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Viernes, 23 de diciembre de 2005

PERSONAJES UN ENCUENTRO CON LUCIANA SALAZAR, AHORA “LULI IN LOVE”

“No soy tonta, soy bombón”

Luli, el nuevo alias de Luciana Salazar, ya debutó como cantante con su CD Luli in Love, inaugurando un erotismo gore que remonta exclusivamente a sensaciones físicas. “Mientras grabábamos no se notaba tanto, pero quedó todo re-jugado”, dice ella, contentísima con el resultado.

 Por Julián Gorodischer

Una mayoría de hombres solteros de 30 a 45 pincha el bocadito de ciervo ahumado y comenta al oído de algún otro: “¿Cuánto falta?”. Están hastiados, visiblemente sudorosos; hacen que se sienta el olor de las hormonas masculinas activas, más fuerte que el salmón ahumado, ¡un asco! Para Pablo, lúcido colado de Paternal en el Museo Renault (donde se presenta el primer CD de Luciana Salazar cantante), la anfitriona inaugura en la Argentina el erotismo gore, remontando exclusivamente a sensaciones físicas, entre el miedo y la calentura en el escenario o en su programa Luli in Love del Canal Playboy TV. La trama de ese engendro entre el erotismo soft y el cuento fantástico indica que la lectura de un libro gótico transporta a Luli a concretar fantasías con otras chicas y musculosos en una imaginaria mansión del Medioevo. Para Luli, ex Luciana Salazar (rebautizada como Luli porque si Madonna, Britney y Christina lo hicieron antes, por qué ella no...), “nada parecía tan jugado mientras lo grabábamos, pero editado quedó re jugado”. Ahora pone carita de sorprendida arrugando la boca extrabrut (según sopla un fanático irónico), se acomoda el platinado onda Marilyn, se arregla la pechera recientemente agrandada –dicen– y recibe al cronista de Página/12 sobre sofá blanco típico de diva.
Luli in Love: –Una es la Luciana de las fotos, una chica tan sexy, pero otra es la Luli relajada, de sus amigos, a la que le gusta la vida. Esa siempre piensa que lo que viene es mejor. Igualmente es raro que me veas desprolija, aun en mi casa voy con tacos y bata.
“Es re Lovecraft –sigue el colado, promoviendo que se la interprete como el nacimiento de un género–. Y si no mirala en las imágenes de castillo medieval, disfrazada de hada o de bruja.” Para el realizador del programa, a diferencia de Pamela David (que también tiene programa propio en Playboy TV, Pamela Sex), Luli sí se animó a recrear situaciones eróticas de ensueño: se ve una imaginería simplificada de caballeros y princesas licenciosas. Luli retoma del gore la fascinación por “lo explícito”: boca inflada, piel hipertersa y brillante, en elogio de lo abiertamente artificial; lo que se agrega o se modifica corresponde a un estadío máximo de la virtud. Lo que se extrema/ se tensa en las letras y en su estética personal se asocia al sexo, quid del negocio de Luli in love, bajo una misma premisa: seguir hasta acabar. Cuando se presenta como la vedettona (yo no soy tonta/ soy un bombón), remata su aparición con un uh, uh, uh, agudísimo, como un chillido robado del repertorio de Rita Turdero, la pantera de Mataderos. Si “la competencia” (Silvina Luna y Pamela David) dicen “Yo no soy sexy” desde la tapa de una Pronto o una Paparazzi (ahora que a las tres las bajaron de la Gente), Luli canta en su presentación: Pensás que soy estúpida..., porque estoy caliente.../ hace calor/ está mojado/ es todo lo que quiero...
Ni modernos ni eventeros comunes, ni degustadores de catering ni desesperados del regalito: este cóctel se satura de otro público. Las promotoras quieren cautivarlos, más amigables que nunca con el caballero, pero los tipos se codean por el primer lugar para ver a Luli, cuando la ven revolcarse en la cama de dos plazas junto a los bailarines. Esos cuatro son extraños especímenes, que se acercan y alejan del pecho un corazón de peluche: inexpresivos, de mandíbulas apretadas y gesto de querer salir rajando. Luli ni los registra, y de pronto mira fijo a uno de la primera fila y repite en inglés: Pensás que soy estúpida porque estoy caliente... yo no soy tonta/ soy un bombón... Si su imagen reivindica un modelo de curvas cada vez más sinuosas, grande hasta la boca..., la letra tiene una fijación exculpatoria: Yo no soy tonta/ yo no soy tonta, sigue.
–Qué manía...
–Si te digo como surgió no lo creés... Estábamos haciendo el programa y Tuti (editor de la revista D Mode, productor de su CD Luli in love) me empezó a tirar letra... Me pedía: decí esto... Y fue quedando como hit. Yo improvisaba, y salió este material que está buenísimo.
Luli recuerda muy cómoda en el sofá, iluminados ella misma y el cronista con la potencia de un fogonazo que resiste sin pestañar. Está untada con aceites, cremas y talcos a los que dedica una hora y media de la previa a cada show o presentación televisiva. De pronto le pellizca las mejillas al movilero de Intrusos, en movimiento que antecede a un beso, y grita: “Mi compañeritooo...”. Su transición es como la de Britney y la de Madonna: es el pasaje de Como una virgen a Erótica, o de Baby one more time a I love Rock’n Roll. Su recato declamado anterior (como engañadora de las cámaras ocultas de Marcelo Tinelli –ofendida ante un avance– o bebota ingenua de Guillermo Francella) abrió paso a la letra e imagen del porno soft: Estoy caliente/ estoy mojada.... Su programa importa a la Argentina, con factura local, el tono condicionado light de las medianoches del canal The Film Zone, esos encuentros eróticos que son puro panzazo, pliegues y roces de parejas sin penetración, encumbrando a la simulación del coito por encima del primer plano genital.
El límite de Luli son los besos. “¡Besos nooooooo!”, se sobresalta ante la consulta. “Una mujer como yo sabe que es sexy, acepta una propuesta interesante como la de Playboy, mucho más si participa un fotógrafo como Gaby Rocca.” Luli, de shorcito de jean y corpiño negro, maquillada para matar, está rodeada de ursos que nunca miran con simpatía, sonríe invariablemente, no deja pasar al camarín pero recibe en el diván público como en una cita de dos. Recuerda, encantada, su encuentro pseudo sexual con Sinara, morena brasileña con la que se revolcó sobre una mesa según el enredo de la trama que la lleva al pasado en Luli in love, encantada con esas recreaciones pequeño-burguesas previstas por la tele de la trasnoche que –con inspiración libre en el Saló de Pier Paolo Pasolini– siempre sitúan la escena sexual orgiástica o de pareja en una mansión apartada de la ciudad. Sólo que a diferencia del genio italiano, Luli no es partidaria de cuestionar la estructura de clases: “Yo era su amita, ella mi sirvienta (sobre la morena Sinara). No nos dimos ningún besito, pero parece que nos matáramos. Es un juego, aunque editado da muy real, ¿no te parece?”.

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