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Domingo, 22 de febrero de 2009

MUSICA › QUINCE MIL PERSONAS EN LA PRIMERA JORNADA DEL COSQUIN ROCK

La música como forma de convivencia

El arranque del “festival más federal” tuvo condimentos de toda clase, para un público de todos los palos que supo disfrutar lo suyo y respetar lo ajeno. Intoxicados cerró con un show que hizo olvidar el papelón marplatense.

 Por Roque Casciero

Desde Comuna
San Roque, Córdoba

“Buenos días”, musita Pity Alvarez, y todos los temores de la primera jornada de Cosquín Rock se materializan sobre el escenario. Para colmo, empieza a llover por primera vez durante la maratónica jornada rockera del viernes. Si a eso se le suman los antecedentes recientes –la partida de dos integrantes, un concierto marplatense cercano al patetismo, la anunciada vuelta de Viejas Locas–, ¿cómo no temer otro show en el que Intoxicados vuelva a hacer equilibrio sobre el desastre? Pity, sin tocar un solo acorde, sigue frente al micrófono, con la anécdota de unas breves vacaciones cordobesas hace trece años. ¿Tan rápido derrapará? No. “Nunca pude tomarme un tiempo para descansar”, dice. “Y ahora Intoxicados va a parar por un año o un año y medio, lo necesitamos. Pero quiero decirles que a mí Intoxicados me parece lo más.” La lluvia dura un suspiro y Pity –con el pelo corto, pantalones amarillos y remera rosa– enchufa su guitarra y toca solo “Espero que la vida”. Enseguida, con la banda en pleno, canta “No tengo ganas de seguir, pero tampoco tengo ganas de parar”, en un mensaje un tanto más oblicuo que el del principio. Es el comienzo de un concierto contundente y con momentos de un brillo ya olvidado, que terminará con el lujo de tener al mismísimo Skay sobre el escenario. Gran cierre para una jornada inaugural de Cosquín Rock en la que León Gieco dio cátedra acompañado del cuarteto hard D-Mente, los Babasónicos hicieron aullar –literalmente– a las chicas, y los Catupecu Machu se dieron el gusto de invitar a Germán Da-ffunchio, entre muchas otras postales cordobesas para el recuerdo.

Ojo, la foto no fue todo lo hermosa que puede ser en este predio que se desenrolla como una alfombra verde al pie de un cerro. Si las nubes no hubieran amenazado durante toda la jornada, el telón de fondo del escenario principal habría mostrado su esplendor: el lago San Roque, la vista de la cercana Carlos Paz, la belleza de las sierras... De todos modos, las 15 mil personas disfrutaron desde temprano, porque el menú rockero fue sabroso y variado. Mientras en el tablado mayor los Massacre le dedicaban una versión notable de “Crua-chan” al fallecido Bocha Sokol, en el temático, dedicado al heavy metal, arrollaba el doble bombo de Razones Concientes, y en el más chico Las Manos de Filippi sorprendían con su sonido renovado: el nuevo batero es más contundente, hay electrónica disparada en vivo y la rompe el guitarrista Gaspar Banegas, que también toca con el Indio Solari. En Cosquín Rock hay que resignarse de entrada a no poder abarcar todo lo que la grilla ofrece, pero el eclecticismo rinde sus frutos por el lado de la tolerancia: acá nada limita la buena onda entre el público de inalterable remera negra que vino a ver a Horcas, O’Connor y Lethal con los que llevan banderas enormes de Las Pastillas del Abuelo y viceversa. Y eso que en el predio el fernet y la cerveza son el combustible para bancarse hasta altas horas.

La gran sorpresa de la jornada inaugural fue el show de León Gieco, con una intensidad rockera inusual en él. Primero salieron los D-Mente e hicieron un par de temas propios, pero enseguida quedó sólo el cantante Andrés Giménez y despachó junto a León una conmovedora versión a capella de “Cinco siglos igual” (dedicada a Evo Morales, “la reivindicación de los indígenas”). Entonces, el de Cañada Rosquín hizo algo impensable: anunció el próximo estreno de su película Mundo alas y dijo que iba a pasar el trailer. La multitud le respondió con un aplauso cerrado al interruptus, cosa que sólo Gieco podría conseguir. Y después, con varios de los artistas discapacitados que forman parte del film sobre el escenario, el patriarca del rock argentino y los D-Mente sencillamente la descosieron: “La mamá de Jimmy”, “Pensar en nada” y “Sólo le pido a Dios” desataron los pogos más grandes de la jornada. Ver y oír para creer... y disfrutar, claro.

Catupecu Machu arrancó su show con Fernando Ruiz Díaz en guitarra acústica y la movilizadora “Viaje del miedo”, pero al rato nomás ya todo el mundo pisaba sin el suelo: “A veces vuelvo” y el temazo “En los sueños” mostraban la calidad del cuarteto. En la desprolija versión de “Plan B: Anhelo de satisfacción” subieron Walas y el Tordo, de Massacre, los autores de la canción, y enseguida Ruiz Díaz presentó a Daffunchio con un “todavía no puedo creer este momento”. “¡Dale!” (con el grito “Hasta la montaña siempre”) y “Origen extremo” cerraron el caliente set catupequense. Babasónicos tomó la posta con un show sin demasiadas sorpresas (puede contabilizarse la aparición de “Sátiro” en la lista), pero con la capacidad de Adrián Dárgelos para imantar a la multitud. Los gritos femeninos aparecieron cada vez que sonaban los primeros acordes de hits como “¿Y qué?”, “Carismático” o “Putita”. Antes del bis con “Así se habla”, el cantante y su hermano Diego hicieron bailar como ellos con la irresistible “Microdancing”.

Y entonces fue tiempo para el final con (y de) Intoxicados, que evidentemente se tomó un buen rato para ensayar después del papelón marplatense. Pity se concentró en cantar con sus auriculares clavados a las orejas: “Volver a casa” puso pulso rockero; “Lo artesanal” y “Perra” instalaron una bola de espejos en la mente de cada espectador, y “Fuego” encendió al público y al cantante, quien se puso una peluca rubia que le tiraron. Después subió Skay y llevó las riendas de una larga improvisación, rematada con “Las cosas que no se tocan” y “Quieren rock”. La última canción que tocó Intoxicados fue “Una piba como vos” (de Viejas Locas), no sin que Pity dijera antes que iban a tener que esperarlos “un ratito”. “Un año y medio”, ironizó. Con reemplazos y todo, el final, paréntesis o lo que sea, al menos esquivó los pronósticos agoreros. Ahora, ojalá Pity descanse en serio.

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León Gieco puso en escena con D-Mente un contundente experimento que cruzó folklore y hard rock.
Imagen: Carolina Camps
 
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