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Viernes, 18 de marzo de 2016

CULTURA › UNA NUEVA JORNADA DEL VII CONGRESO INTERNACIONAL DE LA LENGUA ESPAÑOLA

La ciencia, un asunto muy angloparlante

El encuentro en Puerto Rico dio pie a una sesión plenaria en la que se analizó el notorio desbalance idiomático en lo que hace a la ciencia: “Es indispensable incorporar la ciencia a las sociedades hispanohablantes”, señaló Mario Molina, Nobel de Química 1995.

El Premio Nobel de Química 1995, el mexicano Mario Molina, advirtió sobre la escasa inversión que los países hispanos hacen en materia científica en la tercera jornada del VII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), que termina hoy en San Juan de Puerto Rico, una de las islas antillanas donde primero desembarcó el español, hace ya más de cinco siglos para expandirse por América y crear una “patria compartida” por 470 millones de hablantes. Molina, pionero en la investigación de los efectos en la capa de ozono por la emisión de ciertos gases industriales y asesor en ciencia y tecnología del presidente estadounidense, Barack Obama, recordó que los países que invierten más en ciencia y tecnología tienen un mayor desarrollo económico. “Es indispensable incorporar la ciencia a las sociedades hispanohablantes, con el uso de pedagogías modernas para el aprendizaje de la ciencia en la escuela”, planteó el Premio Nobel mexicano que ha trabajado para concretar en la enseñanza escolar el “aprender ciencia haciendo ciencia”, como única forma de romper la tendencia y conseguir que los países que se expresan en español puedan compararse en este campo con otros que lo hacen en idiomas como el inglés.

Molina explicó al auditorio sus estudios sobre la capa de ozono y el efecto invernadero que, dijo, es un ejemplo del desarrollo de la ciencia en beneficio de la sociedad, y cómo es posible un desarrollo económico sostenible enfrentándose a los problemas medioambientales porque eso es respetar los derechos de las futuras generaciones. En respuesta a los “mitos” sobre el costo económico de las medidas para paralizar el efecto invernadero, el Premio Nobel de Química consideró que sería mucho más elevado el de los efectos de la subida de temperaturas y recalcó que es “totalmente inaceptable” para el planeta que al final del siglo pudiera incrementarse en hasta cuatro grados. Manuel Sánchez Ron, físico y miembro de la Real Academia Española (RAE), coincidió con que el problema básico de la ciencia en español es la financiación. Mientras hay 11 Premios Nobel de Literatura y 5 de la Paz que hablan en español, solo 7, de ellos 6 compartidos, fueron reconocidos con este galardón en el campo de las ciencias. “No son muchos”, reconoció Sánchez Ron. “Cualquier decisión a medio plazo que se tome es ya una decisión para el siglo XXI, pero tenemos la sensación de que nos hemos saltado el siglo XX”, subrayó el académico español.

“Me siento como una cucaracha en baile de gallinas, porque la lengua de la ciencia es el inglés”, confesó Daniel R. Altschuler, físico uruguayo y catedrático de la Universidad de Puerto Rico y agregó que sus esfuerzos están orientados hacia la creación de una fundación latinoamericana de la ciencia que aúne los recursos de los países hispanohablantes. Altschuler alertó sobre las “penosas consecuencias” que ha tenido para España la reducción del presupuesto destinado a investigación y desarrollo “causando una fuga de cerebros difíciles de recuperar”. El escritor mexicano Jorge Volpi señaló que la “espinosa relación” de la lengua española con la ciencia se mantiene y las cosas no han mejorado en esa carrera entre la “liebre y la tortuga”: el inglés sigue siendo predominante. “¿Cómo es posible que la lengua española sea tan poco utilizada en comunicaciones científicas?”, se preguntó Volpi para responder que la “realidad material” es el porcentaje del PBI (Producto Bruto Interno) que los países hispanohablantes otorgan a la ciencia. El escritor mexicano aseguró que lo mejor es olvidarse del “sentimiento insensato de inferioridad” y dedicarse a utilizar la lengua para convencer a los políticos de la importancia de la ciencia. “No se trata de renunciar a la ciencia en español, pero lo que hay que hacer es ciencia, simplemente, invertir en ella y esperar a que, de forma natural, llegue al centro de la cultura en español”. Hay dos formas de inmortalidad planteó Sánchez Ron a los estudiantes presentes en la sala de conferencias: “No está mal que quieran ser un Cervantes, pero tampoco está mal ser un Mario Molina”.

Más de 150 escritores y académicos participaron del VII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), entre los que se han destacado el Premio Nobel de Literatura, el francés Jean-Marie Gustave Le Clézio –que aprendió español durante su residencia en México–; el nicaragüense Sergio Ramírez, los chilenos Rodolfo Edwards y Antonio Skármeta, el cubano Leonardo Padura, el boliviano Edmundo Paz Soldán y el puertorriqueño Eduardo Lalo, entre otros. Como parte de las actividades del Congreso, el Instituto Cervantes presentó el Servicio Internacional de Evaluación de la Lengua Española (Siele), un proyecto de certificación del español que permitirá que cualquier estudiante de castellano, con independencia del lugar del mundo donde viva, obtenga un certificado de su nivel en la lengua de Cervantes. Esta iniciativa se destaca por incorporar en el examen todas las variedades del español, desde el peninsular al andino pasando por el caribeño, algo que no existía hasta el momento. El director del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha, destacó que el Siele es el resultado del trabajo en conjunto del Instituto Cervantes, la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad de Buenos Aires.

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Mario Molina, Jaime Labastida, José Manuel Sánchez Ron, Daniel Altschuler, Facundo Manes y Jorge Volpi.
Imagen: EFE
 
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