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Viernes, 23 de septiembre de 2005

ENTREVISTA CON NICOLAS VARCHAUSKY Y EDUARDO MOLINARI

El pasado se levanta y anda

Los creadores de la intervención sonora y visual Tertulia, que se estrena esta noche en el Cementerio de la Recoleta, anticipan las claves de una puesta que ya despertó polémica.

 Por Julián Gorodischer

El cementerio, en la víspera, no es un lugar habitual: lo que se verá y escuchará hoy en Tertulia podría nombrarse, sin temor a exagerar, como una superproducción que exigió un cuidadoso montaje. Habrá cuarenta parlantes de baja potencia repartidos en las áreas de libre circulación frente a las tumbas de personajes célebres de nuestra historia, que suman un total de 120 horas de frases entrecortadas, diálogos, música que harán que, allí en la Recoleta, el pasado regrese por un rato. Nicolás Varchausky y Eduardo Molinari, creadores de la intervención sonora y visual Tertulia, anticipan las claves de lo que se verá: un regreso de los muertos vivos que enojó a una oligarquía local en busca de silencio en el sepulcro.
Familias paquetas de la Recoleta lograron primero la suspensión de la puesta, que luego fue revocada por la jueza Daniele Russo con el argumento de que “no debería limitarse la expresión artística cuando existe incertidumbre sobre el presunto agravio”. Así las cosas, la intervención se montará hoy y mañana entre las 21 y las 24 con algunos requisitos fijados para evitar disturbios: se solicitarán documentos al ingresar, no se podrá entrar con bolsos o carteras (que habrá que dejar en el guardarropas) y se deberá llegar temprano porque la capacidad es limitada. Desentendido del pánico previo, Varchausky cuenta que, entre los cuarenta personajes célebres, figura un repertorio ecléctico que incluye a Evita, Martín Karadagian, Facundo Quiroga y Juan Bautista Alberdi, componiendo la tertulia como metáfora. “Logramos que se hablen entre sí a través de registros sonoros, pero esa idea es figurada. En verdad todo lo que se dice está documentado; la metáfora surge por la cercanía con los muertos.”
Adelantan algunas postales: Jorge Luis Borges recitará un poema a sus antepasados con fondo musical del concierto de piano de Alberto Williams, “sin que nada interfiera en el relato”. O sonará la voz del escritor Andrés Rivera recitando fragmentos de su novela El farmer sobre la tumba de Juan Manuel de Rosas, con fondito de música para piano ejecutada por el propio Alberdi. “Es interesante –dice Varchausky– porque ambos fueron exiliados y antagónicos, y la tertulia les permite reencontrarse en el siglo XXI.” Presionado a elegir un destacado entre los numerosos flashes del recorrido, Molinari destaca los nudos energéticos. “Lugares en los que se juntan Mosconi, Pellegrini, Aramburu y el nefasto almirante Hermes Quijada, tan autoritarios: son sitios de encrucijada en los que tuve que hacer un esfuerzo para producir imágenes que llevaran a esas voces una energía más interesante.”
–¿Cómo imaginan la hora D?
Nicolás Varchausky: –La posibilidad de recorrer el espacio público generará una experiencia sensitiva muy profunda en el orden artístico, que se vincula con preguntas sobre nuestra propia memoria individual y colectiva. Y formula preguntas vigentes: ¿el luto de los próceres es un asunto privado? Los muertos de nuestra historia son de todos, ¡son nuestros muertos! Tertulia propone a la memoria como una instancia que no está detenida, y al pasado no como algo muerto.
Eduardo Molinari: –Quiero que la persona que recorra el cementerio tenga absoluta libertad de movimientos en un lugar en el que se puede pensar que no pasa nada, donde la actitud lógica es estar quieto y en silencio.
–¿Y si los deudos protestan?
N.V.: –Les diría que el cementerio no es un espacio religioso: no es un camposanto porque por decisión de Bartolomé Mitre se enterraron masones y el obispo de entonces retiró la bendición.
E.M.: –Lo más sagrado que existe es la vida, pero la de todos. Y sobre el resguardo del patrimonio: se pide cuidar las piedras, pero no se levanta la voz sobre el saqueo del Estado. Respeto de los muertos no es hacer silencio, es no olvidarlos.
–¿No hay algo poético, más allá de quien venga, en la frase Ningún ruido tolera un muerto?
N.V.: –Yo me pregunto si el sonido es en sí mismo ofensivo o si lo ofensivo es escuchar lo que uno no quiere escuchar. Si una fanfarria militar toca por uno de los muertos enterrados en la Recoleta, ¿entonces los demás muertos no se molestarían? O cuando se da un discurso por la Revolución Libertadora, ¿esos ruidos no molestan?.

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“El luto de los próceres no es privado”, se defienden Varchausky y Molinari.
 
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