scott Hampton, Tony Harris o la excepcional Jill Thompson, célebre en la historieta independiente por su obra infantil The Fairie Godmother (“El hada madrina”), que consiguen mantener su impronta sin quitar unidad al resultado final.

–Con Russel ya colaboraron varias veces, ¿cómo trabajan juntos?

–Con Craig llevamos trabajando juntos más de 20 años, así que a esta altura llegamos a un nivel alto de entendimiento y confianza entre los dos. Craig agarra algo, lo adapta, me lo manda, yo lo veo y le mando algunos comentarios. Pero pocos, porque él es brillante. Cuando finalmente tiene todo listo, me lo envía, lo reviso de punta a punta y es... buenísmo. La clave con él es que el hombre es un genio. Es un artista y narrador fantástico. Al final, lo que consigue es que yo me pare a su lado, sonría y me vea muy bien. Pero el mérito es suyo.

–¿Cómo concibió El libro del cementerio en primer lugar?

–Comenzó cuando era joven. Tendría 25, 26 años y mi primer hijo tendría unos 3. Le gustaba andar en triciclo, pero en esos días vivíamos en una casa muy vieja, donde no podía usarlo. Así que cada día yo cruzaba la calle con él hasta el cementerio que había enfrente. Ahí él andaba mientras yo me sentaba en un banco y lo miraba. Era... se lo veía a gusto, como en casa, confortable. Viéndolo, pensarías que es natural que un niñito juegue en un cementerio.

La escena que describe el guionista aparece parcialmente en el libro. La historia trata sobre Nadie Owens, un niño que se salva de un terrible asesinato que termina con toda su familia. A Nad lo rescatan los habitantes sobrenaturales de un cementerio abandonado. Los fantasmas lo adoptan y una criatura (que sólo se puede suponer que es un vampiro) se responsabiliza por su educación y alimentación. Su primer contacto con otro “vivo” es justamente con una niña a quien sus padres llevan hasta el lugar para que juegue y se distraiga un rato, mientras ellos leen.

Con el desarrollo de la trama, el mundo se abre para Nadie. Lo gana la curiosidad tanto por el universo sobrenatural que se esconde entre las lápidas como por la aventura mundana que ocurre más allá de las verjas del terreno consagrado. En el medio, se teje una lucha centenaria entre dos antiguas órdenes místicas. A pesar de observar tanto el pasado en forma de epitafios, reliquias, canciones tradicionales y leyendas, el centro de la historia está puesto en el futuro, en las posibilidades que depara la vida. El fantasma de una bruja lo deja claro en el segundo volumen: “En el cementerio queremos que vivas, que nos sorprendas, que nos decepciones, que nos impresiones, que nos asombres”.

Gaiman celebra esta lectura, que además reaparece en otras de sus obras, como El océano al final del camino: “El potencial de la vida es, de hecho y con toda seguridad, lo más grande que podemos tener”, afirma, “mientras estamos vivos podemos cambiar el mundo, pero una vez que entrás a un cementerio por última vez, ya estás listo. Tenés hasta ese momento para hacer con tu tiempo cosas que importen”.

–En sus historias siempre deja desperdigados pequeños retazos de folklore, poesía y literatura. En este libro hace eso con las canciones locales y con los epitafios. ¿Cómo trabajó esa parte?

–Es que me pareció un gran modo de recrear el pasado y de recordarle al lector que la gente siempre valoró la vida y, una vez muerta, la añoró.

–El libro del cementerio reúne muchos de sus elementos narrativos más habituales. Uno de ellos es el recurso a los mitos, aquí con fantasmas, hombres lobo y vampiros. ¿Por qué le interesan tanto?

–Porque los mitos son muy primales. Son lo que la humanidad creó para sí. En algún momento fueron historias sagradas, y ahora podrán no serlo, pero todavía resuenan en nosotros y ayudan a moldear el cómo creemos que el mundo funciona.

El libro del cementerio conjuga muchos de los elementos fundamentales del universo gaimaniano. Criaturas míticas, coplas populares y citas eruditas, paisajes sobrenaturales e incluso una aparición fugaz, pero significativa, de una muerte a caballo (que recuerda, inevitablemente, a la otra Muerte, la hermana del protagonista de The Sandman).

–Desde Sandman hasta aquí, pasando por American Gods y cualquier otra de sus historias, parece empeñado en reescribirlos. ¿Por qué?

–¿Qué le hace pensar que tengo alternativa? La cabeza de cada escritor dispara para lugares distintos. Imagínese una pequeña cabaña junto a un río. Bueno, John Grisham ve esa cabaña y se imagina a un abogado huyendo de la mafia, con su familia amenazada y alguna conspiración. Si Stephen King piensa en esa misma cabaña, seguramente imaginará al monstruo que emerge del río y persigue a la pareja joven que pasa allí su fin de semana. Y si en cambio el que escribe sobre la cabaña es Jorge Luis Borges, seguramente nos cuente cómo en verdad se trata del eco de la verdadera cabaña junto al río, que fluye a través de una biblioteca que es una manifestación del mundo. De la misma manera, yo no puedo evitar escribir acerca de una cabaña a la que le salen patas de pollo, se para y sale corriendo hacia el bosque. Porque ese soy yo. Así me funciona la cabeza a mí para concebir historias.

–También tiene una tendencia a que sus historias sucedan “más allá de la vida”.

–Creo que me conecta con el motivo por el que amo contar historias para chicos. Para ellos todo sucede por primera vez. No saben qué esperar, y eso es maravilloso. Bucear en qué sucede más allá de nuestra percepción de la vida es recrear esa misma sensación.

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“Las novelas gráficas son un gran vehículo para contar historias”, dice.
 
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