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Martes, 20 de marzo de 2012

CINE EN TV > I’M STILL HERE, ¿FALSO? DOCUMENTAL SOBRE JOAQUIN PHOENIX

Cómo dejar de ser uno mismo

“Quisimos explorar el fenómeno de las celebrities, la relación entre medios y consumidores y el mundo íntimo de las celebridades”, confesó el propio Phoenix sobre esta salvaje desmitificación de Hollywood que hoy a la noche estrena I-sat.

 Por Horacio Bernades

Hay ciertas profesiones a las que no suele renunciarse. En algún caso, porque hacerlo sería sinónimo de irse a dormir con los peces. Es lo que sucede con el oficio de mafioso o el de asesino a sueldo. En algún otro, renunciar sería despedirse para siempre de la fama y fortuna, como pasa con las estrellas de Hollywood. Joaquin Phoenix violó públicamente esa regla no escrita, tras haber sido nominado al Oscar en dos ocasiones. Fue cuatro años atrás, en el programa de David Letterman, uno de los más vistos de la televisión estadounidense, lo cual echó a rodar de inmediato una bola de burlas, escarnio y comentarios maledicentes. Es que Phoenix no sólo se presentó aquella vez en The Late Show con un aspecto más de homeless que de estrella de Hollywood, dando además la sensación de no estar del todo en sus cabales, sino que sostuvo que dejaba la actuación para dedicarse al rap, actividad artística para la cual no había demostrado condición alguna. Ese momento oscuro en la vida del actor que supo ser el emperador Cómodo en Gladiador y Johnny Cash en Walk the Line/Pasión y locura quedó documentado en I’m Still Here, documental (¿o falso documental?) presentado en la edición 2010 del Festival de Venecia y jamás estrenado en Argentina. El canal de cable I-sat lo emitirá hoy y el sábado 31 de marzo, en ambos casos a las 22.

“Estoy atascado en esta ridícula prisión autoimpuesta de caracterización”, se dice Phoenix a sí mismo, mientras da vueltas en círculo. “No quiero seguir interpretando el personaje de Joaquin –cavila–. Hacer lo que otros te indican no es creativo, quiero expresarme a mí mismo.” La prisión de la fama, la esclavitud del nombre propio, el perderse a sí mismo para tener que ser otros: el quiebre de Phoenix es perfectamente comprensible y ni siquiera es nuevo u original. Quien más, quien menos, desde que existen el cine, la promoción, los medios masivos y la condición de ídolo, no hay celebridad que no haya atravesado toda clase de crisis y neurosis por culpa de ello.

Podría ponerse en cuestión que el hermano menor de River Phoenix haya alcanzado alguna vez la condición de ídolo o incluso la de celebridad. Pero conviene tener presente que en Hollywood, las compañías y los medios se ocupan de que todo actor sea una estrella y toda estrella una celebridad. Lo que no es habitual es que esa crisis tome estado público. Eso sucedió con Phoenix (Bottom, una de las formas de llamar al culo, es el apellido familiar) primero a la salida de un show de beneficencia, más tarde en el show de Letterman. “Lamento que no hayas podido hacerte presente esta noche”, despide éste, con infinita crueldad, a un Phoenix de barba como de mendigo, inadecuado chicle en la boca, respuestas monosilábicas y aire ausente, en lo más parecido a un fusilamiento público que se haya visto jamás en televisión.

I’m Still Here narra este período de autoincineración por parte del actor que empezó trabajando a las órdenes de Gus Van Sant en Todo por un sueño, y lo hizo más tarde en U Turn, de Oliver Stone; Señales y La aldea, de M. Night Shyamalan, y La traición, Los dueños de la noche y Los amantes, todas éstas de James Gray. “Los amantes va a ser mi última película”, dictamina Phoenix. A pesar de la insistencia de su representante, el muchacho se niega a participar de la promoción de la película. “Me conformo con verlo bien vestido”, suspira la representante, y la expectativa no es difícil de comprender. Desde hace meses, Joaquin luce algo más parecido a un nido de caranchos que una barba, una cabellera que parece acondicionada con engrudo, panza de carnicero y ropa rotosa. Finalmente, el muchacho accede a prestarse a entrevistas. Un periodista de Neewsweek le pregunta si vio la película. Joaquin contesta que no y que tampoco le interesa hacerlo. Durante la función de estreno intentará huir de la sala, poniéndose a llorar frente a una puerta clausurada. Mientras tanto persigue por todo el país al rapper P. Diddy, uno de los grandes del rubro, para que produzca su primer disco. “¿Es en serio esto?”, pregunta P. Diddy cuando escucha el demo.

Lo que resulta no ser tan en serio es el documental. Escrito por el propio Phoenix junto a su colega y cuñado Casey Affleck, que lo dirigió, y producido por el sello de ambos, They Are Going to Kill Us, en un momento de I’m Still Here una periodista de Entertainment Weekly los encara y les dice que, según se rumorea, toda la presunta crisis de Joaquin no sería otra cosa que una actuación, montada para ser filmada. Que en los créditos finales se devele que algunos de los personajes que aparecen en la película son actores representando papeles (el periodista de

Neewsweek, sin ir más lejos) parece confirmar la versión, que Phoenix y Affleck oficializaron después del estreno.

Según declaraciones de ambos, I’m Still Here habría surgido de la sorpresa que les causa que el público identifique ingenuamente reality con realidad, suponiendo que programas como Gran Hermano no son guionados. “Quisimos explorar el fenómeno de las celebrities, la relación entre medios y consumidores y el mundo íntimo de las celebridades”, confesaron. Sea o no ficción, I’m Still Here tiene una crudeza que una película reciente sobre el mismo tema, como Somewhere, de Sofia Coppola, ni por asomo alcanzó. Y Joaquin Phoenix nunca actuó tan bien como aquí.

“¡Quiero oler un ojete!”, salta, sobreestimulado, Leaf Bottom (verdaderos y completos nombre y apellido) mientras navega sitios de escorts en Internet. Enseguida se lo verá fiesteando con un par de chicas de agencia, uno de sus amigos con el pito al aire, él esnifando líneas de cocaína que habrían hecho palidecer a Tony Montana. Lo más posible es que haya partes parejas de ficción y realidad en I’m Still Here. Y algo es irrefutable: dos años después de su presentación anterior, el pícaro de Phoenix volvió al programa de Letterman para promocionarla. Lo hizo afeitadito, bien empilchado y lucidísimo.

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En I’m Still Here nadie se extraña de que un Phoenix en estado de descomposición termine retirado por la fuerza de los sets.
 
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