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Martes, 10 de marzo de 2015

OPINIóN

El SUM de la Legislatura

 Por Eduardo Fabregat

Bien dicen que la muerte embellece, aunque hay casos de lifting que llaman la atención. Nadie puede dudar del olfato para el rating que caracterizó a Gerardo Sofovich y su larga carrera en la creación de espectáculos teatrales, cinematográficos y televisivos. Pero se vuelve curioso el modo en que se hace abstracción de todo lo otro que también hizo, el vaciamiento y los negociados en Argentina Televisora Color, el maltrato a sus subordinados y la humillación y denigración constante de las mujeres, convertidas en meros cachos de carne a disposición del usuario. El debate debe alcanzar también a lo que Sofovich entendió como entretenimiento y espectáculo, la repetición ad aeternum de fórmulas cada vez más degradadas y desgastadas o las elevadas propuestas televisivas de cortar manzanas o jugar al Jenga. Pero como en cultura todo es opinable, y hay quien defiende ciertas sandeces como obras dignas de elogio, al menos los resultados de su labor pública deberían introducir algún matiz.

Es decir: cada cual puede hacer la carrera artística que quiere y ser feliz si el público lo acompaña, pero hay acciones de la carrera de Sofovich que costaron caro al ciudadano contribuyente argentino. El agujero de millones y millones de dólares en ATC y los oscuros manejos del Zoológico porteño fueron algo más que un daño cultural. Fueron una parte del desfalco económico cometido por el menemismo en diez años de vaciamiento y loteo de empresas del Estado. Y por ello resulta poco feliz la decisión de ceder la Legislatura porteña al velatorio: en la noche del domingo, el recinto que debería ser ejemplo de calidad institucional consagró sus salones a la despedida de un ex funcionario por demás discutible. Allí donde se debaten proyectos que buscan mejorar las condiciones objetivas de la mujer en la sociedad, en el mismo día que se supone consagrado a pensar cómo resolver tantas desigualdades de género, se despidió con honores a un explotador de cuerpos semidesnudos, un misógino que ni siquiera lo disimulaba.

Tampoco produce tanta sorpresa. En los últimos tiempos, la Legislatura ha oficiado varias veces de Salón de Usos Múltiples destinado a caprichos algo trasnochados. La distinción de “Personalidad Destacada de la Cultura” aplicada a plagiadores seriales como Nik, personalidades de escaso peso en la historia de la música argentina como un ex Mambrú, animadores frívolos como La Tota Santillán o el mismo jefe del circo de escandaletes berretas y cortes de tanga, Marcelo Tinelli, refuerzan esa sensación. El edificio de Perú 130 parece regido más por la lógica del minuto a minuto televisivo que por una valoración de los méritos culturales del homenajeado. Se entiende que Quino, a quien el “creador” de Gaturro le metió la mano en el bolsillo más de una vez, haya amenazado con devolver su propia distinción. Pero alguien decidió que haber contagiado a la calle muletillas de Polémica en el bar o La peluquería de Don Mateo es suficiente aporte cultural, y viene a borrar o al menos minimizar el negociado de ATC Cable, la empresa familiar que vendía publicidad del canal o la autoprivatización del Zoo. Lo decía, oh casualidad, un personaje del mismo Sofovich: se’ gual. O depende de quién tenga la llave del SUM.

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